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Lectoras, lectores, lecturas CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

Lectoras, lectores, lecturas

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Jorge Montealegre Iturra
Por : Jorge Montealegre Iturra Escritor, Investigador Universidad de Santiago
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El Estado debe preocuparse de facilitar el acceso a las lecturas; de fomentar la edición, producción y distribución del libro; de estimular la creación literaria; preservar el patrimonio bibliográfico; defender el derecho de autor, y perfeccionar la legislación cultural.


Ante las preguntas ¿por qué lee o por qué cree que es necesario leer? Puede haber innumerables respuestas individuales, diversos puntos de vista singulares, alimentados seguramente por las propias lecturas de cada una de las personas que responden. Es decir, de lectores y lectoras. Respuestas apasionadas, pragmáticas, nostálgicas, didácticas, místicas, ensoñadoras. Cada uno sabría decir por qué lee.

Sin embargo, hay encuestas y estudios que nos informan que un alto porcentaje no lee y que muchas personas no entienden lo que leen. Es preocupante. Entonces la pregunta ¿por qué cree que es necesario leer? es necesario responderla con una mirada que trascienda los intereses y gustos individuales, sin olvidarse de ellos. ¿Por qué, entonces, nos debe interesar promover y contribuir a la construcción de un país de lectores y lectoras?  El supuesto, en este caso, es que sí le interesa a una ciudadanía democrática… porque hay gobiernos a los cuales no les interesa. Y de eso sabemos: quema de libros, censuras, dogmatismos, autores y lecturas oficiales, etc.

Para el desarrollo de una sociedad en permanente y creciente democratización, la promoción de las lecturas (así, en plural) es fundamental. Hay varias razones para entender que la lectura nos permite crecer humana, social, económica y culturalmente.

La lectura es un factor de identidad. En nuestras escrituras y lecturas está la preservación de nuestro lenguaje. El registro y transmisión de la memoria de nuestras culturas originarias, locales, los rasgos de nuestra nacionalidad. La historia, las tradiciones, los mitos. Las nostalgias y utopías colectivas. Las celebraciones y conmemoraciones de historias felices, ingratas o vergonzosas. La memoria colectiva, aunque no nos guste. Nos vemos en un espejo de papel que nunca se deja de escribir.

La lectura es un factor de desarrollo, de movilidad social. Nos permite -desde la educación inicial- adquirir las competencias necesarias para participar en el mundo de la información y el conocimiento, desde la imprescindible capacidad de comprensión de las instrucciones más simples hasta las complejidades de la ciencia y la filosofía, en un mundo de avances tecnológicos acelerados. Es una llave para entrar al amplio mundo de la cultura y del trabajo.

La lectura es un factor de inclusión social. Un país con lectores y lectoras permanentes y autónomos, con espíritu crítico, podrá desarrollar una ciudadanía responsable y una democracia madura. La lectura permite ciudadanos y ciudadanas en mejores condiciones de información y conocimientos para tomar mejores decisiones; y para enfrentar y evitar el engaño de los populismos y las noticias falsas. Las diversas formas de discriminación que vivimos cotidianamente retrocederían en un país que amplía sus posibilidades de acceso al conocimiento de comprensión del pluralismo y respeto a la diversidad.

Por último, pero es lo más importante, la lectura es un factor de felicidad. Es decir, mejora la calidad de vida.  Nos proporciona placer, desarrollo de la imaginación. Nos humaniza al lograr sintonía con las subjetividades, con los afectos, con las pasiones, con el humor, con los goces y dolores que nos conectan con nuestra interioridad y con el prójimo. ¿Qué mejor momento de afectuosa intimidad es más memorable que ese en que el padre o la madre le leen un cuento a sus niños o niñas?

Bastaría decir que leer nos hace mejores personas. Por esto y seguramente otras buenas razones, el Estado (y las candidatas y candidatos a dirigirlo) debe preocuparse de facilitar el acceso a las lecturas; de fomentar la edición, producción y distribución del libro; de estimular la creación literaria; preservar el patrimonio bibliográfico; defender el derecho de autor, y perfeccionar la legislación cultural.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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