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Patentes y conocimiento CULTURA|OPINIÓN Crédito: Aton

Patentes y conocimiento

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Claudio Gutiérrez
Por : Claudio Gutiérrez académico del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Chile e investigador del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos.
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¿En qué se han convertido las patentes? ¿Quién puede obtenerlas hoy? ¿Quiénes se benefician con ellas? Por de pronto ningún maestro o inventor particular. Las patentes son hoy un asunto de empresas (muy) grandes. Requieren mucho dinero y abogados caros. No se trata sólo de obtener una patente, sino de defenderla en litigios. Las patentes hoy día son una suerte de portafolio de inversiones de las grandes empresas que las negocian y se «trollean» con ellas.


El rector de la Universidad Católica de Chile (PUC), Ignacio Sánchez, recientemente ha sostenido en este medio que sería bueno liberar las patentes de las vacunas COVID, pero, que si las patentes «se liberan en forma muy amplia se desincentiva la investigación científica». ¿Es cierto esto?

Veamos. Las patentes en sus orígenes, en efecto, fueron concebidas para ayudar a la difusión del conocimiento y para incentivar a su desarrollo. Un ejemplo. El maestro vidriero en Venecia manejaba una técnica que nadie tenía, que sólo el (ni siquiera sus ayudantes) conocían. Este maestro no tenía ningún incentivo para compartir su conocimiento, pues una vez hecho, el valor de su trabajo bajaba, pues muchos otros lo podría hacer.

¿Cómo entonces lograr que ese conocimiento se extendiera? La patente venía a resolver eso: la autoridad le da una garantía legal a ese vidriero que, a cambio de entregar, de «liberar» su saber, tendrá por un período de tiempo el monopolio del uso de su invención o su técnica. Muy razonable.

Pero han pasado muchos años. ¿En qué se han convertido las patentes? ¿Quién puede obtenerlas hoy? ¿Quiénes se benefician con ellas? Por de pronto ningún maestro o inventor particular. Las patentes son hoy un asunto de empresas (muy) grandes. Requieren mucho dinero y abogados caros. No se trata sólo de obtener una patente, sino de defenderla en litigios. Las patentes hoy día son una suerte de portafolio de inversiones de las grandes empresas que las negocian y se «trollean» con ellas.

Al contrario de lo que sostiene el rector, hoy las patentes son las que desincentivan la investigación científica y las que cercan el acceso a los productos de ese conocimiento. ¿Ayuda a la humanidad mantener las patentes del conocimiento sobre el COVID bajo estricto secreto? El rector mismo lo dice: no. ¿Por qué? Porque si el conocimiento estuviese abierto, más investigadoras e investigadores podrían usarlo para mejorar lo que hay. ¿Por qué entonces no ocurre eso?

Porque lo que mueve a esos laboratorios no es el bien común ni el conocimiento, sino la ganancia (¡son empresas!). Ya lo sabíamos con el devastador efecto que tuvo esta práctica sobre la distribución equitativa de los fármacos antiretrovirales que trataban el SIDA, y que significó la muerte de millones de personas que vivían en los países pobres. Cuando el conocimiento se cierra, siempre pierde la humanidad.

¿Cuál debiera ser el rol de un rector universitario en la disputa por el conocimiento abierto versus cerrado? Un rector de una casa de estudios no es (hasta donde entendemos) el CEO de una empresa. Su preocupación no debieran ser los valores ni las patentes, sino el custodiar, enriquecer y difundir el conocimiento.

Una universidad es una institución dedicada a la enseñanza y al conocimiento. Mejor para la institución universidad si más gente aprende, si el conocimiento, como decía Bello, llega a todos los rincones de la sociedad. La labor universitaria es asegurar que el conocimiento esté a disposición de todas y todos. Sus rectores, como los líderes de esa institución, debieran estar a la cabeza de la lucha por el conocimiento abierto. En la línea de Aaron Swartz, Julian Asange, Edward Snowden, Alexandra Elbakyan, que han pagado con su vida o su libertad el empujar el conocimiento abierto.

Pero resulta que en esta esquina del planeta, un rector aparece más preocupado por defender el negocio de las empresas que impiden el conocimiento, que de cumplir su función, que es abrirlo a la sociedad. El mundo al revés. Los paladines de la enseñanza, la creación y la difusión del conocimiento preocupados de que éste no se libere…

Dejo entonces un mensaje a las y los constituyentes: por favor, escriban en nuestra nueva Constitución que el conocimiento es patrimonio de la humanidad, de la sociedad toda. Que debe estar al servicio del bien común, no de la ganancia de unos pocos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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