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De la “Trama Silber” a la prueba de madurez del Frente Amplio Opinión

De la “Trama Silber” a la prueba de madurez del Frente Amplio

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Más allá de la decisión que tome la DC respecto a quién designará en reemplazo de Silber, la votación del martes en la Cámara de Diputados será una prueba de la capacidad de madurez política del Frente Amplio. El Conglomerado tuvo un 2018 para el olvido, enredado entre los personalismos, disputas de liderazgo y una total incapacidad de conducción, de quienes parecían ser “la promesa” de renovación de las malas prácticas y del progresismo en 2017, lo que le permitió a Beatriz Sánchez obtener el 20% de votación en las últimas presidenciales. Si su infantilismo y autorreferencia permiten que el UDI Jaime Bellolio logre ganar pese a tener minoría, estarán hipotecando gran parte del capital político que aún les queda.


Partamos por el hecho de que lo que ocurrió con Gabriel Silber, el diputado DC que hasta la semana pasada era la carta fija para presidir la Cámara Baja, dejó muchas interrogantes. Un mensaje anónimo enviado a los 155 parlamentarios, en que se le acusaba de violencia intrafamiliar. Sin pruebas, sin denuncias, sin nadie que se hiciera responsable. Esto es incomparable a lo ocurrido con el otro ex DC Ricardo Rincón hace poco más de un año, pero alguien, claramente, tomó ese caso como referencia. Una operación que inquieta porque no sabemos quién o quiénes fueron los autores y el motivo que tuvieron, pero lograron el objetivo: forzar al diputado a renunciar a sus aspiraciones. Sin embargo, también quedó una duda razonable sobre por qué Silber optó por hacerse a un lado tan rápido. Mal que mal, la única manera de parar estas conductas oscuras es hacerles frente y no dar espacio para la confusión de la gente.

No sé si existen otros antecedentes que en algún momento saldrán a la luz, pero con lo que sabemos hasta ahora, creo que faltó coraje y decisión de varios para levantar la voz de que estas prácticas son inaceptables y en la medida en que las avalamos se van a repetir en las próximas elecciones o estimular al que no tenga argumentos para utilizar métodos al estilo de una CNI moderna.

Los hechos conocidos públicamente la semana pasada no hacen comprensible la decisión que tomó el diputado y que fue respaldada por la directiva de su partido. Por favor, a nombre de la transparencia y la salud de la democracia, si existieron otras variables que no conocemos, sería importante que se develen.

Pero la Trama Silber –el uso de la tecnología y las redes para destruir a alguien– también dejó al descubierto lo profundo de la crisis de una oposición carente de ideas y proyectos que la puedan volver a hacer competitiva, pese a que parece estar entregando las primeras señales de querer salir del largo sopor en que ha estado por 16 meses.

De hecho, en solo dos semanas se han conformado dos comisiones para enfrentar unidos –ex Nueva Mayoría y Frente Amplio– las reformas Tributaria y de Pensiones que el Gobierno intentará lograr, junto a la Laboral, Salud y Educación, pese a que tiene todo en contra: minoría en el Congreso y una segura resistencia del “bacheletismo”, ese mismo que aplaudió las reformas conseguidas a sangre y fuego en el segundo período de la ex Mandataria y que denominan “el legado”.

Más allá de estos pequeños “brotes” de la oposición, lo cierto es que la negociación por los cargos en la Cámara Baja, no han tenido nada de fineza, ni menos altura de miras. El acuerdo, que ya estaba sancionado, no era más que un simple y pragmático documento que repartía cupos, pero que no decía nada de lo de fondo. Es decir, ni una palabra de la alternativa que quieren ofrecerle al país el Frente Amplio y la ex Nueva Mayoría, y, menos, de qué manera se quieren parar para enfrentar a la administración del Presidente Piñera. Este cargo para ti, este para mí, ese para ellos. Y punto, nada más que eso.

¿Y qué pasó antes de las largas vacaciones de los parlamentarios?: que repentinamente el Frente Amplio puso en duda lo que habían ya firmado. O sea, una pataleta, parecida a la de un niño pasando a la adolescencia.

Pero como el FA sigue demostrando que aún no logra dar con el tono del tipo de proyecto y el perfil que quiere levantar como opción para gobernar Chile, ni siquiera fue capaz de mantener a firme la palabra empeñada, surgiendo dentro de este heterogéneo y poco ordenado conglomerado un grupo que amenazó con no cumplir el acuerdo. Y, claro, quedó al descubierto que en el Frente Amplio no solo no existe la disciplina, sino que además todavía no logran entender lo que significa un pacto en el Parlamento. Los acuerdos son entre grupos o partidos, no entre personas. Es decir, podría no gustarles Gabriel Silber o Matías Walker o cualquiera, pero esa es una decisión de la DC. ¿Aceptaría Pamela Jiles que el PS, la DC o el PPD la vetaran a ella o a Florcita Motuda argumentando su excesiva liviandad y mediáticas apariciones en el hemiciclo, más cercanas a un programa de farándula que a la actuación en un parlamento? De seguro no.

Lo cierto es que la caída de Silber no solo dejó en evidencia lo frágil del pacto para dirigir la Cámara y las distintas comisiones, sino también mostró a una DC debilitada y fraccionada en dos grandes grupos con poca lealtad entre ambos: progresistas y conservadores, una versión moderna de “chascones” y “guatones”. Hoy lunes la falange debe decidir el nombre que presentará al resto de la oposición para presidir a los diputados. Y las opciones son bastante polares. Por un lado, estará Víctor Torres, rostro del progresismo y que enfrentó a Carolina Goic en las elecciones de 2017. Al frente tiene a Iván Flores, un conservador que votó contra las tres indicaciones en el proyecto de despenalización del aborto y que estuvo cerca de abandonar la falange junto a Alvear y Martínez. Ya es un hecho que Matías Walker fue “vetado” por varios parlamentarios del Frente Amplio –encabezados por Jiles–, quienes insisten en no ratificar la palabra empeñada, buscando prolongar la presidencia de Maya Fernández.

Lo cierto es que en estos días hemos visto eso de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, porque sorpresivamente la UDI anunció que Jaime Bellolio entraba a competir para disputarle a la oposición la presidencia de la mesa. Mención aparte merece la espectacular voltereta de Bellolio, quien estuvo meses amenazando con que se alejaría del gremialismo, después de afirmar en las elecciones pasadas de su partido que, en caso de ganar Jacqueline Van Rysselberghe, tomaría nuevos rumbos. Pero, claro, el pragmatismo es más fuerte en política, porque curiosamente 24 horas después de anunciar que se quedaría en la tienda gremialista, el partido lo presentó como candidato y, de paso, la noticia logró bajarles el perfil a las declaraciones que tendrá que hacer ante la Fiscalía –en calidad de imputada– su ex rival JVR en el caso Asipes.

Más allá de la decisión que tome la DC respecto a quien designará, la votación del martes en la Cámara de Diputados será una prueba de la capacidad de madurez política del Frente Amplio. El conglomerado tuvo un 2018 para el olvido, enredado entre los personalismos, disputas de liderazgo y una total incapacidad de conducción, de quienes parecían ser “la promesa” de renovación de las malas prácticas y del progresismo en 2017, lo que le permitió a Beatriz Sánchez obtener el 20% de votación en las últimas presidenciales. Si su infantilismo y autorreferencia permite que el UDI Jaime Bellolio logre ganar pese a tener minoría, estarán hipotecando gran parte del capital político que aún les queda.

¿O estarán, en el Frente Amplio, apostando por esa quimera de “ganar en la derrota”, es decir, que siendo oposición al Gobierno y minoría en el Parlamento se puede construir un proyecto más autónomo, menos comprometido con soluciones reales, pudiendo desplegar las utopías sin costo político? Si eso es así, hasta ahora les ha ido bastante mal.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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