La abanderada de Chile en los próximos Juegos Olímpicos rompió su silencio y contó que, por más de 10 años, fue violada por su padrastro. Ella, chantajeada y atemorizada, no oponía resistencia porque «no había plata para nada en la casa, no le pasaba plata a mi mamá. Vivía obligada».
Queda poco para los Juegos Olímpicos de Río 2016 y los deportistas chilenos ya se preparan para participar en la competencia. La maratonista Érika Olivera, elegida por la gente como la abanderada del país en los próximos JJOO, no solamente se enfoca en la que posiblemente será su última participación en esta instancia, sino que su carrera más próxima la vive en los cuarteles de la PDI. Dos días después que la presidenta Bachelet le entregara la bandera de Chile, la deportista estampó una trágica denuncia: fue abusada por su padrastro durante más de 10 años en su infancia.
«Debo haber tenido 5 años la primera vez que me abusó en el campamento», confesó Olivera sobre su padrastro a revista Sábado. «El dormitorio estaba empapelado con un papel mural rojo tipo kraft, él mismo lo había forrado. Él empezó mostrándomelo como un juego, con caricias y después fue avanzando. Esa primera vez no entendí lo que pasó, era una niña, no cachaba nada. Él siempre decía que eso nadie lo tenía que saber. Pasó varias veces más y después nos fuimos a Puente Alto, Yo estaba feliz. Creía que al irnos a una casa sólida, con más vecinos, eso se iba a acabar».
Las esperanzas que tenía en ese entonces la joven Olivera se fueron esfumando con el correr de los días. «Me acuerdo llegando hacia la puerta. Estaba sonada, nomás; tenía que pasarlo con él. Apenas tenía la oportunidad, era llegar y llevar para él. Mientras yo no me pude defender, él hacía lo que quería conmigo. A veces, en la noche, él iba al dormitorio nuestro y ahí molestaba un poco, me tocaba cuando estaban mis hermanos. Pero generalmente las cosas se daban en el día, cuando mi mamá no estaba», narró la maratonista.
A los 12 años, edad en la que comenzó a practicar atletismo, Olivera se hastió y decidió contarle a su madre el calvario por el que pasaba. Sin embargo, la respuesta de ella no fue alentadora: «Me dijo que ojalá que fuera mentira, porque si era verdad que él me abusaba, nadie me iba a querer; no iba a poder tener hijos ni familia». El odio de Olivera hacia su padrastro era tan alto que incluso pensó en quitarle la vida mediante semillas venenosas: «Este hombre tomaba mate y se las metí ahí, esperando que se muriera, pero obviamente no pasó nada».
Finalmente, con 18 años, Olivera por fin pudo encarar a su padrastro y detener los abusos: «Me levantó la mano, yo se la sostuve y él me forzó más. Me puse chora, me defendí y le dije que no me volviera a hacer eso nunca más. De la calle le grité: viejo de mierda. Mi mamá vio todo esto. Para mí fue un gran paso. Él no volvió a violarme. Fue la última vez».
La mente de Érika Olivera está enfocada en los próximos JJOO, sin embargo ella carga el peso de usar el apellido de alguien que marcó su vida y la de sus hijos. «Le hago honor al apellido de un hombre que fue lo peor que pudo haberme tocado en la vida. El apellido es reconocido hoy como algo exitoso, pero me costó muy caro y todos mis hijos tienen que llevarlo», sentenció.