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Intelectual argentina Beatriz Sarlo: «Durante 30 siglos la lectura ha sido el soporte de la memoria, eso cambió» CULTURA

Intelectual argentina Beatriz Sarlo: «Durante 30 siglos la lectura ha sido el soporte de la memoria, eso cambió»

Estuvo en nuestro país en el marco de un encuentro académico. En esta entrevista con El Mostrador habló de su primera visita a Chile como mochilera, en los años 60, de la revolución feminista, los problemas de la memoria histórica y la transformación actual de los medios de comunicación. En ese sentido, comentó que muchas revistas y diarios de papel han desaparecido y muchos lectores ya ni siquiera se informan de las noticias en un portal informativo, sino que «las ven, usted lo ha dicho, no las leen, las ven».


Sobre la revolución feminista en curso, los problemas de la memoria histórica y sus lecturas, habló la destacada intelectual argentina Beatriz Sarlo (1942) en esta entrevista con El Mostrador. Académica de la Universidad de Buenos Aires, es conocida en su país por su pasado como militante del maoísmo y un presente más bien de centroizquierda, militante a favor del derecho a abortar y crítica tanto del kirchnerismo como del actual gobierno de derecha de Mauricio Macri. Ha escrito numerosos libros y es una de las principales columnistas de su país.

Vino a Chile a exponer sobre la posibilidad de traducción entre lenguas y campos semánticos, en el marco de un encuentro académico del Centro Interdisciplinario de Estudios en Filosofía, Artes y Humanidades (CIEFAH) de la Universidad de Chile, que reúne a un numeroso y reconocido grupo de investigadores hasta el 26 de julio.

Sarlo posee un vínculo de vieja data con Chile. Vino por primera vez en los años 60 como mochilera, cuando entró por el sur del país, específicamente el lago Palena en la Región de Los Lagos, y le impresionó la cordialidad de los campesinos, así como el hecho de que se podía confiar en los carabineros.

[cita tipo=»destaque»]Internet está cambiando «la forma de leer», aunque para Sarlo la responsabilidad de jóvenes peor formados académicamente que en los años 60 no yace en las redes, sino en la propia escuela, «donde en nombre del no autoritarismo, no enseñamos demasiado. Si la escuela resigna la transmisión de contenidos culturales, eso no se recibe en otra parte. Las plataformas tecnológicas, a una persona que tiene una escolaridad sólida, no le afectan sino que le agregan. A alguien que pasó por la universidad, no le puede costar manejar Facebook».[/cita]

Recordó la elección de Salvador Allende «como promesa de que se podían realizar grandes transformaciones de forma democrática», y también el Golpe de Estado, «que hizo trizas esa promesa» y que causó la huida de miles de chilenos hacia Argentina. Y aunque durante la dictadura chilena Sarlo no vino al país, mantuvo el vínculo, entre otras formas a través de la revista Punto de vista (1978-2008), en la que publicaba textos académicos sobre investigaciones en el campo de la cultura y la dictadura. Era de alguna forma hermana de la efímera revista CAL, de Nelly Richard.

Sarlo elogia la transición chilena por su capacidad de generar acuerdos y de cumplirlos, que ha llevado a Chile a lograr ciertos indicadores de bienestar en lo que ella califica como un país «moderado», en concordancia con su historia como colonia española de menor importancia, «con un pasado pobretón que a lo mejor los favoreció».

Actualmente lee Mapocho, una novela de Nona Fernández sobre dos hermanos que vuelven a Chile tras el exilio, pero también conoce bien a Diamela Eltit y al poeta Raúl Zurita, incluidas sus performances y los autores académicos de Flacso.

Es una militante feminista de vieja data y en su país volvió a saltar a la palestra el año pasado cuando se discutió infructuosamente la liberalización del aborto. Para Sarlo, la revolución feminista que vemos en la actualidad recién comienza y tendrá avances y retrocesos. La compara, en ese sentido, con la Revolución Francesa, aunque sin su violencia, al menos «no en occidente».

«Es un proceso largo, con diferentes líneas», explicó. En este sentido, lo comparó con los procesos de Independencia en América Latina, que en Chile culminó en 1818 y en Argentina, en cambio, se vio sucedida por varias guerras civiles. «Lo que subrayo no es solo el optimismo y la vitalidad de los grandes cambios, sino también el caos que siempre traen, porque afectan muchas formas de pensar establecidas», sintetizó.

Estados Unidos, en su opinión, tiene una ventaja, porque allí el feminismo fue impulsado en el marco de la larga lucha por los derechos civiles de los años 60. «Es posible que el camino a recorrer en América Latina sea más largo», apuntó.

Transición posdemocracia

Tras el retorno de la democracia en 1990, Chile y Argentina han recorrido trayectos muy distintos: mientras el país vecino sufrió periodos de recesión y crisis política, el nuestro creció económicamente en medio de un régimen político estable, donde el Gobierno ha cambiado de manos entre opciones políticas que, según Sarlo, «aunque alguno podrá decir que no se diferencian mucho entre ellos, se diferencian».

Atribuyó aquello al hecho de que «Chile es un país donde se cumplen pactos políticos», algo que no sucede en el suyo. «Es algo que envidio. En Argentina podemos pactar algo para la próxima semana, pero cuando llega el momento puedo llegar y decirte ‘lo estuve pensando y lo prometido no te conviene’. No cumplimos pactos políticos», recalcó.

Al respecto, recordó la frase de un historiador tras, Leandro Gutiérrez, el cual decía que «Chile es un país de juntos, pero no mezclados, mientras la Argentina es de juntos y todos mezclados mal».

Frente a las críticas que recibió la transición chilena por su condescendencia con los violadores de Derechos Humanos, Sarlo concedió que «los acuerdos no son las tablas de la ley que bajan del Monte Sinaí y son irrompibles. Un acuerdo injusto puede ser roto, pero yo hablo de cuando los acuerdos menores son rotos de manera permanente».

Admitió, sin embargo, que en Argentina el juicio a los militares fue posible debido a su impopularidad tras la desastrosa Guerra de las Malvinas. «Los militares argentinos tuvieron momentos de borrachera, casi de ópera bufa, que no tuvieron los militares chilenos, aunque eso no significa que hayan sido menos sangrientos. Por esto las transiciones fueron diferentes», afirmó.

El histórico «Juicio a las Juntas», que condenó y encarceló a los principales jerarcas de la dictadura del general Jorge Rafael Videla, es para ella una iniciativa por la cual Argentina es ejemplar en el mundo en el siglo XX.

Chile conviviendo a diario con símbolos de su masacre, como el Estadio Nacional, ¿es sano para una sociedad convivir con este tipo de instalaciones, dados los crímenes que allí ocurrieron? Para Sarlo, hubo transiciones que se dedicaron a «iluminar otras cuestiones» y aplazaron problemas pendientes y, en el caso específico de dicho recinto, dijo que se podría «reunir la voluntad social y la potencia económica» para clausurar el lugar actual y emplazar la instalación fuera de Santiago, pero antes que todo preferiría consultar y generar un debate en la sociedad sobre qué se debiera hacer.

En la misma línea, planteó que se podría decidir demoler La Semperoper de Dresde, dado que allí se realizaron conciertos y óperas para los nazis o, incluso, destruir muchos monumentos en Roma que utilizó su colega Benito Mussolini. «Lo importante es no hacer un catecismo universal, cada país lo resuelve como puede», agregó.

Medios de comunicación actual

Como directora de una revista histórica y columnista habitual de diarios argentinos, Sarlo posee una vasta experiencia en medios de comunicación, que en los últimos años han sufrido una brutal transformación a manos de Internet. «Durante 30 siglos la lectura ha sido el soporte de la memoria, eso cambió», resaltó.

Muchas revistas y diarios de papel han desaparecido y muchos lectores ya ni siquiera se informan de las noticias en un portal informativo, sino que «las ven, usted lo ha dicho, no las leen, las ven» en Facebook, que además ha democratizado la posibilidad de exhibirse y fijarse en una imagen, que hasta hace dos siglos solo tenían los reyes.

¿Cómo ve ese cambio? «Es irreversible», contestó de manera rotunda. No hay marcha atrás, tal como ocurrió con la máquina a vapor o la imprenta.

Internet está cambiando «la forma de leer», aunque para Sarlo la responsabilidad de jóvenes peor formados académicamente que en los años 60 no yace en las redes, sino en la propia escuela, «donde en nombre del no autoritarismo, no enseñamos demasiado. Si la escuela resigna la transmisión de contenidos culturales, eso no se recibe en otra parte. Las plataformas tecnológicas, a una persona que tiene una escolaridad sólida, no le afectan, sino que le agregan. A alguien que pasó por la universidad, no le puede costar manejar Facebook».

Eso sí, hay libros como Ulises, de James Joyce, que no se pueden leer en Kindle. «Hay cierto tipo de textos que requieren cierta movilidad en la página. Me gustaría mucho que eso se discutiera», señaló.

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