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“Yawar Chicha”: el libro sobre la cumbia chicha que se lee en las murallas de Santiago CULTURA|OPINIÓN

“Yawar Chicha”: el libro sobre la cumbia chicha que se lee en las murallas de Santiago

Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
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El texto de Alfredo Villar instala un estado de la situación sobre la cumbia chicha que busca revitalizar frente a la denostación de la sociedad del espectáculo, la industria cultural y la maquinaria política. Y es que las influencias musicales foráneas han sido adaptadas por músicos muy diversos.


La música chicha en Chile tiene su demostración más evidente en los carteles pegados en los muros de las avenidas de Recoleta, Independencia, Quinta Normal y Santiago centro. En ellos, observamos la visita de grupos de música tropical oriundos de distintas zonas del país norteño. De acuerdo a los anuncios de los eventos, se observa un débil vínculo entre la música chilena y peruana, tampoco este tipo de canciones se escuchan por las radios o por caminos masivos, si no son cover, no comparten escenarios. Este tipo de música la consideramos música migrante y de periferia.

Alfredo Villar (Lima, 1971) ofrece “Yawar Chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana” (Cúpula, 2022). Una investigación sobre los orígenes modernos de la cumbia chicha en el Perú y que dialoga con uno de los libros fundamentales del vecino país: “los ríos profundos” de José María Arguedas. El concepto de “lo chicha” es un tipo de música tropical que ha estado permanentemente situado con lo marginal, asociado -señala el autor- al caos y a la informalidad, a la falta de normas y a la transgresión. Es decir, para comprender lo que significa “lo chicha” lo podemos graficar como el mismo fenómeno que pasó la cumbia villera en Chile durante la década del dos mil, cuando aquello era graficado como “lo flaite” y “lo picante”.

En los cinco capítulos: Vereda tropical (1951-1968), ¡¡¡Cumbianrol!!! (1968-1974), Muchachos provincianos (1974-1988), Tecnoschocks (1988-2001) y El baile de los que aman (2001-2022), se despliega con conocimiento sobre el estado del arte de esta cumbia y que se desarrolla a la par de la industria cultural y política de la nación.

En el primero, la influencia de la música cubana interviene en los salones de baile donde imperaba la música norteamericana con nuevos ritmos como el son, la rumba, la guajira, la conga y la guaracha en los años cincuenta. En la era de las grandes orquestas se destaca la sonora de Luis Macedo, quienes grabaron temas que mezclaban el swing, el jazz, la cumbia y música de lo más variado. En los años venideros, la política cultural estadounidense detiene el influjo de la música cubana, por lo que, la música peruana transita en una hibridez que comprende: por un lado, el jazz, el swing, el foxtrot hasta el rocandroll; en la división folclórica, el huayno, los valses y las polkas; y la tercera parte, los mencionados guaracha, mambo y el son. También se suma el ingreso de músicos inmigrantes quienes colaboran en el medio para que aparezcan sonidos masivos (1967 y 1968), un fenómeno que combina guitarra eléctrica, rítmica tropical y mestizaje andino, y que se sintetizan en el tema musical “arre caballito” de Manzanita y su conjunto.

En ¡¡¡Cumbianrol!!! (1968-1974), el autor sitúa a los grupos Manzanita y Los Destellos como iniciadores de una revolución cultural al situar a la cumbia como género que absorbía todas las influencias musicales foráneas. Es decir, la exploración de sonidos de la guitarra eléctrica permitió que ambos conjuntos desarrollen una particular forma creativa de mezclar los estilos. De esta manera, en esta etapa emerge una industria cultural que los acoge, los distribuye y los difunde mediante las disqueras Sono Radio, FTA, Dinsa e Iempsa.

En Muchachos provincianos (1974-1988), marca una época donde Chacalon y compañía representa la música tropical más rockera, más curtido y marginal de la década del ochenta, principalmente por el dominio de masas dado que comprendía a los espectadores al verse reflejado en ellos su procedencia y lugar de crianza. De igual forma con temas musicales que combinan letras crudas y románticas lo que terminaría de forjar la leyenda del cantante. Los Shapis serán la cumbia nostálgica y de la esperanza, ya que reflejan y le canta a la migración campo-ciudad y a los obreros, apelan a la simpatía y a la ilusión que mediante un pequeño trabajo poder tener un espacio en la urbe.

Tecnoschocks (1988-2001) sucede que los grupos que predominaban la década anterior comienzan a desaparecer, Chacalón fallece en 1994 y comienzan las migraciones de bandas. La televisión y la radio exhiben el espectáculo de mostrar mujeres ligeras de ropa y mostrando planos cerrados de carnes prominentes. Frente a ello, se destacan dos agrupaciones como Aguamarina con el sonido “tecnocumbia”, porque “más allá del uso de sintetizadores electrónicas en la música (…) es la refinada instrumentación , los delicados arreglos pop, la melódica vocalización, la búsqueda de letras cargadas de auténtico romanticismo y poesía popular”, destaca Alfredo Villar.

Por otro lado, aparece Armonía 10, quien explota la sensualidad de la cumbia, debido a que amplía los registros posibles pasando por el sanjuanito ecuatoriano, la ranchera mexicana, la balada latina y la música popular norteña y selvática. Ambos grupos revitalizan la escena de la cumbia y la industria cultural utiliza estas influencias musicales mostrando por los medios de comunicación cumbia chicha y promoviendo el sexismo.

Mientras sucedía esto en la capital limeña, en los alrededores se hacen conocidas voces femeninas influenciadas por la argentina Gilda: Rossy War y Ada son dos ejemplos del reinado de la tecnocumbia. La primera hará un cover de “Como la flor” con la interpretación pasional, áspera y ruda; mientras que la segunda, la figura trasandina sería la figura a seguir y por ello, canta versiones de canciones de la autora de “no me arrepiento de este amor” utilizando un registro vocal ligado a la delicadeza y lo sensual.

El baile de los que aman (2001-2022) se afirma que el público era irregular pero que tenían a Armonía 10 y Aguamarina como bandas predilectas. Por tal motivo, los nuevos grupos de esta etapa encontraban cierto nivel de resistencia por hacerse un lugar en Lima. Sin embargo, un puñado de grupos como Grupo 5, Caribeños del Guadalupe, Corazón Serrano, entre otros sí cumplirían el objetivo.

“Yawar Chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana” (Cúpula, 2022) instala un estado de la situación sobre la cumbia chicha que busca revitalizar frente a la denostación de la sociedad del espectáculo, la industria cultural y la maquinaria política. Y es que las influencias musicales foráneas han sido adaptadas por músicos tan diversos como diversos son los sectores del desaparecido imperio Inca. Así, esta cumbia híbrida es parte de un imaginario popular de largo aliento que Villar registra como parte de la identidad peruana y que están presentes en las calles de Santiago.

Ficha técnica:

Yawar Chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana
Alfredo Villar
Editorial Cúpula, 2022
152 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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