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Habitar el abismo: Chul Han, Ricardo Espinoza y la poética del NosOtros CULTURA|OPINIÓN Crédito: EFE

Habitar el abismo: Chul Han, Ricardo Espinoza y la poética del NosOtros

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Este texto por tanto, no es sino una tentativa de tender un puente entre el diagnóstico de Han y el gesto creador de Espinoza, entre la melancolía del filósofo coreano y el impulso poético del filósofo chileno y Candidato a Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2025.


En una época donde la felicidad ha sido reducida a un objeto de consumo, a un dato cuantificable y donde el sujeto es reemplazado por el rendimiento solitario de un “yo” agotado, emerge, casi como un acto de insurrección poética, la Barca del NosOtros propuesta por Ricardo Espinoza Lolas. Allí donde Byung-Chul Han diagnostica la pérdida de lo otro, del misterio, del eros como herida que nos vincula, Espinoza Lolas responde desde la orilla opuesta; invoca la comunidad radical, encarnada en la metáfora móvil de la barca, como sostén metafísico en un mundo que se ha vuelto desierto.

Byung-Chul Han, en La cosificación de la felicidad, denuncia la desaparición de la negatividad, de la alteridad, del “tú” verdadero, en el reino del “like”, la subjetividad se ha disuelto en positividad narcisista, la promesa de la autoayuda y la eficiencia emocional ha dejado al sujeto solo frente a un imperativo de optimismo, negando la tragedia, la muerte, el dolor todas esas formas de lo real que hacían posible el contacto profundo con el otro. Han nos habla de un infierno reluciente, donde el infeliz no es el que sufre, sino el que ha sido excluido del mercado de la felicidad, en este marco, el sufrimiento es visto como una anomalía, una disfunción personal, no como una dimensión constitutiva de la experiencia humana.

Esta visión produce lo que Han denomina “la privatización de la felicidad”; la responsabilidad del bienestar recae completamente sobre el individuo, desconectándolo de los demás y de las estructuras sociales. Se niega así la posibilidad de una felicidad colectiva o política. Esta operación encubre las desigualdades sistémicas y desactiva cualquier impulso de cambio social. El mandato de la felicidad se convierte entonces en una forma de dominación, una tecnología de poder que sustituye a la represión tradicional.

Pero lo más grave para Han es que este modelo produce un sujeto cansado, ansioso, incapaz de entrar en resonancia con lo otro, el dolor, antes catalizador de vínculo y transformación, ahora es negado o transformado en terapia. En su lugar, aparece una felicidad sintética, cosificada, que reduce lo humano a un conjunto de sensaciones agradables útiles para el rendimiento y supervivencia.

Frente a este panorama de aislamiento emocional y racionalidad instrumental, Ricardo Espinoza Lolas propone en su Manifiesto de la Barca del NosOtros una forma alternativa de ser y estar en el mundo, su texto no es solo filosófico, sino performatico, a través de imágenes poéticas y metáforas del viaje, convoca a una reapropiación del sentido desde la materialidad compartida de la existencia.

La “barca” funciona aquí como una figura ontológica; no se trata de un simple vehículo, sino de un espacio liminar, móvil y comunitario, que permite navegar por un mundo colapsado. Esta barca acoge a los NosOtros,  una comunidad plural, no identitaria, abierta a la alteridad y afirma la necesidad de reinventar la palabra, la danza, la ternura y la fragilidad como formas de resistencia ante el desierto nihilista del presente. Sin negar la condición de derrumbe planteada por Han, su barca no flota en abstracto, sino que se afirma en lo finito, en la piel, en la voz, en el canto de los pájaros y en la poética de los gestos que resisten el desierto.

Ambos filósofos coinciden en un diagnóstico; hemos perdido la brújula y la orientación. Han lo formula como la abolición del misterio, de la negatividad dialéctica que permite el sentido. Espinoza lo dramatiza en una escena de abismo; “cuando ya no hay espacio que recorrer…”, cuando “todo camino ya se recorrió”, solo queda construir barcas,  formas relacionales de contacto radical. Estas barcas, lejos de prometer una salvación trascendente, se afirman en el tránsito, en el viaje compartido, en el estar juntos aunque el mar esté agitado. La respuesta que plantea Espinoza es una reapertura del mundo a través del NosOtros, un término deliberadamente construido que fusiona el “nosotros” con el “otro”.

La idea de comunidad que surge aquí no es la del contrato ni la del algoritmo de afinidad, es una comunidad metafísica de los cuerpos y los sueños, de los cantos y las danzas, de los muertos y los porvenir, es una comunidad rota, herida, abierta. Frente al sujeto neoliberal que Han denuncia productor de sí mismo como mercancía emocional, el NosOtros espinoziano se abre a la alteridad sin garantías, asumiendo la finitud no como límite, sino como condición de posibilidad para el amor, la hospitalidad y la alegría.

En este sentido, el Manifiesto es también un texto de resistencia; al individualismo metodológico, al lenguaje que homogeniza, a la palabra que ha dejado de crear,  Espinoza recupera la fuerza poética como forma de transmutación, la palabra, dice, debe volver a la piel. Solo así puede devenir centauro, jardinera, canto. Esta recuperación del decir como acto es precisamente lo que Han señala como perdido; ya no decimos, solo emitimos señales de eficiencia emocional, la comunidad metafísica que ambos anhelan,  Han por su ausencia, Espinoza por su construcción es el espacio donde el lenguaje vuelve a fundar mundo, sin embargo ambos filósofos de raigambre heideggeriana coinciden en la necesidad de “habitar poéticamente”.

Este texto por tanto, no es sino una tentativa de tender un puente entre el diagnóstico de Han y el gesto creador de Espinoza, entre la melancolía del filósofo coreano y el impulso poético del filósofo chileno y Candidato a Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2025. Emerge la figura de una comunidad por-venir; no como totalidad armónica, sino como barca que navega entre ruinas, sostenida por vínculos que no se pueden contabilizar, una comunidad de los que aún creen que el contacto metafísico, carnal, ético es posible en medio del colapso.

Y si, como dice Espinoza, “la palabra ya no crea”, tal vez sea tiempo de inventar nuevas palabras,  o mejor dicho, de embarcarlas.

“La Barca del NosOtros” es un manifiesto de resistencia ontológica y poética, frente a la desertificación contemporánea del sentido, propone una estética del vivir, una ética de la otredad y una política del afecto. No es un programa institucional, ni una fórmula de autoayuda sino un llamado vital a re encantar el mundo desde la comunidad, el canto y el amor.

Finalmente, el texto es una meditación sobre la finitud, el tránsito inevitable entre nacimiento y muerte. Pero no se aborda desde el miedo, sino desde la posibilidad de darle forma a ese tránsito; la vida como viaje, como navegación compartida, que aunque zozobre, da sentido en su fragilidad

El gran dramaturgo checo, Václav Havel, señala en forma magistral: “La esperanza no es optimismo. No es el convencimiento de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, al margen de cómo salga luego”.

https://rednosotros.com/sobre-nosotros/#manifiesto

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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