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Ya no basta con creer Opinión

Ya no basta con creer

Esteban Bresciani Lara
Por : Esteban Bresciani Lara Vicepresidente Centro de Alumnos y Alumnas San Ignacio El Bosque
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Ninguna congregación eclesiástica queda exenta de estos hechos y todas se han visto comprometidas por distintos casos de abusos. Cardenales, arzobispos, obispos, presbíteros y diáconos han sido denunciados o han estado involucrados en dichos procesos. La Compañía de Jesús no ha sido la excepción y ha estado bajo los focos las últimas semanas, por uno de los abusos más monstruosos de la Iglesia católica. Este problema generalizado no solo tiene que ver con el abuso de poder, sino también con el clericalismo y la “santificación” de sus miembros, los constantes encubrimientos que han dado paso a la existencia de nuevos abusos, la falta de mecanismos de control y seguimiento al trabajo de los curas, la visión negativa de lo sexual, su falta de educación y el celibato que lleva a una sexualidad bloqueada y reprimida.


Como estudiante de un colegio jesuita, me ha nacido la necesidad de dar a conocer mi opinión sobre una de las instituciones más influyentes en nuestra historia: la Iglesia. Esto se debe a que no he logrado encontrar ni una sola columna, artículo o reportaje en donde estudiantes secundarios se hayan pronunciado frente a la Iglesia y la profunda crisis que está viviendo. Hoy es deber de nosotros no quedarnos en silencio y sacar la voz. Solo así comprenderemos como sociedad que, para enfrentar la crisis, ya no basta con rezar.

Pero, ¿por qué la Iglesia está en crisis? En la última década y en especial en los últimos años, ha estado cuestionada fuertemente por su conservadurismo, pero hoy tocó fondo con las denuncias de abusos sexuales que han salido a la luz y que se encontraban encubiertas por la propia institución. No es casualidad que gran parte de estas denuncias se hayan dado a conocer por mecanismos externos a la institución y que, hasta el día de hoy, la mayoría de las conferencias episcopales del mundo, como la chilena, se niegan a abordar o difundir.

Ninguna congregación eclesiástica queda exenta de estos hechos y todas se han visto comprometidas por distintos casos de abusos. Cardenales, arzobispos, obispos, presbíteros y diáconos han sido denunciados o han estado involucrados en dichos procesos. La Compañía de Jesús no ha sido la excepción y ha estado bajo los focos las últimas semanas, por uno de los abusos más monstruosos de la Iglesia católica.

Este problema generalizado no solo tiene que ver con el abuso de poder, sino también con el clericalismo y la “santificación” de sus miembros, los constantes encubrimientos que han dado paso a la existencia de nuevos abusos, la falta de mecanismos de control y seguimiento al trabajo de los curas, la visión negativa de lo sexual, su falta de educación y el celibato que lleva a una sexualidad bloqueada y reprimida. En resumen, su exacerbado conservadurismo.

[cita tipo=»destaque»]Lo que se necesita en la actualidad es una Iglesia que sea cuestionada desde el punto de inicio, que admita públicamente sus fallos y que dé la cara. Que deje el conservadurismo y el machismo, que permita a mujeres practicar el sacerdocio, que incorpore una visión positiva de la sexualidad, que se preocupe por la educación sexual, que deje de autosantificarse y que abandone el celibato de una vez por todas. Cuando recién se logre conseguir todo esto, tendremos una Iglesia conectada con la sociedad del siglo XXI y en donde no haya espacios para los abusos. Hoy la Iglesia es una institución en crisis y, si hace 50 años ya no bastaba con rezar, en estos tiempos de crisis tampoco basta con creer.[/cita]

Según el Ministerio Público, hasta el 2018 existía un total de 266 víctimas de abuso sexual de parte de la Iglesia católica chilena y, considerando que tan solo el 5% de los casos de abusos llega a Fiscalía y que las personas, en promedio, develan después de los 26 años que fueron víctimas de este delito, niños, niñas y adolescentes pueden pasar alrededor de 14 a 16 años en silencio. Así, estudiantes, compañeros y compañeras nuestras, pueden hoy estar sufriendo los abusos de poder, de conciencia o sexuales que están siendo encubiertos o que, simplemente, los naturalizamos, porque nunca nadie nos ha explicado que hay situaciones y acciones que no podemos aceptar.

¿Cómo queremos cambiar todo esto si tenemos una Iglesia desconectada de la sociedad? Los tiempos cambian, las sociedades progresan y las instituciones evolucionan, pero ese no es el caso de la Iglesia católica, que está sumida en un profundo conservadurismo y no es coincidencia que una institución así de desconectada se encuentre en crisis, dado que sus pensamientos, ideologías y prácticas cada vez se van quedando más en el pasado.

¿Cómo es posible que nos encontremos en el esplendor del movimiento feminista, en donde nuestra sociedad está dando por fin pasos hacia la igualdad de género y tengamos una Iglesia que no permite a las mujeres practicar el sacerdocio? ¿Cómo es posible que hasta el día de hoy se mantenga la misma jerarquía eclesial de siglos pasados, que lo único que ha hecho ha sido dar lugar a abusos de poder? ¿Cómo es posible que estos abusos de poder terminaran en abusos sexuales que la Iglesia se niega a asumir y cuyos daños, que han sufrido las víctimas, no han sido reparados? Hoy sabemos que no se han hecho las reparaciones concretas, ni se han pedido disculpas públicas, solo algunas investigaciones de las denuncias que no ayudan del todo a la víctima.

Lo que se necesita en la actualidad es una Iglesia que sea cuestionada desde el punto de inicio, que admita públicamente sus fallos y que dé la cara. Que deje el conservadurismo y el machismo, que permita a mujeres practicar el sacerdocio, que incorpore una visión positiva de la sexualidad, que se preocupe por la educación sexual, que deje de autosantificarse y que abandone el celibato de una vez por todas.

Cuando recién se logre conseguir todo esto, tendremos una Iglesia conectada con la sociedad del siglo XXI y en donde no haya espacios para los abusos.

Hoy la Iglesia es una institución en crisis y, si hace 50 años ya no bastaba con rezar, en estos tiempos de crisis tampoco basta con creer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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