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«Niebla» y la lucidez en fuga CULTURA

«Niebla» y la lucidez en fuga

La obra es un homenaje al cariño y afecto por los nuestros a la hora de ir aceptando el arribo del fin de la línea férrea, pero no renuncia a exponer como ése fenómeno en nuestro país sin misericordia, es siempre una punta de rieles.


Nena y Carmen son dos mujeres de la tercera edad viviendo el encierro de la pandemia desde realidades paralelas, hasta el día en que concretan su primera video llamada y en ese simple ejercicio de afecto, entendemos cuán amigas y cómplices han sido por muchos años.

Nena fue la asesora del hogar de Carmen. La amiga de Nena está en un hogar de ancianos, donde vive su soledad y el ingreso paulatino hacia el Alzheimer. No recibe muchas visitas de sus exitosos hijos. Ella está en una rutina estancada de juegos de naipes, medicamentos, reglamentos y ese claro oscuro cotidiano de conciencia e ingravidez, producto del avance de su cuadro.

Nena, es puro afecto y cariño, sólo desea saludarla, pues intuye cómo la separación definitiva entre ellas se acerca. La ex asesora vive en el Chile actual, uno con noticias de encerronas, portonazos, turbas, demandas, marchas y estatuas incendiadas. Su amiga hace tiempo sólo reacciona ante la música captada, con fortuna, en su radio. Nena sabe y sufre, Carmen se irá desprendiendo de los ropajes de la lucidez.

En «Niebla», Gloria Münchmeyer y Gabriela Hernández, bajo la dirección de Soledad Gaspar y basados en los textos de la dramaturga Isidora Stevenson, logran proyectar más universos de los que la obra expone.

La video llamada de camaradería entre dos mujeres que sacaron adelante un hogar, una como jefa de hogar divorciada y la otra como su asesora, da paso a una maraña de asuntos pendientes. El pasado entre ellas supera lo personal.

Luego de una vida de trabajo duro como lugarteniente de esta otra mujer fuerte, a la cual admira y ama, revisa el inventario para constatar cómo, luego de entregar una vida de afectos y labores, no tuvo hijos o no pudo formar su propio hogar.

El estallido social ha hecho reflexionar a Nena, mientras transita también su otoño. Carmen en sus ratos de lucidez, no alcanza a dimensionar lo que su amiga trata de decirle, no capta el por qué ésta siente un volcán dentro, sin las palabras adecuadas dada sus limitaciones educacionales. La congoja de Nena, se confunde en el océano de amor experimentado por su amiga, con la cual se sintió parte de una epopeya triunfal en los años de crianza.

Carmen le dice a Nena, cuando logra entender su ahogo, cómo todo eso da bastante lo mismo. Ella tuvo profesión, hogar, dos hijos triunfantes, pero de igual forma está sola en esa bruma del hogar de ancianos. Nena al menos vivirá un presente sin Alzheimer, en el sur, pues irá a vivir con una sobrina dada la avanzada edad.

Por más afecto existente entre dos personas de diferentes castas, el tema de las diferencias está presente. Para la mayoría las pensiones son paladas de tierra en sus rostros y deben seguir trabajando de jardineros, en empresas de aseo, cuidando niños o como conserjes de edificios.

El modelo instalado a sangre y fuego es ya un insoportable tipo de unos 48 años, déspota, invicto, con post grados, fumador, que te explica cómo todo eso es la normalidad, cómo no hay derecho al retiro de la moledora de carne, aunque tengas 75 años y tus huesos no den más.

Las rudas verdades por debajo de la alfombra, en esta sociedad percolada, exigen una buena conversación de frente, como la que se empieza a dar entre las amigas de «Niebla». Una pandemia que deja en evidencia, además, cómo los adolescentes no cumplieron la más mínima solidaridad con sus mayores, desafectos responsables de miles de contagios mortales en la tercera y cuarta edad.

La obra es un homenaje al cariño y afecto por los nuestros a la hora de ir aceptando el arribo del fin de la línea férrea, pero no renuncia a exponer como ése fenómeno en nuestro país sin misericordia, es siempre una punta de rieles.

La pandemia hace cada semana más patente la pobreza oculta. Familias y pensionados han debido echar mano a los exiguos dineros de sus cuentas AFP, pues no existe la seguridad social. Muchos artistas consagrados debieron salir a trabajar y no volvieron, afectados por el brote pandémico. Pienso en Tomás Vidiella y en el señor de 75 años de mi viejo edificio que asea los cuatro pisos sin ascensor como también en la administradora, de semejante edad, quien dependen de ese cargo hace décadas para mejorar su pensión.

«Niebla» me hace rumiar sobre esa lucidez inexistente en los senescentes del poder de 1989, quienes viven encerrados su retiro dorado. Rancios estandartes que no desean o pueden comprender cómo el nuestro ha sido un barco impulsado irracionalmente, en décadas, por una caldera alimentada con la madera de su propio casco, quilla y proa.

NIEBLA – Teatro Finis Terrae
19 al 28 de marzo
viernes a domingo, 20.30 h
Gral. $4.000, Grupal $6.000.-
Entradas por Ticketplus en https://ticketplus.cl/events/niebla

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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