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2018: el año en que soplaron los vientos de polarización Opinión

2018: el año en que soplaron los vientos de polarización

Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctorando en Sociología, Goldsmiths, University of London. Editor Otra Frecuencia Podcast.
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El aspecto estructural de la polarización que comenzó a revelarse el año pasado se expresa en la nueva configuración adquirida en el sistema de partidos, el cual se encuentra presionado “desde afuera” por la energía social desatada en múltiples formas, y “desde adentro”, se halla degradado por la corrupción de las formas institucionales del Estado ampliado. Para decirlo todo de una vez: la lógica de “los consensos” –que Ricardo Lagos todavía espera revivir– terminó estallando por los aires.


Junto a la plena desintegración experimentada por Carabineros y la Iglesia católica durante el 2018, el transcurso del año pasado también mostró la energía social que irrumpe en el país, ya sea a través de discursos reaccionarios que reproducen el odio y el miedo hacia “lo diferente” o por medio de la irradiación y aglutinación de demandas levantadas por movimientos sociales y de protesta. Ambos semblantes del ciclo de descomposición que atraviesa Chile fueron analizados en detalle en dos columnas previas publicadas en este mismo medio.

De ahora en más, esta última columna se centrará fundamentalmente en la disputa de las fuerzas políticas que aspiran a encabezar la conducción ejecutiva del aparato estatal, con lo cual es posible “cerrar” esta especie de balance de “lo que nos dejó” en materia política el 2018.

Para tales efectos, la mirada debe atender a la nueva configuración que ha asumido el sistema de partidos, el cual cambió sustancialmente en las elecciones del 19 de noviembre de 2017. La lógica de “reparto duopólico del poder” que predominó en Chile durante tres décadas, si bien no se ha extinguido del todo, hoy se encuentra en plena fase de mutación. Los síntomas de dicha mutación son la dispersión, fluidez y polarización de las fuerzas políticas.

En este nuevo sistema de partidos, al extremo derecho de Chile Vamos –la coalición gobernante– surge la figura del “innombrable” José Antonio Kast y su protopartido de choque, Acción Republicana. A la izquierda de la fenecida Nueva Mayoría, surge el Frente Amplio. La composición de cada una de las facciones mencionadas, obviamente, es distinta, tanto en sus grados de diferenciación interna como en términos de acumulación y ejercicio del poder.

Por todo ello, quizás lo más interesante del último “año político” es la alteración del sistema de partidos previo, el cual transita desde una estructura de tipo moderada, duopólica y centrípeta (vale decir, con tendencia hacia el centro político), a una estructura de tipo polarizada, multicoalicional y centrífuga (con tendencia hacia los extremos políticos). Es aquí el motivo estructural –el verdadero por qué– del momento de “polarización actual”.

La “polarización” no es solo un registro discursivo que se expresa a cabalidad en el ámbito de la opinión pública; donde el surgimiento de la realidad virtual no solo ha creado un espacio para mejorar el rendimiento de los flujos financieros, sino que también la apertura del ciberespacio ha generado un nuevo campo de disputa ideológico, altamente viralizado, instantáneo y donde las fake news alimentan como nunca antes la “resonancias polarizadoras”.

Más allá de este importante fenómeno, es necesario destacar que el aspecto estructural de la polarización se expresa en la nueva configuración adquirida en el sistema de partidos, el cual se encuentra presionado “desde afuera” por la energía social desatada en múltiples formas y, “desde adentro”, se halla degradado por la corrupción de las formas institucionales del Estado ampliado. Para decirlo todo de una vez: la lógica de “los consensos” –que Ricardo Lagos todavía espera revivir– terminó estallando por los aires.

Por otro lado, y tal como hemos destacado en otras ocasiones, la alteración en la estructura de partidos no es un fenómeno político exclusivo de nuestro país. Ejemplos en el terreno internacional se encuentran por doquier. ¿Cómo se explica esta “sincronía global”? La sincronía la ejerce un modelo político global agotado, este es: la democracia representativa de orden liberal, y que en Chile deriva de un proceso transicional pactado que produjo –invención guzmaniana mediante– una democracia “semisoberana”, “restringida” o “protegida” (las denominaciones son nada más que sinónimos que delinean una misma definición), que tenía como principal objetivo “neutralizar la agencia política del pueblo” (concepto otorgado por Fernando Atria). De la “neutralización” de la agencia política del pueblo, pasamos al “desborde” de la agencia política del pueblo.

El 2015, el informe del PNUD denominó al momento histórico que atravesaba el país como “los tiempos de la politización”. En el transcurso de 2018, que se corresponde con la victoria electoral de la derecha, ha quedado en evidencia que los tiempos han cambiado súbitamente. El año pasado trajo los nuevos vientos de la “polarización”.

Este año, las redes sociales seguirán “polarizadas”. Pero ¿qué configuración adoptará el sistema de partidos?

Todo parece indicar que la intensificación de la polarización ejercerá mayor presión en el centro político, aglutinando las fuerzas políticas del escenario en dos polos extremados por posiciones estratégicas irreconciliables: o la restauración o la transformación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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