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“La campana de cristal” de Sylvia Plath: salud mental e identidad femenina CULTURA|OPINIÓN

“La campana de cristal” de Sylvia Plath: salud mental e identidad femenina

En la novela se muestra el ideal femenino de aquella sociedad y la escisión entre lo que debe ser y pensar y lo que la protagonista siente y desea. Aún en la actualidad, muchas mujeres se enfrentan al mismo conflicto, donde parece ser un imperativo tener que elegir entre uno y otro proyecto de vida.


“La campana de cristal”, novela escrita por Sylvia Plath en 1963, aborda temas cruciales como la salud mental y la identidad femenina en el contexto social norteamericano en los años cincuenta.

La historia se centra en Esther Greenwood, una joven que llega becada a Nueva York. La narración fluye con el uso de imágenes y metáforas que facilitan conocer el mundo de la protagonista, desde cómo lo ve y se relaciona con otros en él, hasta cómo avanza su encierro en la campana de cristal.

Las descripciones poéticas abundan: “El gran ojo gris del cielo me devolvió la mirada, con el sol velado por la bruma iluminando las distancias blancas y silenciosas que partían de todos los puntos cardinales, una pálida cumbre tras otra, hasta detenerse a mis pies”.

Conocemos a la protagonista y su mundo, en una narración en primera persona, poco usual para el tema que trata y sobre todo para la época en que fue escrita. A través del relato vemos el mundo que se le impone y su progresiva sensación de desconexión con las convenciones y expectativas sociales.

En la novela se muestra el ideal femenino de aquella sociedad y la escisión entre lo que debe ser y pensar y lo que la protagonista siente y desea. En el siguiente párrafo se muestra este conflicto: “De la punta de cada rama, como un suculento higo morado, un futuro maravilloso me atraía y me tentaba. Un higo era un marido y un hogar feliz y niños, y otro higo era una poeta famosa, y otro higo una profesora brillante, y otro higo era E.G., la fantástica editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica, y otro higo era Constantin y Sócrates y Attila y un pelotón de otros amantes con nombres curiosos y profesiones estrafalarias, y otro higo era una campeona olímpica de remo, y más allá y por encima de esos higos había muchos más que no acertaba a distinguir”.

Aún en la actualidad, muchas mujeres se enfrentan al mismo conflicto, donde parece ser un imperativo tener que elegir entre uno y otro proyecto de vida. Esther en esta novela lo expresa así: “Me vi sentada en la horcadura de esa higuera, muriendo de hambre solo porque no podía decidir cuál de los higos deseaba. Los quería todos, pero elegir uno significaba perder a los demás, y mientras permanecía allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaban a arrugarse y a ponerse negros, y uno por uno caían en el suelo a mis pies”.

Al recorrer las páginas vemos que el mundo que rodea a Esther, ejerce su dominio y deja caer la campana sobre ella.

“Dondequiera que me sentara, en la cubierta de un barco o en un café callejero de París o Bangkok, estaría sentada bajo la misma campana de cristal, cociéndome en mi propio aire agrio”. Una metáfora de la opresión del contexto sociocultural en lo externo, y desde lo interno, su condición de salud mental. La transparencia de la campana, alude a que nadie, excepto la protagonista ve su encierro.

Si bien la situación de la mujer en Occidente, ha mejorado respecto de aquellos años, aún queda mucho por progresar. En cambio, en el terreno de la salud mental, se ha avanzado muy poco en la comprensión de las enfermedades y de las personas que la sufren.

Se recomienda la lectura de esta gran novela, especialmente de esta edición, en la que la ilustración le da más fuerza a las emociones que despierta la narración, y ayuda a la lectora y al lector a crear su propio imaginario.

Ficha técnica:

“La campana de cristal” de Sylvia Plath
Ilustrada por Sonia Pulido
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Prólogo de Aixa de la Cruz
257 páginas. Editorial Random House.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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