Publicidad
Richard Sandoval, autor de «Tiempos peores»: “Chile es una ambivalencia, una mixtura de hogar y traición” CULTURA

Richard Sandoval, autor de «Tiempos peores»: “Chile es una ambivalencia, una mixtura de hogar y traición”

Aunque «Tiempos Peores» es una ironía literaria respecto al eslogan de campaña del Presidente Sebastián Piñera, este nuevo libro de Richard Sandoval es una compilación de crónicas de personas simples a las que une el sentimiento de indignación y el abandono del Estado y que van desde el pueblo mapuche, la realidad trans y los endeudados del CAE, entre otros. «Para estos personajes, del seno confortable donde se anida la familia, también salen los fantasmas que te pueden asesinar por llevar sangre mapuche o ser pobre».


Aunque es evidente que el título del nuevo libro de Richard Sandoval, Tiempos Peores (Planeta 2018), alude al eslogan de campaña de Sebastián Piñera, el texto no se reduce a una crítica política sobre la gran promesa electoral del Presidente, sino más bien por sus páginas transcurren personas simples que sobreviven con luto a ambientes tóxicos, a la represión policial, a la burocracia, a la salud deficitaria y a una educación costosa. Por estas líneas, los ciudadanos comunes se enfrentan también a los prejuicios, a la discriminación, a la ignorancia, a la impunidad y al abandono del Estado. Eso, en 16 crónicas, que desbordan indignación y sentido de urgencia.

-Las crónicas se desplazan desde Quinteros, Santiago, hasta Collipulli  y Temuco. ¿En qué detalles te fijaste para dar cuenta de la indignación de los protagonistas?
-En elementos que podrían ser obviados, por triviales e intrascendentes, pero que son primordiales para dar a entender a quién tenemos al frente. Por ejemplo, en la crónica de Brandon, rápidamente identifiqué como elemental su relación con sus animales y la naturaleza. Su alegría de niño, de adolescente atacado con 180 perdigones por carabineros, estaba en salir a cazar conejos con su perra, en salir a trepar árboles con su abuelo, y toda la crónica la construí a partir de la relación con sus perros. Eso hace verosímil la atmósfera, el que no partan desde lo caótico, sino desde la normalidad más simple que es adulterada por lo criminal.

O también en el caso de la chica embargada por el CAE, Sandra, la atmósfera la construí desde la labor del padre, un maestro de la construcción que estaba poniendo pasta de muro en la obra que desarrollaba en una casa vecina cuando le fueron a avisar que Carabineros estaba entrando a su casa. ¿Saben cuánto me costó esa chapa para que la rompan de esta manera? Preguntaba el señor cuando lo entrevisté, con la ropa salpicada por el cemento de otra obra en la que trabajaba ese día. Escribir desde ahí es una elección que se vuelve clave para lograr una empatía con el personaje, con la historia, con el lugar, con el drama. Es lo que lleva al lector a sentir que todos podemos ser objeto de violación de derecho humano, si es que ya no lo estamos siendo.

-¿Cómo fue el proceso para elaborar un texto que es una  mixtura entre un relato militante con la objetividad de datos?
-Todo partió por identificar un área de interés: el área mapuche, el de los estudiantes, el del medio ambiente, y luego encontrar a los personajes, lo que siempre incluía traslados, viajes al lugar de los hechos. La idea fue siempre impregnarme de la esencia de un lugar, para hacer sentir al lector que estaba inserto en el espacio del protagonista. Por eso el énfasis en la descripción del sol azotando las tunas en Til Til o el olor a sur en Temuco, las fumarolas industriales en Quintero. Todo nacía a partir de entregarme por completo al territorio a describir, absorbiendo lo más que pudiera su esencia. Luego dejaba descansar semanas, meses las entrevistas y primeras descripciones, tiempo en el que tomaba contacto con expertos y recababa datos para generar el complemento periodístico. Ese fue uno de los desafíos más grandes: lograr una crónica narrativa fluida, intensa, sensitiva, anclada en cifras y conceptos objetivos que sacaran la historia de una categoría de anécdota para elevarla a la de una manifestación más global, con sustentos que hagan irrefutables las particularidades expuestas.

-En este libro hablas de la represión hacia el pueblo mapuche, la realidad trans, los endeudados del CAE, el incendio en la cárcel de San Miguel. ¿Pretendiste abordar todas las problemáticas sociales?
-Faltaron decenas de temas, muchos de los cuales ni siquiera están en la agenda mediática para despertar el interés por buscar a sus protagonistas. Hay temas que deliberadamente dejé fuera, por la envergadura que tienen, y que requieren una observación mucho más profunda para desentrañar un sistema, como es el caso de los niños víctimas de la violencia del Sename. Hay un libro muy bueno que acaba de salir, Los crímenes del Sename, de Daisy Castillo Triviños, que logra tras una extensa investigación entregar una cobertura completa más allá de casos particulares. Hay otra área de temas que en el futuro me gustaría abordar, como es la vida en guetos de viviendas sociales, donde vive la población más vulnerable del país y donde se reproduce la pobreza y la violencia a partir del hacinamiento, la falta de presencia de servicios y de la acción de un Estado que se lavó las manos y despareció. Del tema de la vivienda se podría hacer un libro completo, integrado por historias que van desde residentes de campamentos hasta arrendatarios de guetos verticales víctimas de la burbuja inmobiliaria. En medio, el mismo drama: la vulneración del derecho a una vivienda digna.

[cita tipo=»destaque»]»Para ellos Chile es su casa, el lugar que los cobija, donde han sido felices, donde han veraneado con sus hijos recién nacidos, donde trabajaron para tener un futuro próspero, pero también es la nación que los traiciona, la bandera que celebran políticos y empresarios para el 18, pero que en Quintero no pudieron celebrar por estar intoxicados. Es la bandera que flamea en sus escuelas, pero es también la que portan los carabineros que desalojan a golpes a las hortaliceras mapuche que solo quieren vender los membrillos que cultivan en el patio de sus casas. Es la bandera que los hace sentir en la paz del calor de casa, pero también la que te mata de cáncer en un hospital público que no tiene horas para operarte ni para sacarte un examen».[/cita]

-La bajada de título de Tiempos peores se denomina “Crónicas de un Chile que viola los Derechos Humanos”. ¿Qué representa Chile para los personajes del libro?
-Para ellos Chile es su casa, el lugar que los cobija, donde han sido felices, donde han veraneado con sus hijos recién nacidos, donde trabajaron para tener un futuro próspero, pero también es la nación que los traiciona, la bandera que celebran políticos y empresarios para el 18, pero que en Quintero no pudieron celebrar por estar intoxicados. Es la bandera que flamea en sus escuelas, pero es también la que portan los carabineros que desalojan a golpes a las hortaliceras mapuche que solo quieren vender los membrillos que cultivan en el patio de sus casas. Es la bandera que los hace sentir en la paz del calor de casa, pero también la que te mata de cáncer en un hospital público que no tiene horas para operarte ni para sacarte un examen. Para estos personajes, como para tantos otros que se ven reflejados en ellos, Chile es una ambivalencia, una mixtura de hogar y traición, del seno confortable donde se anida la familia y los momentos felices, y también desde donde salen los fantasmas que te pueden asesinar sin asco por llevar sangre mapuche o ser pobre.

-Tu lenguaje es ampuloso y evocador, ¿sientes la influencia de cronistas populares como Pedro Lemebel, que escribía desde los márgenes?
-Creo que esa influencia está presente, pero muchas veces más allá de una influencia directa de la escritura de ciertos autores, es una influencia que dan los propios objetos observados, la combinación de esos objetos toscos, duros, miserables si se quiere, con una pulsión narrativa, una necesidad frenética por contar lo bello anidado en la miseria. Lemebel es el faro de esa expresión, de hacer bello lo rudo, y su irrupción irradia por supuesto en quienes tratamos de describir el margen. Otro autor que tampoco dejo fuera y que fue fundamental para impulsarme a perder el miedo en la escritura libre de prejuicios fue Eugenio Lira Massi.

-¿Cómo fue construir crónica de Ana González en el contexto reciente de este país, cuyos efectos siguen latentes?
-Esta crónica la construí bajo la noción, en todo momento, de la búsqueda de un legado. Ana González es presente, es memoria, es un baluarte, un patrimonio humano que sirve para ejemplificar la magnanimidad de la vida; la existencia humana que es tan única y maravillosa que es capaz de sonreír, luchar y caminar pese a los mayores daños de nuestra propia especie. Pero Ana González es por sobre todo futuro. Su rostro está en murales, en museos y en los diarios de todo el mundo, y la tarea de la cultura es no permitir que su rostro y sus ideas se extingan. Por eso fui a su casa, a buscar su testimonio, un testimonio que quise armar otra vez desde lo más simple. Le pregunté cómo quiere que la recuerden, qué es para ella la felicidad, porque creo que ahí está la profundidad de su legado, no en el llanto por sus familiares arrojados al mar, no en el abismo creado en su vida, sino en el encuentro de una razón de ser luego de la tragedia, y esa razón está en los detalles más insospechados, en la amistad con un niño que la vino a ver desde Punta Arenas como regalo de Navidad, en el cariño de una vendedora de la feria que la hace feliz regalándole anillos que luego luce cuando sale a marchar.

-En Tiempos Peores queda claro que, junto a las razones de los excluidos, está también tu propia indignación…
-Cada vez que terminaba de conversar con un protagonista, cada vez que me iba de una casa, una ciudad visitada, quedaba en una dimensión distinta, en un estado de catarsis que me duraba todo el día. Horas con los pelos parados constatando lo cruel que puede llegar a ser un país, una nación que por fuera se ve tan bonita, pero que mirándola hacia adentro mata. Aprender a aceptar la catarsis, a dejarla desplazarse por tu cuerpo, para luego en calma retomar las historias con empatía y distancia fue crucial para poder hacer este libro.

– Piensas ampliar la escala, a nivel sudamericano, por ejemplo, dado que la realidad tercermundista se repite, una y otra vez, la tragedia medioambiental, la pobreza, la desigualdad, la discriminación…
-Sería maravilloso poder hacer algo a nivel internacional, he pensado en eso, en pegarme un viaje a México o a Brasil, por ejemplo, para contar como será vivir con Bolsonaro, y narrar desde una actitud de aprendizaje, absorbiendo humanidad, y ver cómo allí se desenvuelve mi estilo. Quizás en algún momento se dé, periodísticamente. Y, por qué no, también desde otros géneros, como la ficción, para lo que espero en algún momento también perfeccionarme, estudiando.

-En términos editoriales, te pegaste un salto. De trabajar junto a editoriales independientes hoy tu nuevo libro está avalado por Planeta, ¿cómo sientes ese cambio?
-Lo siento como parte de un proceso de mucho trabajo y esfuerzo. Siento que es una validación a una propuesta estética, literaria, que muchas veces es vista con desprecio. Durante años tuve que luchar con ese desprecio, con un prejuicio a mi origen en la literatura, que también ha sido desde el margen, no desde los canales de la alta cultura, a la mala. Creo que lograr insertar los personajes abordados y la forma en que aparecen y desaparecen es el resultado de un trabajo constante, serio y absolutamente porfiado. En medio de alabanzas y desprecios, me negué a renunciar a mi estética

-Visto en perspectiva, ¿cuál ha sido el aprendizaje, en términos temáticos, estilísticos, periodísticos, desde tu primer libro?
-En este libro hay una búsqueda consciente por nuevos espacios literarios. Es una ampliación importante respecto de lo que venía haciendo, pero que nace necesariamente del trabajo de los últimos años. El aprendizaje pasa por valorar y tomar la virtud de la descripción y las exposición de las emociones que primaron en mis primeros libros, para avanzar hacia una contemplación mayor en la que yo desaparezco como personaje, en la que vibran y se lucen las personas que entrevisto, que busco, esas personas en las que busco descubrir el alma mediante diálogo y observación. El principal aprendizaje está ahí, en el saber desaparecer de la escena para remitirme a narrar, desde mi espíritu contemplativo e investigador, las vidas compungidas, desbordadas y luchadoras.

Publicidad

Tendencias