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El rockero contra el trovador Opinión

El rockero contra el trovador

Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Ambos son pasionales, entregan todo en el escenario y sus jugadores los siguen. Son una promesa que esta final será inolvidable, por que quienes comandan esta aventura son dos visionarios de un nuevo orden futbolístico mundial. Son distintos en el aspecto, pero en el fondo son iguales en la premisa de respetar al espectador y el sagrado juego del fútbol.


Uno, es rockero de alma, dice escuchar y motivarse con el heavy metal, el otro escucha a Sabina y Serrat, medita y se deleita con los españoles. Ambos son intensos, están en la elite del fútbol mundial, tienen muchas cosas disimiles en cuanto a su forma y fondo, pero los dos son, hoy por hoy, dos de los mejores técnicos del mundo: Jurgen Klopp y Mauricio Pochettino.

Klopp no fue un gran jugador, pero sí es un tremendo formador y líder de sus equipos. El alemán, declarado partidario de izquierda, amante de una buena cerveza y seguidor de Metallica, es a veces atípico. Creador de un Borussia Dortmund tremendo, con figuras de segundo orden, disputó la liga al todopoderoso Bayern Munich y peleó la Champions ante los bávaros, dejando en el camino al galáctico Real Madrid.

Klopp es tan cercano y distante a la vez de sus jugadores, que sabe marcar los límites y ésto, lo ha llevado a tener como una de sus principales tácticas el liderazgo del grupo. No hay jugador que no se deje de explayar en loas para el nacido en Stuttgart hace 51 años.

Llegó a Liverpool y de inmediato entendió que había química con este especial equipo inglés. Se fusionaron técnico y plantel en un objetivo: deleitar a los fieles que cantan «You’’ll never walk alone», el himno insignia de los Reds. Ver jugar al Liverpool es impregnarse de la fuerza y electricidad de Metallica en el escenario, Klopp es James Hetfiel, así vive el fútbol al borde de la cancha, igual al vocalista en el escenario, y después de cada partido regala una sonrisa con esa perfecta dentadura blanca que tiene.

[cita tipo=»destaque»]Ambos tiene un derrotero en común en el mediano plazo, ser seleccionadores de su país. Eso está marcado en el destino de Klopp y Pochettino, por que además de ser personajes auténticos de la fauna del fútbol, son líderes, estrategas, psicólogos de sus jugadores, el cable a tierra dentro de la locura que genera esta actividad y los millones de euros que giran a su alrededor.[/cita]

Liverpool es un equipo hecho para Klopp y viceversa. Cuando perdieron la final de la Champions 2018 ante Real Madrid donde el arquero Karius tuvo una noche fatídica, el técnico alemán apareció cantando y festejando con sus jugadores. Si bien la tarea no estaba cumplida cien por ciento, se dejó ver como el líder que es, carismático y cercano.

Su aspecto a veces desaliñado, barbón -dice que no le gusta afeitarse por que se corta al ser miope- y siempre de buzo, lo hace ver como que viene saliendo de un bar de Liverpool, pero el gigante alemán se ríe de todo eso. Es así, relajado y siempre sonriente.

En la otra vereda está Pochettino. El argentino se formó como entrenador en Barcelona y es más europeo que sudamericano en su forma de ver y disfrutar el fútbol. Hace más de cuatro años que no viaja a su país, compra la yerba mate por internet y le encanta vestir de traje en cada partido, siempre afeitado e impecable, como recién salido de una vitrina de Harvey Nichols. Siempre se le ve como analizando todo y cuesta sacarle sonrisas.

A pesar de su pasión trasandina, Pochettino -quien fuera jugador de Bielsa y además seguidor del rosarino- se muestra siempre más pausado y calmado que Klopp. Cuando llegó a dirigir el Southampton el 2013, tuvo que aprender inglés y al principio sobrevivió gracias a una pocas palabras que le escribieron su esposa e hijos en un papel. Esa temporada le sirvió al nacido en Murphy, para que el Tottenham se fijará en él como constructor de la nueva versión del club londinense.

Y vaya que la apuesta fue certera. La selección inglesa que participó en el Mundial de Rusia 2018 tenía a cinco jugadores claves del Tottenham en sus filas -Kane, Delle Ali, Trippier, Dier y Rose- junto a los belgas Anderweireld, Verthogen y Dembele y, por si fuera poco, al arquero de Francia Campeón del Mundo Hugo Lloris.

Pochettino es un técnico que cree en sus jugadores, los proyecta y potencia. Este año la dirigencia le planteó que había que terminar el nuevo y moderno estadio de los Spurs, a cambio de no traer refuerzos, a que lo que el técnico dijo ok, porque parte de la política deportiva del Tottenham ha sido el tiraje a la chimenea. El trasandino se siente parte de la construcción permanente de la institución.

Es más catalán que argentino, adora el vino, la naturaleza y realizó un diploma de gestión de empresa. Es un técnico que pasa más de 12 horas en la ciudad deportiva de Enfield, un verdadero campo recreativo y lleno de verde por todos lados, su entorno ideal.

Los caminos de Klopp y Pochettino apuntan a conseguir el máximo logro europeo: La Champions. Y obvio que ambos llegan precedidos de partidos llenos de emoción en semifinales, ya que las sus  escuadras lograron revertir llaves prácticamente imposibles.

Ambos tiene un derrotero en común en el mediano plazo, ser seleccionadores de su país. Eso está marcado en el destino de Klopp y Pochettino, por que además de ser personajes auténticos de la fauna del fútbol, son líderes, estrategas, psicólogos de sus jugadores, el cable a tierra dentro de la locura que genera esta actividad y los millones de euros que giran a su alrededor.

Klopp es el rockero, Pochettino el trovador. Ambos son pasionales, entregan todo en el escenario y sus jugadores los siguen. Son una promesa que esta final será inolvidable, por que quienes comandan esta aventura son dos visionarios de un nuevo orden futbolístico mundial. Son distintos en el aspecto, pero en el fondo son iguales en la premisa de respetar al espectador y el sagrado juego del fútbol.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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