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COP25: la llegada de la economía climática Opinión

COP25: la llegada de la economía climática

Felipe Harboe
Por : Felipe Harboe Senador del PPD y ex subsecretario del Interior.
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No hay plan B, porque no hay un planeta B para nuestra humanidad. El llamado es a sumarse a este esfuerzo y poner todo de nuestra parte para avanzar a economías bajas en carbono y promover la sustentabilidad en nuestras actividades empresariales, comprometidos con nuestros países, el bienestar de nuestras sociedades y el futuro del planeta. Esto debe abordarse como política de Estado, trascendiendo los gobiernos de turno, ya que las magnitudes de los esfuerzos demandan consensos mayores, que piensen en las próximas generaciones. Esa es la invitación.


Estamos ad portas de ser anfitriones de la COP25, en medio de la socialización y aceptación de los efectos del cambio climático en nuestro desarrollo e, incluso, en nuestra posibilidad de sobrevida. Conviene recordar el Acuerdo de París de 2015 en el marco de la COP21 –suscrito por casi la totalidad de los países– donde se advierte que, para que la acción climática sea efectiva, importa el compromiso de todos los sectores: gobiernos, sociedad civil, sector privado, instituciones financieras, comunidades locales e individuos. Pero ¿qué tanto puede contribuir el sector empresarial con el Acuerdo de París?

En la Cumbre de Negocios y Clima, en Londres 2016, se lanzó un informe que –por primera vez– pone un número a la posible contribución de reducción de gases de efecto invernadero (GEI) por parte de la actividad empresarial global y señaló que esta puede aportar el 60% de la reducción de GEI de los compromisos ya presentados por las partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en el Acuerdo de París.

Esto representaría una reducción, para el 2030, de 3.7 billones de toneladas métricas de CO2 por año y, con un correcto entorno de política pública, el informe señala que podría aumentar a 10 billones de toneladas métricas. El número de empresas comprometidas en diseñar sus negocios, mirando la reducción de sus emisiones, podría pasar de las 300 actuales a más de 3.500 el 2030.

[cita tipo=»destaque»]China parece haber comprendido la urgencia y, también, la rentabilidad de mutar hacia tecnologías limpias. El 2017 anunció inversiones por 360 mil millones de dólares en energías renovables en los próximos tres años, creando 13 millones de puestos de trabajo. Por su parte, no solo los países de la Unión Europea o India entienden que esta es la problemática decisiva de nuestro tiempo, también las principales corporaciones y empresas globales reafirmaron su compromiso con el Acuerdo de París y el liderazgo en materia de sustentabilidad a escala global.[/cita]

El principio económico implícito en el Acuerdo de París sería: “No podemos abordar el cambio climático sin impulsar el desarrollo sostenible y no podemos tener una economía baja en carbono, si no beneficia a toda la gente en el mundo”. Es decir, señala una nueva manera de entender la economía o directamente una nueva economía, como dirían algunos la “economía climática”, cuyos ejes centrales serían el desarrollo económico de la sociedad global, orientado hacia la sostenibilidad y una carga doctrinaria ligada a la justicia climática.

El informe indica que las empresas pueden estar al frente de esos esfuerzos al integrar y priorizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en los modelos de negocio, esfuerzo que lidera Naciones Unidas con gran éxito en países desarrollados. El mundo avanza hacia una nueva economía, donde el crecimiento y desarrollo van acompañados de la sustentabilidad, privilegiando la innovación, procesos circulares y energías limpias.

China parece haber comprendido la urgencia y, también, la rentabilidad de mutar hacia tecnologías limpias. El 2017 anunció inversiones por 360 mil millones de dólares en energías renovables en los próximos tres años, creando 13 millones de puestos de trabajo. Por su parte, no solo los países de la Unión Europea o India entienden que esta es la problemática decisiva de nuestro tiempo, también las principales corporaciones y empresas globales reafirmaron su compromiso con el Acuerdo de París y el liderazgo en materia de sustentabilidad a escala global.

Este esfuerzo productivo debe ir acompañado de políticas públicas orientadas a potenciar este proceso. De ahí que la formación y compromiso de líderes políticos globales, alcaldes de grandes urbes, gobernadores, legisladores y gobernantes, resulta determinante.

No hay duda: estamos transitando a una matriz energética limpia y a economías bajas en carbono. Y nuestra región no se queda atrás, con cambios importantes orientados a lograr cero emisiones.

Los líderes de las principales economías del mundo ya han intervenido, para demostrar su compromiso inquebrantable con este avance histórico. El impulso y la ambición por un futuro sustentable continúa creciendo. El 2019 será el año de Chile, el de ser anfitriones y promotores de un acuerdo que permita materializar los compromisos previos y proponer medidas innovadoras para instalar la “economía climática” como modelo a seguir.

No hay plan B, porque no hay un planeta B para nuestra humanidad. El llamado es a sumarse a este esfuerzo y poner todo de nuestra parte para avanzar a economías bajas en carbono y promover la sustentabilidad en nuestras actividades empresariales, comprometidos con nuestros países, el bienestar de nuestras sociedades y el futuro del planeta. Esto debe abordarse como política de Estado, trascendiendo los gobiernos de turno, ya que las magnitudes de los esfuerzos demandan consensos mayores, que piensen en las próximas generaciones. Esa es la invitación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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