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Transición inédita Opinión

Transición inédita

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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En el Frente por Todos se vive una confianza en la victoria no disimulada. Si algo une al peronismo, es el poder, pero también la bronca social que ha desatado la crisis económica de un Gobierno que prometió llevar a Argentina al desarrollo y abrir las ventanas al mundo. Curioso momento, aún no se desarrolla la primera vuelta –casi nadie cree que habrá una segunda– y la prensa ya anda husmeando respecto a quiénes serán los próximos ministros.


Después de las primarias, Argentina vive una situación muy peculiar. Por un lado, aunque todavía falten dos meses para las elecciones, tiene un virtual presidente electo y, por el otro, tiene un mandatario que ha sido derrotado, que día a día se irá apagando, junto a su Gobierno y a su coalición.

Se abre así un inédito –y precario– proceso de transición, que debe culminar el 10 de diciembre cuando asuma un nuevo Gobierno. Cuatro largos meses, entre la elección y el cambio de mando, en que el andamiaje de la economía y de la política necesitará demostrar su robustez.

Lo primero es asumir que la tarea principal que le queda al Gobierno de Mauricio Macri es la de mantener la estabilidad del país. Si lo logra, será el primer mandato no peronista en hacerlo desde que se inició la democracia. El fantasma del helicóptero llevándose de la Casa Rosada al expresidente Fernando de la Rúa nadie lo desea, pero nadie puede asegurar que esté descartado.

El Gobierno de Macri no tiene la fuerza para lograr esa estabilidad si no lo hace con el apoyo directo –o indirecto– de las fuerzas que encabeza el hasta ahora triunfante Alberto Fernández. Después de titubeos, incluso de agresiones en los primeros días, la sensatez tiende a imponerse y el presidente argentino llamó a Fernández para conversar y, después de eso, lo han hecho sus equipo económicos.

[cita tipo=»destaque»]Argentina, el país latinoamericano que posee excelentes universidades y la mayor cantidad de premios Nobel, que produce alimentos para 400 millones de personas, padece una severa crisis, con una deuda elevada y que todos saben que, en algún momento, habrá que pagarla, pero también están convencidos de que podrán renegociar. Todos mis entrevistados me comentan que el presidente Trump, así como no dudó en usar sus influencias en el FMI para otorgarle a Macri el mayor préstamo del que se tenga conocimiento –cerca de 60 mil millones de dólares–, ahora, después de las primarias, ha guardado un prudente silencio.[/cita]

¿Se mantendrá este diálogo hasta el final? ¿El macrismo mantendrá una retirada ordenada? Puede hacerlo si es que se dedica a ello, pero implicaría tácitamente renunciar a hacer campaña, a olvidarse de la reelección. En la oficialista coalición Cambiemos parecen haberlo entendido, ya que si bien aún no empieza formalmente la campaña, trasciende que los equipos del candidato a gobernar la capital, Rodríguez Larreta, buscarán perfilarse sin la compañía de un presidenciable ya derrotado.

Lo mismo se comenta de la campaña de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Todos afirman que Cambiemos se desintegrará después de las elecciones, especialmente, porque el radicalismo habrá pagado un alto costo por su apoyo al actual Gobierno. En suma, se trataría de salvar los muebles.

La duda se instala respecto a cuál será la composición del nuevo Congreso y, allí, todo indica que el elevado nivel que alcanzó el llamado Frente por Todos –kirchneristas, peronistas, socialistas, independientes y diversas fuerzas regionales– aumentará su votación. Puede incluso recuperar Capital Federal. A lo largo de todo el país ha derrotado ampliamente al oficialismo y pulverizó una tercera alternativa.

En el Frente por Todos se vive una confianza en la victoria no disimulada. Si algo une al peronismo, es el poder, pero también la bronca social que ha desatado la crisis económica de un Gobierno que prometió llevar a Argentina al desarrollo y abrir las ventanas al mundo. Curioso momento, aún no se desarrolla la primera vuelta –casi nadie cree que habrá una segunda– y la prensa ya anda husmeando respecto a quiénes serán los próximos ministros.

Las explicaciones son muchas y variadas, pero todas coinciden en que en las PASO se impuso “el voto bronca”. Con una inflación oscilando entre el 2 y el 3 por ciento mensual y un dólar rozando los 60 pesos, la vida se hace difícil para millones de argentinos, especialmente los más vulnerables.

En la capital han surgido diversos puntos donde voluntarios –con aporte oficial y también no gubernamental– entregan alimentos a los necesitados. En largas filas se agrupan jóvenes, hombres maduros y también tercera edad. Por un choripán o un plato de polenta. Hay rabia, carteles surgen en varios puntos con la consigna “renuncia inútil”, aunque a ningún actor relevante pareciera convenirle abrir una crisis institucional hoy en día.

La campaña de las PASO se instaló sobre la dura realidad nacional, a pesar de los esfuerzos del oficialismo de culpar a Alberto Fernández de querer llevarlos a otra Venezuela. Muchos dicen que en realidad llegó Venezuela, pero quienes llevaron el riesgo país a casi 2 mil puntos no fueron los Fernández, sino el propio Gobierno de Cambiemos. Hoy Venezuela y Argentina desvían la media de la economía latinoamericana.

El triunfante Fernández no ha eludido el tema y ha dicho en reiteradas ocasiones que, respecto a la situación venezolana, comparte en toda su extensión el informe de Michelle Bachelet. También ha señalado que, en esta materia, su Gobierno se acercará a la posición pro negociación que avalan, entre otros, países como México, Uruguay y Noruega. Trasciende que en las próximas semanas realizará una gira por México y España.

La vida continúa y, pese a que ha sido un año difícil al otro lado de la cordillera, ello no suprime el afán por la cultura de los argentinos, decenas de películas estrenadas, obras de teatro ídem y librerías repletas. En mi religiosa visita al colosal “Ateneo”, coincido con buen número de compatriotas “pelolais” que felices comentan que no importa calcular los precios, “igual es más barato que allá”, exclaman eufóricas, mientras los comerciantes argentinos han aprendido del arte de reetiquetar ante los cambios económicos.

La economía cruje, el Gobierno decreta congelamiento del precio del combustible, hay molestia en las provincias que viven del petróleo y del gas. También asumió una medida que nadie pensaría en una ortodoxia liberal: elimina el IVA para una serie de productos de primera necesidad, pero con ello priva de recursos fiscales a muchas regiones y los gobernadores reclaman porque, así, no podrán llegar a fin de año. Entremedio, arriban los economistas del FMI a analizar la nueva situación con el nuevo ministro de Economía… y también con el equipo de Alberto Fernández.

La vida continúa, River exhibe un contundente juego ante Cerro Porteño, mientras en las calles se instalan nuevos linyeras a pasar la noche de un frío agosto, arropados por la caridad de los vecinos, una vez que las vitrinas se apagan. En cambio, los cartoneros parecen haberse organizado mejor y familias completas recopilan, minuciosamente, los restos reciclables de Capital Federal.

Argentina, el país latinoamericano que posee excelentes universidades y la mayor cantidad de premios Nobel, que produce alimentos para 400 millones de personas, padece una severa crisis, con una deuda elevada y que todos saben que, en algún momento, habrá que pagarla, pero también están convencidos de que podrán renegociar. Todos mis entrevistados me comentan que el presidente Trump, así como no dudó en usar sus influencias en el FMI para otorgarle a Macri el mayor préstamo del que se tenga conocimiento –cerca de 60 mil millones de dólares–, ahora, después de las primarias, ha guardado un prudente silencio.

Diferente es la situación del presidente brasileño Jair Bolsonaro, que no ha ocultado su sentir en la política interna argentina. No será cómoda la convivencia entre los dos países más grandes del Mercosur. Mis entrevistados que nos estudian, tomaron nota de cómo Chile Vamos y algunas autoridades del Gobierno de Sebastián Piñera reaccionaron a la derrota del macrismo, argumentando que “Chile no es Argentina” y buscando descartar cualquier paralelismo entre ambas situaciones políticas.

Si la democracia establece incertidumbre, todo indica que en Argentina se consolida día a día la certeza de que Cambiemos ya fue. Pero, junto a eso, se instala la incertidumbre sobre el futuro de la economía y, en ese plano, estos cuatro meses por venir se harán eternos. En las leyes no escritas del poder en México se señala que “el que se va, limpia la casa”, es decir, toma las decisiones difíciles para aliviarle la tarea al que llega. ¿Será el rumbo del actual Gobierno?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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