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«El MIR de Miguel»: una visita al compromiso político de los jóvenes en los años 60 y 70 CULTURA|OPINIÓN

«El MIR de Miguel»: una visita al compromiso político de los jóvenes en los años 60 y 70

El texto en lo medular busca reconstruir mediante testimonios, evocaciones directas y el repaso de ciertas situaciones claves, el funcionar diario, las actividades y quehaceres, de una partida de jóvenes, estrechamente vinculados bajo el liderazgo de Miguel Enríquez. Una agrupación que, a muy poco andar, en un lapso no mayor a dos o tres años, desembarcaría en una nueva orgánica de praxis política, comenzando por cuestionar los propósitos y cosmovisiones de la izquierda tradicional del Chile de los sesenta.


«El MIR de Miguel», lleva por título el recién publicado libro del periodista Ignacio Vidaurrázaga Manríquez: con subtítulo de Crónicas de Memoria, introduce un exhaustivo trabajo de investigación; con más de 120 entrevistas (son los primeros dos de cuatro tomos) organizados en cuarenta capítulos que pasan revista y reconstruyen los episodios y circunstancias que, concatenados, van a dar nacimiento a un poderoso movimiento político -integrado mayoritariamente por jóvenes- que vendría a jaquear en sus cimientos los métodos y liturgias decimonónicos de la política chilena de la década de los sesenta y gran parte de los setenta del siglo XX.

Se trata de la historia del nacimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR y su líder máximo Miguel Enríquez.

El texto en lo medular busca reconstruir mediante testimonios, evocaciones directas y el repaso de ciertas situaciones claves, el funcionar diario, las actividades y quehaceres, de una partida de jóvenes, estrechamente vinculados bajo el liderazgo de Miguel Enríquez. Una agrupación que, a muy poco andar, en un lapso no mayor a dos o tres años, desembarcaría en una nueva orgánica de praxis política, comenzando por cuestionar los propósitos y cosmovisiones de la izquierda tradicional del Chile de los sesenta.

En síntesis, esta crónica efectúa una nueva visita al significado del compromiso político de los jóvenes en los años 60 y 70 y, desde esa óptica, nos cuenta la historia de un nuevo movimiento político con sus errores y sus aciertos.

El propósito de estas memorias no carece de apetito, a su modo busca continuar un diálogo largamente interrumpido en nuestra sociedad democrática. El sagrado derecho a reaccionar frente a la injusticia social, a soñar con un contrato social equitativo, a luchar por cambios justos, sin que eso signifique enfrentarse a la respuesta de una política institucional de exterminio.

En este sentido el MIR encarnó los anhelos de miles de jóvenes que se movilizaron por la construcción de una sociedad que procurara igualdades. Por tanto, nada significativo del MIR deja de ser referido y explicado por los entrevistados. Desde los asaltos bancarios hasta cómo se estructuró la escolta mirista del presidente Allende, desde los romances de Miguel hasta las formas de aproximación mirista al tema mapuche demandando la recuperación de sus tierras o con la incorporación del ideario guevarista de la búsqueda de un Hombre Nuevo.

En paralelo a la historia del movimiento, Vidaurrázaga nos muestra la imagen de un muy joven Miguel Enríquez Espinosa, egresando de la enseñanza media, en sus primeros años de estudiante de medicina en la U. de Concepción, un joven más, como cualquier joven proveniente de las filas de la llamada clase media, más bien pudiente, con padres profesionales que en aquella época se encumbran a destacados puestos como rectores de universidad o Ministros de Estado, padres que provienen de la masonería o del mundo católico, con una larga trayectoria de sólida formación intelectual y responsabilidad civil, jóvenes que además destacan en sus estudios y se gradúan con honores.

Detalle importante a destacar en el caso de estos hombres que se nuclean en torno a Miguel Enríquez, parten reuniéndose después de clases, en una habitación en el patio trasero del hogar de sus padres y, se convertirán en la Dirección del MIR. Varios egresados de la carrera de medicina. Casi todos son médicos. Un conjunto de brillantes intelectuales, que se sienten llamados a interpretar un hermoso canto «siempre sembrando esa alegría de vivir/ en ti / en mí / en nosotros».

Miguel incluso muestra sentido del humor y va madurando a la par de la organización que encabeza. Miguel lidera un dotado grupo que se propone tareas ambiciosas, pero es también un hombre enamorado, irónico y locuaz. Fumador pertinaz y polemista de temer. En estas páginas aun no aparecen las balas que desde su pecho nos llamaran en la calle Santa Fe.

Con estos primeros volúmenes corales de “El MIR de Miguel, crónicas de memoria” el sello Negro Editores propone comenzar de una vez por todas a considerar el pasado que aquí se refiere y no seguir barriéndolo bajo la alfombra. Como si lo ocurrido en estas crónicas se pudiera olvidar, ignorar o hacer de cuentas que jamás existió.

Sobre los orígenes

A decir verdad, si se considera en frío, y uno se pregunta cómo fue posible que un puñado de jóvenes, con honores académicos, de respetadas familias y con prominentes futuros al estilo del cacareado “sueño americano”, se enrolaran al destacamento rebelde de la sociedad, conformado por parias, criaturas famélicas y diversas raleas de proletarios, para vestir el atuendo de activistas sociales, rebeldes y guerrilleros, y lanzarse de cabeza a los bosques de Sherwood al más puro estilo Robin Hood, a combatir las injusticias para redimir a los pobres del campo y de la ciudad, se concluye que este debería ser un tema a estudiar seriamente, en el mismo nivel de importancia que se le concede a las finanzas, la economía y el aumento de la productividad o a la ganancia de dinero, puesto que cualquiera de estos hombres y/o mujeres habrían sido excelentes exponentes del sector social que precisamente promueve esos valores. ¿O no lo consideran así ustedes?

O, quizá, la explicación a sus conductas habría que buscarla en otras condicionantes. Acaso en el llamado factor cultural. O en las ideologías. O quizá en la época. La era está pariendo un corazón, anunciaba la letra de Silvio Rodríguez en aquellos días. Cuando por toda américa soplaban aires que no habrían de parar; la década del sesenta se inicia con la toma de la Habana y el triunfo de la Revolución Cubana, al poco tiempo la segunda declaración de la Habana traerá aires frescos sobre todo el continente, luego el rol jugado por El Che, -otro médico-, con su intervención en la ONU y su posterior acción en Bolivia, donde llega a poner en práctica su teoría de los focos: crear un, dos, tres Viet-Nam. Multiplicar los puntos de combate contra el imperialismo.

Esa guerra mostraba en las pantallas de los noticiarios los bombardeos con Napalm sobre aldeas indefensas, niños desnudos, en llamas. “Haz el amor y no la guerra”. Mientras en el Viejo Mundo, los estudiantes franceses, pedían desde Nanterre: “La imaginación al poder”. En los días de aquel mayo irrepetible, con barricadas en las calles de París, “Demandando lo imposible”. El rock y El Canto Nuevo, levantaban una ola de transformaciones imposibles de eludir. Desde muchos puntos de vista, uno de los periodos más felices de la humanidad porque la esperanza se volvía real en un montón de lugares, tal como lo plasma en su canción el Gitano Rodríguez “Ha llegado aquel famoso tiempo de vivir”.

Seamos francos, en realidad era difícil ser joven en aquel periodo, en un planeta en ebullición, transformándose, buscando desesperadamente puertas de sobrevivencia.

El año 1964, las elecciones presidenciales en Chile, cambian a Jorge Alessandri, un derechista de la aristocracia tradicional por Eduardo Frei, en representación de un centro tibio, que promete una Revolución en libertad, Reforma agraria, para un país que en términos agrícolas continuaba sumido en la mentalidad de la España medieval y que además resulta electo con una abrumadora mayoría a la que se suma la derecha.

En aquellas condiciones, ciertos sectores radicales de la izquierda chilena, unidos a algunos troskistas, anarquistas y una serie de jóvenes rebeldes y entusiastas comienzan a crear el embrión del cual, a poco andar, nacerá el MIR.

La importancia de un lugar

La crónica establece con precisión que la ciudad de Concepción será llamada a jugar un rol primordial, en parte porque ahí queda la Universidad de Concepción, donde Miguel y la mayoría de sus seguidores estudian, de modo que muy pronto el nombre de Concepción resonara como un mantra en boca de los revolucionarios, adquiriendo casi la misma resonancia mítica de Petrogrado (o San Petersburgo) Los miristas se consideraran a si mismos los nuevos bolcheviques investidos de un halo casi mágico en la cultura revolucionaria.

Muy pronto el desarrollo de la organización mirista se desplegará, ganando rápidamente adeptos, primeramente, en los recintos universitarios, en la U. de Concepción donde nace como MUI, en su desarrollo adoptará otras siglas operacionales (el FER entre los estudiantes, FTR en el frente obreros y MCR con los campesinos). También jugará un relevante papel profundizando la reforma agraria con una influencia notable en el campesinado y en sectores poblacionales y proletarios.

El MIR no se incorpora al gobierno popular de Salvador Allende, pero en el mes de julio de 1970 suspende todas las operaciones directas, permanece leal, y ofrece los primeros cuadros que integraran la comitiva de protección personal del presidente. El GAP o grupo de amigos personales que más tarde será reemplazado por militantes socialistas. Otro de los aportes significativos más importantes del MIR al llamado proceso chileno será la incorporación del concepto expresado por Che Guevara, en el sentido de que la Revolución demanda un Hombre Nuevo.

Cabe señalar que el libro consigue importantes e interesantes aciertos en recuperar y describir la cotidianeidad del MIR como movimiento político relevante, y precisamente es en este despliegue de actividades donde adquiere su máxima importancia para estudiosos e investigadores, no obstante, desde un plano teórico se extraña una ponderación a los principios esenciales que fundamentan la estrategia y tácticas políticas del movimiento.

Y aunque aún falte la lectura de otros dos tomos para concluir el relato de esta épica social, es importante señalar que la mayoría de los nombres que aparecen en estas páginas ya no se encuentran entre nosotros. Fallecieron en tortura, enfrentamientos simulados o verdaderos o en el exilio, sin embargo, su gesta continua presente, puesto que más allá de la superación de la miseria, los avances tecnológicos y el publicitado despegue económico, nuestra sociedad continúa siendo un hervidero de injusticias de todo tipo y de ausencia de dignidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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