Publicidad
«Los amantes» en el Teatro Nacional: una crítica al amor como dispositivo de extorsión CULTURA|OPINIÓN Crédito: Álvaro Hoppe

«Los amantes» en el Teatro Nacional: una crítica al amor como dispositivo de extorsión

Publicidad

En general la dirección de Heidrun Breier va en un sentido encaminado hacia la convergencia de los tres ejes motrices de la fábrica, ya comentados anteriormente: amor, trabajo y economía. Todo esto, desde una perspectiva paródica a cierto feminismo en clave neoliberal y patronal que ha surgido gracias a la tergiversación clasista del cuarto propio planteado por Virginia Woolf.


Usando la fórmula de Marx, proponiendo la emoción sobre el intelecto, yo creo que el amor es el opio de las mujeres.

Diamela Eltit

Tertulias poéticas y peleas de perros

El jueves 28 de Abril se estrenó Las amantes, adaptación teatral de Heidrun Breier sobre la novela homónima de Elfriede Jelinek, escritora austríaca premiada con el Nobel de Literatura (2004).

¿Contamos aún con la facultad de amar, pese a la soberanía del capital aumentada por el patriarcado? Esa pregunta, entre otras, es planteada en la fábrica escenificada en el Teatro Nacional Chileno. Una industria textil donde se fabrican delantales en tonos pastel, que opera sincrónica y anacrónicamente durante la puesta en escena; pese al tedio moderno producido visualmente por la usina, este no se torna monocorde, dado que junto a su compás rítmico –ajustado a otros recursos teatrales– la fábrica de Las amantes a menudo es interrumpida de súbito, pausada o acelerada, en relación a tres tópicos abordados por Heidrun Breier.

Resulta sumamente eficaz en el relato, que el amor, el trabajo y la economía sean tres ejes motrices de la fábrica escenificada; ya que al ser fuerzas dinámicas del universo allí dispuesto, queda en suspenso si se trata de conceptos que mueven o detienen al mundo. ¿El amor hace al mundo girar, o hace al inmundo congelarse?

Chile y Alemania mantienen varios aspectos en común, además de su afición empedernida hacia la cerveza, las salchichas y el chucrut. Dentro de sus más elevadas similitudes, se encuentra la densidad del pensamiento filosófico situado a la provincia insular, como el desarrollado por Martin Heidegger y la Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (CUDS). Respecto a Heidegger, es necesario aquí detenerse en el universo de “lo dispuesto”, en tanto categoría estética que nos permite aproximarnos parasitariamente a eso que denominamos “mundo”, y a esa otra cosa que también piensa, denominada “cuerpo”.

La dirección teatral de Heidrun Breier plantea una crítica a esa manera de experimentar el mundo a través del cuerpo, en un sentido utópico, ya que justamente cuestiona que las personas estemos disponibles como objetos al servicio de la fábrica neoliberal. Hoy, cuando a través de aplicaciones instalables en dispositivos electrónicos, podemos acceder al afecto de la sexualidad opuesta o complementaria con apenas un dedo ¿Es el amor necesario o sencillamente es un objeto “disponible”?

Disidencia sexual de galucha

El año del Bicentenario de esta capitanía disfrazada de República, la CUDS activó su segundo circuito de disidencia sexual, bajo el leit motiv “Por un feminismo sin mujeres”; no es casual que dentro del público de Las amantes, se hayan encontrado una activista y una supernumeraria de la coordinadora, quienes participaron de históricas intervenciones como Dona por un aborto ilegal (2012) y Los maracos del 73 (2015).

Dentro de los textos más provocadores y lúcidos publicados en el libro que recopiló la memoria textual detrás de Por un feminismo sin mujeres, se encontraba el ensayo breve de la filósofa Alejandra Castillo titulado El feminismo no es un humanismo. Más allá de las ideas formuladas por Castillo, planteadas a partir de una genealogía situada de los feminismos que entre otras, considera a Julieta Kirkwood, resulta oportuno en virtud de Las amantes, pensar todavía en las posibles nociones que podrían derivarse de un feminismo sin mujeres.

En este caso, asumiendo el rol de directora, Heidrun Breir optó por la inteligente solución teatral de convocar a cinco varones para interpretar roles que en la novela de Jelinek son asumidos por mujeres. Eso, bajo la propuesta de encarnar dichos roles con el cuidado de no jugar al travestismo obsceno, como sucedió de manera bastante insolente en la versión cinematográfica de Tengo miedo torero, estrenada el 2020; particularmente, el ridículo interpretativo que ofreció Luis Gnecco ante la cámara.

Si bien, en la mayoría del relato teatral, el elenco de Las amantes fue capaz de dar en la tecla apuntada por su directora, a ratos y debido al desechable fenómeno del galucheo –eso que hacen los actores para hacerse los “entretenidos” con el público–se dedicaban a parodiar molestamente un amaneramiento femenino que no les corresponde. Sin embargo, al tratarse de la primera función, se trata de una situación completamente perdonable, ya que justamente los estrenos suelen ser gratuitos para recibir las críticas de rigor.

La vida como supermercado

A pesar de dicha impertinencia circunstancial por parte del elenco, en general la dirección de Breier va en un sentido encaminado hacia la convergencia de los tres ejes motrices de la fábrica, ya comentados anteriormente: amor, trabajo y economía. Todo esto, desde una perspectiva paródica a cierto feminismo en clave neoliberal y patronal que ha surgido gracias a la tergiversación clasista del cuarto propio planteado por Virginia Woolf.

Es decir: Las amantes de la compañía dirigida por Heidrun Breier no solo critica al amor como dispositivo de extorsión manipulado por los varones, sino que también a la propiedad privada implicada en los deseos de realización familiar y personal que algunas mujeres intentan consumar a través de la acumulación de bienes materiales.

En sintonía con la crítica al patriarcado y la propiedad privada, la fábrica textil diseñada por Rodrigo Bazaes incluye una banda transportadora en medio del escenario.

Hay tres imágenes que se suceden en esa cinta dinámica, similar a la caja de los supermercados, donde transcurren cuerpos, vegetales y proyectos de vida: los cuerpos de los actores vestidos con delantales pastel que circulan por la fábrica inhumana, manzanas verdes que alegorizan la masculinidad que connota la pieza ósea conocida como “la manzana de adán” y la maqueta de una casa particular que se mueve por la banda como el único proyecto vital a seguir. Esta lúdica estrategia visual, remite a una idea planteada por Alejandra Castillo en conversación con Revista Hiedra, ya anticipada por Michel Houellebecq el año 2004: El mundo como supermercado de los afectos e ilusiones.

Finalmente, y en sintonía con ese ilusionismo, Las amantes de Elfriede Jelinek dirigida por Heidrun Breier, es una pieza teatral compleja en la que la mayoría de los elementos teatrales logran articularse en pos de lograr un tremendo efecto distanciamiento, en el sentido brechtiano del término. Dicha distancia crítica, es asumida desde la iluminación –cuyo efecto visual a menudo corroe de óxido los fierros metálicos de la fábrica escenotécnica–, pasando por parte de las actuaciones, hasta llegar a los contenidos de la dramaturgia. Como por ejemplo, el siguiente extracto coral que sintetiza ejemplarmente el espíritu de la puesta en escena:

Como dice el viejo refrán: las mujeres han nacido para sufrir, los hombres para trabajar. El uno se aferra al cuerpo del otro y se aloja dentro como un invasor. Vive y extrae su alimento de él. Esto se llama: simbiosis.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias