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«Las obras y las sobras» (2020): Marcelo Lillo, el escritor incomprendido CULTURA|OPINIÓN

«Las obras y las sobras» (2020): Marcelo Lillo, el escritor incomprendido

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Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
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Esta novela corta, está diseñada con las mismas características que realiza una editorial de mayor tamaño: veinte y tres capítulos para darle dinamismo a la lectura y elaborada de una forma en que las voces de los personajes transitan de manera paralela. Estos mismos se encuentran en la ciudad pluvial, pero la interacción es, prácticamente, nula. Lo esquemático del volumen, la falta de innovación literaria es abismante, lo que ratifica lo caduco del planteamiento.


«Las obras y las sobras» (2020) de Marcelo Lillo (Valdivia, 1957) relata sobre un poeta enfermo y en decadencia, Sydney Salinas, quien vive de la ilusión que alguna vez tuvo durante la “carrera literaria” en la que era llenado de elogios y zalamerías por parte de amistades y la prensa.

Luego, está Nelly, una admiradora y posteriormente, pareja del protagonista y que es descrita como “la única preocupación de Nelly ha sido preguntarse qué siente una persona al recibir tantísimos elogios”, o “le hubiese gustado que Nelly afirmara que su obra sería eterna”.

Por otro lado, Alejandro, profesor de filosofía, tiene por objetivo escribir una novela de autoficción a los cuarenta y cinco años, lejos de la presencia de Iris y del hijo, Camilo. Aquí, el pensamiento mágico del docente, es incapaz de dialogar sus aprehensiones literarias y señala que tuvo miedo de contarle a la esposa porque no lo iban a entender. Ella es trazada como una persona débil y sensible.

Sydney y Alejandro dialogan en solitario sobre literatura. El primero, reflexiona sobre el legado de su obra tras reconocer que padece cáncer y languidece por no participar de la crianza de los hijos. El segundo, intenta comenzar la novela que tanto anhela. Los demás personajes están de adorno porque el objetivo es validar la idea que se tiene sobre el escritor, el acto creativo y el artista. Es decir, una suerte de incomprendido, loco de emergencia e insensato de escasa productividad. Ambos buscan desde sus espacios, una redención que será sutil e inocua.

Esta novela corta, está diseñada con las mismas características que realiza una editorial de mayor tamaño: veinte y tres capítulos para darle dinamismo a la lectura y elaborada de una forma en que las voces de los personajes transitan de manera paralela. Estos mismos se encuentran en la ciudad pluvial, pero la interacción es, prácticamente, nula. Lo esquemático del volumen, la falta de innovación literaria es abismante, lo que ratifica lo caduco del planteamiento.

Más aún, si la novela se desarrolla con una cantidad implacable de imposturas como las frases: “la literatura no tiene explicación”, “Únicamente los más capaces son capaces de entender un poema”, “qué complicado es el mundo, qué complicado es entender la poesía, el arte. ¡Qué complicado es ser un dios!”, “nadie es capaz de ingresar a la mente de un artista, tal vez ni el propio artista”, o la situación auto-celebratoria de una lectura poética donde Salinas se designa “poeta santo”.

Mientras Sydney se topa con los demás, nunca lo hace con Alejandro. Ideal sería rematar esta caricatura en uno de los tantos bares valdivianos. No digamos que la literatura chilena no tiene sentido del humor, porque clasismo tiene de sobra.

Marcelo Lillo, quien ha sabido granjear la fama de escritor lejano a la rutina de la capital, parte de lo mencionado es utilizado en el imaginario actual. La generación de atmósfera es tenue pero situada de manera pertinente. Sin embargo, no existe contraste en la figura del escritor, tampoco en el renombre que otorga vivir de la venta de libros y la pérdida de la valía como literato. Por lo que en «Las obras y las sobras» (2020), este libro es una muestra de cómo la carrera de un autor no logró despegar.

Ficha técnica

Las obras y las sobras (2020) Marcelo Lillo.
Editorial Libros de Mentira
95 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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