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“No me eche a perder el día”… ¡ni el viaje! Opinión

“No me eche a perder el día”… ¡ni el viaje!

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Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctor (c) en Sociología, Goldsmiths, University of London. Director del Instituto de Filosofía Social y Crítica Política.
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Hoy Piñera deja el país rumbo a Buenos Aires. A la cabeza de la conducción gubernamental queda un debilitado Chadwick. El objetivo del Gobierno de recuperar el control de la agenda ha tenido efectividad, al menos en el corto plazo. No obstante, quien crea que los conflictos estructurales que anida una sociedad se resuelven mediante el poder mediático y comunicacional, se equivoca. Responder a la contingencia es un imperativo. Sin embargo, vivir en el presentismo, es cercenar las posibilidades de la política.


Cuando el Presidente Sebastián Piñera dejó el país el 12 de noviembre para iniciar su gira de una semana por Asia y Oceanía, nada hacía presagiar que la fractura más profunda de nuestro país, vale decir, el conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, mostraría a velo descubierto los contingentes síntomas producidos por un histórico proceso de ocupación territorial y dominación militar.

Tras haber perdido dos semanas completas el control de la agenda, era un hecho que desde las primeras horas del pasado lunes, el Gobierno de Sebastián Piñera desplegaría toda su artillería mediática y comunicacional a fin de cubrir las secuelas dejadas por el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca, a manos de la policía militarizada.

La caída de un nuevo mártir agudizó la violencia política en Wallmapu. Más allá de estas fronteras, también impulsó la movilización de la protesta social, mientras en el terreno de la política coalicional, permitió a las oposiciones de la ex Nueva Mayoría y Frente Amplio ejercer cierta presión sobre las principales autoridades gubernamentales, mediante la promoción de distintas iniciativas parlamentarias.

La más relevante de estas –tal como reporteó este medio– se gestó tras una negociación entre la DC y el Gobierno. Dicha negociación permitió montar el escenario para “sacrificar” al “caballo” Luis Mayol ante la solicitud de Acusación Constitucional que exigiría la DC, a fin de descomprimir la presión sobre la “reina” Andrés Chadwick, en el duelo ajedrecístico planteado por el “rey” Sebastián Piñera frente a las diversas columnas de oposición que acechan a su Gobierno. La mera “formalidad” tras la dimisión de Mayol quedó en evidenciada en el caluroso recibimiento que el renunciado intendente otorgó en la loza del aeropuerto al Presidente en su última visita a La Araucanía, el viernes 23.

[cita tipo=»destaque»]A inicios de esta semana, la táctica empleada por el Gobierno sería completamente distinta. Saturar la agenda pública mediante múltiples intervenciones gubernamentales. Cubrir el rostro de Catrillanca, “disminuir” su presencia en el espacio virtual y en la protesta social. El plazo autoimpuesto para tal objetivo: cinco días. Era necesario retomar la agenda antes que Piñera tomara el vuelo este viernes a una convulsionada Buenos Aires, para participar en la Cumbre del G-20, donde figura como uno de los tres jefes de Estado invitados por el presidente argentino y representante de la CEOcracia latinoamericana, Mauricio Macri.[/cita]

En este preciso contexto, la contraofensiva del Ejecutivo había comenzado por negar la existencia del Comando Jungla, culpando a la prensa de tal “invención”. Un craso error comunicacional por parte del Gobierno desplegado en La Araucanía, ya que situar la discusión en este grupo policial permitía la sobrevivencia de la demanda por desmilitarizar la “zona roja”, paso crucial para viabilizar una salida política al conflicto. Además, culpar a la prensa por la “invención”, significa una respuesta segura e instantánea por parte de la misma. Los medios no dudaron en replicar los documentos oficiales, declaraciones y grabaciones donde el Gobierno y Carabineros aludían al famoso comando.

La visita a La Araucanía dejó más contras que pros en el camino. Sensación que parecía ratificada por la permanentemente cuestionada encuesta Cadem –oráculo de La Moneda–, la cual otorgaba la peor aprobación para Sebastián Piñera y su Gobierno en estos ocho meses de su segundo mandato, además de registrar el peor índice de respaldo para Carabineros.

A inicios de esta semana, la táctica empleada por el Gobierno sería completamente distinta. Saturar la agenda pública mediante múltiples intervenciones gubernamentales. Cubrir el rostro de Catrillanca, “disminuir” su presencia en el espacio virtual y en la protesta social. El plazo autoimpuesto para tal objetivo: cinco días. Era necesario retomar la agenda antes que Piñera tomara el vuelo este viernes a una convulsionada Buenos Aires, para participar en la Cumbre del G-20, donde figura como uno de los tres jefes de Estado invitados por el presidente argentino y representante de la CEOcracia latinoamericana, Mauricio Macri.

Algo había ayudado en este propósito el complejo momento que viven Carabineros y el Ejército, ejemplificado en las circunstancias que atraviesan sus más altos mandos, el general director Hermes Soto y el comandante en Jefe Ricardo Martínez. Por supuesto, este último tema no lograba eclipsar la totalidad de la agenda, por lo mismo, el lunes partía con una noticia favorable para el Gobierno y el oficialismo, la que por supuesto quedaría estampada en los titulares de la prensa escrita. Uno de ellos, La Tercera, titularía: “Gobierno mexicano concede extradición de ex frentista Raúl Escobar Poblete a Chile”. El emblemático muerto que concentraría las miradas ya no sería Catrillanca, sino Jaime Guzmán, la noticia permitía hacer un puente entre el comandante Emilio y Ricardo Palma Salamanca, este último aún fresco en la memoria de la opinión pública.

Ese mismo lunes, un avión de la FACH llevaría a 179 haitianos a su país de origen. Este segundo grupo era despedido por el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla. Un día después, el mismo avión de la FACH traía de vuelta al país a cerca de 100 chilenos que habían vivido en Venezuela, quienes eran recibidos por el propio Presidente. Los matinales, por supuesto, cubrieron esta última noticia como generalmente hacen: bajo la lógica del espectáculo, aquella que también maneja en términos comunicacionales el actual Gobierno.

El martes, la estrepitosa caída del ministro del Interior, Andrés Chadwick, en La Moneda –suponemos que involuntaria– le permitía salir de la escena por algunos días tras semanas cuestionado por su responsabilidad política en el asesinato de Camilo Catrillanca. Podría decirse que simplemente “somatizó” la presión que había recibido durante las semanas previas.

Hasta aquí, el plan corría a la perfección y hasta los imprevistos jugaban a favor. El miércoles, Sebastián Piñera despachaba en una íntima ceremonia en La Moneda la nueva Ley de Identidad de Género, provocando –tal como se esperaba– el reproche de la facción más dogmática de RN y la UDI. El Presidente comprendía los costos, los asumió.

Lo que no estaba en el libreto y que enturbió el escenario para el Ejecutivo, fue la precipitada renuncia de Francisco Orrego a la presidencia del directorio de TVN. Comienzan a evidenciarse fisuras al interior del oficialismo y quizás la prueba más contundente de la preocupación que reina en el oficialismo y el propio Gobierno, se ejemplifica en la respuesta que otorgó el Presidente respecto a esta renuncia: “No me eche a perder el día”, señalaría.

Hoy, Piñera deja el país rumbo a Buenos Aires. A la cabeza de la conducción gubernamental queda un debilitado Chadwick. El objetivo del Gobierno de recuperar el control de la agenda ha tenido efectividad, al menos en el corto plazo. No obstante, quien crea que los conflictos estructurales que anida una sociedad se resuelven mediante el poder mediático y comunicacional, se equivoca. Responder a la contingencia es un imperativo. Sin embargo, vivir en el presentismo, es cercenar las posibilidades de la política.

Para el corto plazo y debido a lo convulsionado del ambiente, no está de más preguntarse lo siguiente: ¿cuál será el “estado anímico” del país cuando regrese el Presidente del G-20?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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