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La ficción anticipando la realidad y viceversa, el azar, la genialidad, y la intuición CULTURA|OPINIÓN

La ficción anticipando la realidad y viceversa, el azar, la genialidad, y la intuición

Hay muchas novelas que anticiparon realidades futuras, solo por citar algunos ejemplos: Morgan Robertson escribió “El hundimiento del Titán” (un transatlántico que se hunde luego de chocar con un iceberg) catorce años antes de la tragedia del Titanic. Luego están los clásicos de Julio Verne, que entre otros libros de anticipación escribió “De la Tierra a la Luna” adelantándose un siglo al viaje que índica el título, o “Veinte mil leguas del viaje submarino” presentando esa nave cuando esa tecnología aún no operaba. O George Orwell con “1984”, presentando a un Big brother que cada vez se parece más al ubiquitous computing integrado con Big Data y las redes sociales.


Desde luego la relación más común entre realidad y ficción literaria, es que hasta la más fantástica y vanguardista de las obras, es escrita por seres humanos, de carne y hueso (por el momento, sabemos que ya existen programas que escriben cuentos y novelas, pero eso da para otro artículo), y por ende esos textos reflejan nuestra real condición humana. Incluso la ciencia ficción más creativa y la literatura más fantástica, es espejo de nuestras pulsiones: el amor, la venganza, la fraternidad, la violencia… siempre están ahí.

Tema aparte es la literatura de anticipación, una clasificación que a veces se utiliza como equivalente a la de ciencia ficción, pero que también puede aplicar a obras de anticipación social que no encajan tan bien en los códigos de la ficción de inspiración científica.

Hay muchas novelas que anticiparon realidades futuras, solo por citar algunos ejemplos: Morgan Robertson escribió “El hundimiento del Titán” (un transatlántico que se hunde luego de chocar con un iceberg) catorce años antes de la tragedia del Titanic. Luego están los clásicos de Julio Verne, que entre otros libros de anticipación escribió “De la Tierra a la Luna” adelantándose un siglo al viaje que índica el título, o “Veinte mil leguas del viaje submarino” presentando esa nave cuando esa tecnología aún no operaba. O George Orwell con “1984”, presentando a un Big brother que cada vez se parece más al ubiquitous computing integrado con Big Data y las redes sociales.

Los casos clásicos anteriores, y muchos otros, de autores como Arthur C. Clarke anunciando Internet, e Isaac Asimov anticipando los robots, tienen en común que la ficción precede a la realidad, pero hay casos más enredados como algunos que veremos a continuación (que no son necesariamente del género fantástico).

En un notable tinglado de realidad con ficción, tenemos la siguiente secuencia de libros y hechos asociados al gran Manuel Vásquez Montalbán, padre del género negro español. Vásquez Montalbán escribió “Los pájaros de Bangkok” en 1984, el escritor envía a esa ciudad a su personaje Pepe Carvalho, que llega a Tailandia investigando la desaparición de una mujer.

Diez años después de este libro, el bullado caso de Luis Roldán (autoridad del gobierno de Felipe González involucrado en delitos de corrupción), inspiró otro libro de la serie de Pepe Carvalho, uno escrito con mucha celeridad ya que “Roldán ni vivo ni muerto”, fue publicado en 1994, el mismo año en que el Roldán real desapareció sin dejar rastros y pasó a ser el prófugo más buscado de España. Al año siguiente del lanzamiento de ese libro, el verdadero Roldán se entregó…en Bangkok. La coincidencia hasta aquí puede que no parezca tan contundente, el dato que me dejó perplejo en su momento, fue el de la muerte del escritor Vásquez Montalbán, en el aeropuerto de Bangkok, en el año 2003… Existen casi doscientas capitales en el mundo, el azar quiso que la muerte encontrara al creador de Pepe Carvalho, precisamente en esa.

En estos embrollos de realidad y ficción en la literatura, un caso trágico es el de Rodolfo Walsh. El destacado autor argentino denunció la complicidad del poder (el gobierno, el sistema y la justicia), en “Quién mató a Rosendo”, libro publicado en 1969 que narra el asesinato del dirigente sindical Rosendo García. Esta complicidad del poder en asesinatos vuelve a aparecer en “Caso Satanowsky” publicado en 1973.

Años atrás, derechamente Walsh había apuntado al terrorismo de estado en el libro “Operación masacre”, publicado por primera vez en 1957, con muchas re ediciones posteriores, y llevada al cine en 1972. En el año 1977, es decir, cuatro años después de publicar “Caso Satanowsky”, cinco años después de la película “Operación masacre”, y ocho años después de “Quién mató a Rosendo”, Rodolfo Walsh fue emboscado, atacado a balazos por agentes de la dictadura, que lo secuestraron malherido, pasando a integrar la lista de detenidos desaparecidos.

El tema da para mucho. Ciertamente en algunos casos el azar juega su rol. También las profecías cumplidas deben tener algo que ver con una profusión de obras cada vez mayor, de tal forma que aumenta la probabilidad de aciertos en la lógica de las predicciones. Hay obras actuales cuya concreción en el mundo real si bien aún no llega, se comienza a ver más cerca, como las novelas de la serie del ciborg de Diego Muñoz Valenzuela. Y otras en el ámbito de los futuros distópicos, que uno quisiera que no se materialicen nunca, como “The road” de Cormac McCarthy.

Lo que no puede fallar es la preminencia de la obra por sobre la realidad, la obra tiene que vivir por sí misma, su historia debe convencer, sus personajes tienen que respirar, el lector debe poder compenetrarse en el entorno de la obra. Al decir de Mario Vargas Llosa: “La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata”. Pero la realidad siempre estará por ahí rondando, y hay que saber aprovecharla a favor de la ficción, sin exagerar, ya que apegarse demasiado a la realidad puede arruinar un texto, citando a Poli Délano: “no dejes que la realidad te arruine una buena historia”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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