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Buscando el «legado», a costa de lo que sea Opinión

Buscando el «legado», a costa de lo que sea

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Tal vez el Presidente se está dando cuenta de que el legado no irá por el lado de las “reformas esenciales” que diseñó en 2017. A lo más será la reforma a la Salud, aunque jamás estuvo proyectado así. O tal vez ahora entendió que puede ser la red de buses y trenes que esta semana anunció, pensando en salir pedaleando del mal momento político, aunque ni siquiera va a concretarse durante su mandato. Después de todo, no sería mala idea.


Aún deben estar pensando en el oficialismo en qué momento se produjo el punto de inflexión. La verdad es que las cosas se han ido complicando, particularmente debido a errores no forzados. Una gira a China muy poco cuidadosa de los detalles, el excesivo protagonismo de los hijos –cada vez se asemejan más a las torpezas de Dávalos–, declaraciones del Presidente innecesarias y pérdida de protagonismo de los ministros, lo que, sumado a un escenario económico muy débil en comparación con lo prometido en la campaña –justificado por razones “externas”, argumento que cuando lo usó Bachelet fue duramente criticado por quienes manejan las cuentas públicas hoy–, ha provocado un estado de cierta desesperación en La Moneda.

En este contexto es que el Gobierno está intentando pasar a la historia con un paquete que, originalmente, había denominado “contrarreformas” –todas aprobadas durante el período de Bachelet II–, en alusión a que eran responsables de gran parte de los males actuales, incluido el bajo crecimiento de los últimos años, pero luego ha ido relativizando aquello hasta provocar la molestia de su propio sector, el que lo acusa de estar haciendo concesiones extremas a la oposición

Lo cierto es que La Moneda se confió en exceso y optó por esperar el segundo año de gestión para lanzar su paquete legislativo, apostando a que los números de evaluación ciudadana los acompañarían, ya que la gente percibiría el contraste con el Gobierno anterior, que la campaña presidencial de Chile Vamos se encargó de mostrar como un verdadero desastre para el país. Pero, sin duda, fue una apuesta equivocada.

A partir del caso Catrillanca, la administración comenzó a experimentar la misma tendencia que su antecesora –la paz en La Araucanía fue una de las grandes promesas– y, por tanto, inició el segundo año con un apoyo cercano a los 35 puntos –19 menos que lo obtenido en la elección–, además de un Congreso en que son minoría.

Pese a lo anterior, el propio Presidente Piñera ha mostrado lo que a estas alturas parece una obsesión por construir el llamado “legado” a costa de lo que sea, incluso de perder adhesión entre sus partidarios. De hecho, ha insistido en enviar los proyectos legislativos que estaban en su programa, como si fuera un dogma que no puede cambiar. Hasta ahora, sus principales propuestas han logrado pasar a duras penas el mínimo esperable, que es la idea de legislar, generando tal nivel de debate y cuestionamientos en todos los sectores que, de seguro, van a terminar –si es que logran sortear al Parlamento– siendo muy distintos a la idea original, dejando la duda de si valía la pena haber corrido tantos riesgos.

Quizás la única ganancia para el Jefe de Estado, por el momento, es que, aunque sus proyectos están lejos de asegurar el éxito, ha logrado generar un quiebre en la oposición –que recién parecía que se estaba rearmando luego de un primer año fatal– al conseguir que una parte de la DC, encabezada por sus viejos históricos, se cuadre con sus iniciativas, incluso con más entusiasmo que los propios partidos que lo apoyan. No deja de ser curioso que toda la discusión previa de las reformas Tributaria y de Pensiones tengan como protagonista principal a la falange.

Pero la pregunta de fondo es: ¿cuál es el legado que quiere conseguir el Mandatario? A este paso, ni la Reforma Tributaria, ni la Laboral y menos la de Pensiones terminarán pasando a la historia como grandes conquistas ideológicas de la derecha. Paradójicamente, donde tiene una opción de ser reconocido como quien fue capaz de generar un punto de inflexión será en la reforma de la Salud y especialmente con respecto a las isapres. Y aunque este proyecto no estaba dentro de las prioridades de La Moneda para este año, tuvieron la astucia de aprovechar una oportunidad y tomar un tema que genera apoyo transversal. Después de todo, este sería un golpe a grupos muy poderosos, cosa que no fueron capaces de hacer Aylwin, Frei, Lagos ni Bachelet.

Veamos ahora en qué van las “reformas esenciales” –como fueron denominadas en la campaña–.

La Tributaria partió dejando a un lado la promesa por la que los empresarios le habían dado su apoyo irrestricto en 2017: la rebaja de impuestos. De hecho, la iniciativa sufrió tres modificaciones antes de ser presentada en la comisión de Hacienda, siendo aprobada la idea de legislar con cambios muy sustantivos al proyecto original elaborado por Felipe Larraín. El único punto que el Gobierno no cedió fue la reintegración del sistema que elimina la renta atribuida y semiintegrada.

Sin embargo, esta será la madre de todas las batallas para poder aprobar esta ley. Incluso, la Democracia Cristiana –que le dio los dos votos con que pasó la primera valla– ya ha señalado que no va a dar su visto bueno en este punto, cosa que hay que ver, porque en una de esas lo negocian también–. El Gobierno puede ceder todo, pero la reintegración es medular, por tanto, de no aprobarse sería una derrota.

La Reforma Laboral era uno de los platos fuertes para La Moneda y una de las grandes aspiraciones del sector empresarial. Luego de un largo proceso, que incluyó una comisión asesora –similar a las de Bachelet– y conversaciones con casi todos los sectores –salvo la CUT–, el Ejecutivo anunció el año pasado que esta sería una reforma que incluiría temas muy controvertidos con el mundo sindical, como los cambios en la indemnización por años de servicio, el reemplazo en huelga, la regulación de los grupos negociadores y la revisión de los servicios mínimos. Nada se eso quedó en el proyecto final e, incluso, se optó por dividirlo en tres iniciativas de manera de poder ingresarlos por la Cámara y el Senado y facilitar su aprobación. Dos de los proyectos son poco relevantes, como el que mejora la capacitación o incorpora cambios a la Dirección del Trabajo.

Respecto de flexibilidad laboral, la verdad es que cambios como la jornada 4×3 o el negociar paquetes de horas no tienen muchos efectos prácticos. Estamos hablando de modificaciones a contratos individuales que hacen casi imposible que un trabajador que ejerce en un supermercado o maneja un bus pueda optar a esa alternativa. Esto se ha comprobado en el caso de los pactos de adaptabilidad que están hoy vigentes. El año 2018, según un informe de la DT, apenas 11 sindicatos en todo el país optaron por la jornada 4×3, que tiene la ventaja de ser respaldada por un sindicato. Imaginen entonces que una cajera del Líder se va a acercar a su jefe para decirle que quiere ahora trabajar de lunes a jueves. La respuesta es más que obvia.

Y la Reforma de Pensiones de seguro terminará siendo un engendro. Este es un tema que desatará el populismo en todos, incluida la derecha, por tanto, de seguro el proyecto cambiará bastante. Y aún está por verse si la DC mantiene el respaldo que le costó incluso una división interna de consecuencias insospechadas, ya que se dieron cuenta varios días después que el Gobierno les había metido un gol de media cancha con el tema respecto a quién administrará el 4%. Este punto va a desatar una fuerte discusión legislativa e incluirá la presión de movimientos como No+AFP.

Tal vez el Presidente se está dando cuenta de que el legado no irá por el lado de las “reformas esenciales” que diseñó en 2017. A lo más será la reforma a la Salud, aunque jamás estuvo proyectado así. O tal vez ahora entendió que puede ser la red de buses y trenes que esta semana anunció, pensando en salir pedaleando del mal momento político, aunque ni siquiera va a concretarse durante su mandato. Después de todo, no sería mala idea.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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