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Científico señala que la pregunta de «¿qué conservar?» de Maturana es clave en proceso constituyente CULTURA|CIENCIA

Científico señala que la pregunta de «¿qué conservar?» de Maturana es clave en proceso constituyente

«Esta es una de las grandes preguntas que debemos hacernos en el contexto de la nueva Constitución. Es una pregunta vital, porque si bien sabemos que la Constitución actual tiene muchas cosas negativas, hay algunas que han sido positivas. Tenemos la posibilidad de decir; esto no lo quiero, vamos a incorporar y mantener estas», dijo. En referencia al nuevo contrato social, afirmó que este no sólo debe ser entre izquierda y derecha, sino también en la sociedad en favor de «las áreas verdes, de la naturaleza».


El microbiólogo Roy Mackenzie señala que la pregunta de «¿qué queremos conservar?», una de las preguntas centrales en el pensamiento del recientemente fallecido científico y pensador Humberto Maturana, es clave en proceso constituyente.

Las declaraciones fueron parte de la exposición «La ética ambiental para un nuevo Chile, legados de Dr. Humberto Maturana», a cargo del profesor de la Universidad de Magallanes, que se realizó esta semana.

«Esta es una de las grandes preguntas que debemos hacernos en el contexto de la nueva Constitución. Es una pregunta vital, porque si bien sabemos que la Constitución actual tiene muchas cosas negativas, hay algunas que han sido positivas. Tenemos la posibilidad de decir: esto no lo quiero, vamos a incorporar y mantener estas», dijo.

En referencia al nuevo contrato social, afirmó que este no sólo debe ser entre izquierda y derecha, sino también en la sociedad en favor de «las áreas verdes, de la naturaleza».

Mackenzie invitó a reflexionar sobre los hábitos que poseen las personas, «las cosas que hacemos», para ir avanzando según la ética de los tiempos, y «abandonar prácticas que no queremos, como la tauromaquia, el rodeo o la caza», o «hacer extracción de recursos naturales pensando que son infinitos, auto engañándonos», para optar por aquellos hábitos que mejoran la calidad de vida y favorecen el entorno.

Mackenzie realizó una exposición que fue transmitida para todo público en la página de Facebook de la Fundación Senda Darwin.

Nuevo modelo de vida

La actividad se realizó en el marco de los conversatorios sobre “Biodiversidad y Nueva Constitución: Construyendo desde el territorio y maritorio del archipiélago de Chiloé”, organizados por la Fundación Senda Darwin y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).

En el evento estuvieron presentes además el reconocido ecólogo Juan Armesto, presidente de la Fundación Senda Darwin e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB); Jaime Ojeda, etnoecólogo de la Universidad de Magallanes; Cristián Frêne, ecohidrólogo, investigador IEB LTSER-Chile; y Juan Manuel Huentelican, coordinador territorial Huilliche Senda Chacao, comuna de Ancud, Chiloé.

Como moderadora del evento fungió la científica Mariela Núñez-Ávila, directora de la Estación Biológica Senda Darwin, Ancud, Chiloé.

En su introducción, Núñez-Ávila señaló que la Constitución vigente está asociada a un modelo de enormes desigualdades sociales y ambientales.

Asimismo, relató que tras el estallido del 18 de octubre de 2019 con su equipo participó en una serie de diálogos con la comunidad, con el fin de crear una nueva Constitución «que garantice un modelo sustentable en base a la conservación de la biodiversidad».

La científica destacó que, en vísperas de la elección constituyente, era clave rescatar el legado de Maturana, como impulsor de un modelo de vida basado en «el conocimiento, la colaboración y el amor».

El científico Roy Mackenzie.

Hay que escucharnos

Mackenzie lleva varios años de trabajo en el Parque Omora en Cabo de Hornos, y partió citando una frase de Maturana en cuanto a que en   «las relaciones humanas lo fundamental es escucharse, pero para eso tenemos que dejar que el otro aparezca sin anteponer prejuicios, supuestos o exigencias».

El investigador señaló que esta misma frase se puede aplicar a los organismos vivos, sobre todo tomando en cuenta que al acercarse como académico a la naturaleza llegaba con muchos preceptos previos «que muchas veces me impedían entender lo que estaba sucediendo, con una interpretación muy científica del entorno», con lo cual «muchas veces malinterpretaba lo que estaba conociendo».

Apuntó, en ese sentido, también a la invitación de Maturana de aproximarse en este contexto «con la inocencia de los niños» al conocimiento.

Mackenzie puso como ejemplo los parásitos, «que tienen una mala fama», «pero una vez me deshice de esos prejuicios pude ver el rol ecológico que tienen en un ecosistema»,

El científico además lo asoció «al tremendo vacío entre las personas y los entornos naturales», en particular en alusión al concepto de la «extinción de la experiencia en un encuentro directo». Un ejemplo de esto es que para explicar la naturaleza en los textos escolares se usan mayormente muestras de animales o plantas exóticas, antes que nativas.

Incluso señaló que muchos de los encuentros de los seres humanos con la naturaleza actualmente son mediados por elementos como libros, formatos audiovisuales o datos, «en desmedro de los encuentros directos que dan la posibilidad de generar empatía o sabiduría, en el sentido de saber cómo vivir en el espacio que nos corresponde habitar».

El sendero de los «Bosques en miniatura» del parque Omora.

La experiencia del Parque Omora

En ese sentido, para el científico el Parque Omora es una «espacio de reflexión al aire libre», donde el concepto de «aire libre» es fundamental en la educación, especialmente ambiental, y permite «divagar» y explorar sensaciones personales volcada en el espacio biofísico que nos rodea, de manera de comprender el entorno de una manera amorosa, en el sentido de que son los espacios que habitamos los que nos permiten a nosotros mismos desarrollarnos como personas en calidad de vida y bienestar».

El sendero de los «Bosques en miniatura» del parque, compuesto de musgos y líquenes, propende en el lugar una reflexión de los valores para «ejemplificar aquella diversidad que está poco percibida, frente a elementos como los grandes árboles o las aves, que se llevan toda la atención».

En ese punto hizo referencia a la teoría de Maturana acerca de cómo cada individuo percibe «su entorno y cómo la interpreta».

En este sendero hay seis especies de árboles mayores, frente a 1.500 especies de musgos y líquenes.

«Es radicalmente diferente lo que uno puede observar o la experiencia que se puede llevar cuando uno pasea por el Parque Omora si uno va mirando para arriba, como siempre hace en un bosque, versus lo que puede encontrar si va mirando hacia abajo», ejemplificó.

A través de la educación se pueden alcanzar transformaciones de hábitos, resaltó en ese sentido Mackenzie, para apuntar a que el parque no sólo entrega información sobre el entorno, sino una forma de entender cómo están vinculadas las diversas especies y conforman una sola forma de vivir. Todo esto en un ambiente donde todos los seres viven experimentan «el rigor» del clima.

Esto es lo que en el lugar se denomina «ecoturismo con lupa», que se ha replicado en otros lugares como Chiloé, Punta Arenas y Torres del Paine, en un ejercicio que también se ha realizado junto a grupos escolares, incluido un Congreso Escolar Autoconvocado. También señaló que el concepto se ha extendido a áreas privadas, donde destaca por su poca intervención, un concepto clave en la sostenibilidad ambiental.

La enseñanza del entorno es fundamental en el Parque Omora.

Autopoiesis

Otra frase de Maturana a la que aludió Mackenzie fue «los seres vivos somos sistemas autopoiéticos moleculares, o sea, sistemas moleculares que nos producimos a nosotros mismos, y la realización de esa producción de sí mismo como sistemas moleculares constituye el vivir».

«A mí me hizo mucho sentido, porque en términos de datos a mí me preocupaba mucho la existencia o no existencia de los organismos, es decir, ir a un lugar y evaluar qué especies están presentes y qué no, y a partir de aquello, interpretar. Sin embargo, el ‘vivir’ es diferente del ‘ser vivo’ en el sentido de que es un verbo, y un verbo que puede tener una característica positiva en el caso de un bienestar, o una negativa en el caso de un detrimento para el organismo, que exista contaminación, fragmentación, exclusión de hábitat», señaló.

La capacidad de auto organización en pos del bienestar que tiene cada organismo hace pensar al científico que esto podría extrapolarse a sistemas superiores, como son las sociedades, una idea a la cual, sin embargo, el propio Maturana no era muy proclive, según admitió Mackenzie.

Para Mackenzie, el vivir o bienestar de un organismo al final es más importante que el organismo en sí mismo, es decir, «si no tiene una calidad de vida buena, empezamos a entrar en conceptos que pueden estar muy en boga hoy como la eutanasia o el derecho de elegir».

El científico también recordó la cita de Maturana en cuanto a que «lo central es mirar el modo de vivir entre las distintas clases de seres vivos y eso contesta la pregunta de qué es estar vivo: no es la vida como una entelequia, sino que es la vida o el vivir como un proceso».

Mackenzie vinculó esto con el concepto de la «lupa ecológica» y el «enfoque de las tres h» («habitantes», «hábitat y «hábito»), en el sentido de la «reconexión con los hábitats naturales», la «re-valorización de los co-habitantes que allí se encuentran» y la «re-imaginación de las relaciones entre los co-habitantes y su territorio».

Recordó entonces lo planteado al comienzo -la llegada a un territorio y la evaluación con criterio científico- y la necesidad de una reconexión con el lugar.

La importancia del lenguaje

Otra frase de Maturana a la que aludió fue que el lenguaje «no es un sistema de comunicación o transmisión de información, sino un sistema de convivir en las coordinaciones de los deseos, los sentires, los haceres, en cualquier dimensión del convivir que está ocurriendo». Un ejemplo es nombrar a un conjunto a árboles «bosque» o «recurso forestal».

«Mirando en retrospectiva, lo que yo estaba haciendo era transmitir información, un tsunami de datos técnicos, de formas teóricas de entender el mundo, y dejando completamente fuera mis propios deseos, mis sentir y mi forma de hacer en el ambiente natural», comentó al respecto.

Sin embargo, Mackenzie además vinculó esto con lo que llamó «la soberanía del lenguaje» y su «transferencia de una concepción del mundo».

El científico puso como ejemplo el nombre científico del coihue de Magallanes, un árbol que los botánicos europeos denominaron «nothofagus betuloides». Esto, traducido, significa que era un «falso fagus» y una «falsa bétula». Es decir, los europeos denominaban a la especie por lo que no era, tomando como punto de partida las especies que conocían desde Europa.

«Eso revela un eurocentrismo, una homogeneización cultural a partir de este tipo de concepción del lenguaje. Con esto (quiero) expresar que el ámbito académico no está libre esta situación. No somos dueños de nuestro lenguaje ni siquiera en el ámbito científico, aunque eso está cambiando lentamente», reflexionó, y aludió a nuevas especies que han sido nombradas según los contextos locales, como pueblos originarios, los lugares o sus descubridores.

Mackenzie puso como ejemplo los nombres que reciben los diversos tipos de musgos en la cultura mapuche, que hacen referencia directa a la experiencia de los mapuches con dichos seres vivos.

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