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Lecciones de la interna de RD o la Ley de Hierro de las oligarquías Opinión

Lecciones de la interna de RD o la Ley de Hierro de las oligarquías

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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Se produce entonces esta paradoja: mientras los partidos políticos tradicionales tratan de imitar, al menos en las formas, a los nuevos movimientos políticos, estos comienzan a mirar con envidia los mecanismos de organización interna de los partidos tradicionales. El resultado: estilos y prácticas políticas se comienzan a repetir, tal como lo anunció Robert Michels.


Con la elección interna de Revolución Democrática (RD) se cierra el ciclo de la renovación de dirigencias partidarias en la mayor parte de nuestro actual sistema de partidos. Queda pendiente –hasta mayo– la interna del Partido Socialista que, con un padrón de 45 mil militantes y con una mayor cultura de movilización interna, espera una participación por sobre el 30% promedio de lo que han sido las últimas contiendas en la UDI, RN, DC y el PR. El PPD convocó al 26% de su patrón electoral refichado.

Ciertamente rompe esta tendencia, en términos de porcentaje de participación de militantes en comicios internos, el discreto resultado alcanzado por RD. En una elección muy competitiva, de forma remota y durante casi dos días, votaron solo 3.502 de los más de 42 mil militantes habilitados. El balance es claro: un 8% de militantes movilizados en esa interna da cuenta, a todas luces, de una esmirriada participación. Por cierto, también hay que observar lo ocurrido en Evópoli, para ser justos, donde votó el mismo 8%, pero en un proceso con lista de consenso.

Más que el dato acerca de las razones sobre la elección puntual en RD, lo que parece constatarse es la confirmación de la retirada y el distanciamiento de la política convencional de los ciudadanos y el vaciamiento del espacio en el cual cabría esperar que la interacción ciudadana con los partidos políticos y sus dirigencias fuera más estrecha y activa.

Por cierto, este no es un hecho aislado. Varios autores refieren que el ecosistema de la democracia es el que está en crisis como resultado de la globalización, la revolución tecnológica y las complejas situaciones económicas, que claramente han contribuido a este proceso. El cambio en el tradicional proceso de intermediación –donde los partidos políticos tenían un rol central– también está llegando a la política. Baste con pensar en el impacto de las redes sociales en política y sus efectos sobre la desintermediación. Si internet cambió la vida de las personas, ¿por qué no iba a cambiar la política?

[cita tipo=»destaque»]Las recientes elecciones en RD muestran que los partidos con bases electorales jóvenes disponen de un arma de doble filo. Aunque se puede argumentar que anticipan transformaciones sociales y recogen la pulsión de cambio colectivo, sus redes de apoyo son más frágiles y menos comprometidas que las de la política convencional.[/cita]

Hace años, Bernard Manin advirtió de los cambios en los sistemas de representación, que sintetizaba en la idea de un tránsito de “la democracia de partidos” a “la democracia de lo público” o “de la audiencia”. Las elecciones generales y partidarias dan cuenta de dicho cambio y desde el que se observa cómo los ciudadanos están huyendo de los escenarios de la política convencional, que son cada vez menos fidelizados, más volátiles e intermitentes en términos de sus preferencias políticas.

El actual ecosistema político en Chile ofrecía un escenario propicio para el despliegue de nuevas energías que buscaban impugnar a los actores tradicionales de la política desde el retorno a la democracia. RD surgió hace siete años en este ambiente de transformación.

Igual que otros movimientos similares como Podemos en España, estos nuevos colectivos se apoyan en las nuevas herramientas tecnologías y, desde ahí, comienzan a articular bajo una ideología ecléctica una heterogénea coalición de intereses dispuestos a compartir una marca política. En un contexto de creciente desintermediación política, utilizaron mecanismos de comunicación directa y simplificada, rápida capacidad de reacción y amplia presencia en los medios para posicionarse en la opinión pública.

En los hechos, los medios asumieron que el binominalismo se rompía cuando incorporaban a algún representante del Frente Amplio en foros, programas radiales o de televisión y había expectativas de que la tendencia de crisis de la política representativa se revirtiera desde estos movimientos políticos de nuevo cuño.

Las recientes elecciones en RD muestran que los partidos con bases electorales jóvenes disponen de un arma de doble filo. Aunque se puede argumentar que anticipan transformaciones sociales y recogen la pulsión de cambio colectivo, sus redes de apoyo son más frágiles y menos comprometidas que las de la política convencional.

Los nuevos actores políticos, tras su irrupción explosiva por el ciclo de protestas a inicios de la reciente década, se debaten hoy entre adoptar los mecanismos de organización de los partidos a los que buscan sustituir o mantenerse en la inestabilidad de las fórmulas que les llevaron hasta aquí.

Se produce entonces esta paradoja: mientras los partidos políticos tradicionales tratan de imitar, al menos en las formas, a los nuevos movimientos políticos, estos comienzan a mirar con envidia los mecanismos de organización interna de los partidos tradicionales. El resultado: estilos y prácticas políticas se comienzan a repetir, tal como lo anunció Robert Michels en su clásica afirmación sobre la Ley de Hierro de las oligarquías.

Debemos asumirlo, el ecosistema político cambió y tenemos que internalizar este dato de realidad. La política partidista será con menos participación, menos militantes y más adherentes y simpatizantes. Esta nueva realidad obligará a las organizaciones políticas a desarrollar una inteligencia adaptativa y a recomponer su capacidad de representar y gobernar a una sociedad que se ha vuelto, no solo más exigente, sino también más intermitente en términos de la política convencional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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