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Albert Camus y la crisis chilena o la historia tartamuda Opinión

Albert Camus y la crisis chilena o la historia tartamuda

Como Albert Camus -sorprendido por la «Revolución de la Chaucha» durante su visita a Chile en 1949 tras lo cual describió los disturbios en las calles y la tropa militar tomándose la ciudad- yo observo en calidad de foráneo los eventos del Santiago de hoy. Probablemente no entiendo las sutilidades ni los trasfondos. Mi vida en Chile me ha llevado a recibir, con igual importancia, opiniones radicalmente opuestas sobre los acontecimientos de esta semana. Claramente, la historia tiende a repetirse, y nuestros gobernantes, los de aquí como los de allá, tienden a actuar sin considerarla. En otras palabras: habrá aquí un complot “alienígeno”, o simplemente, como la piedra de Sísifo que siempre vuelve a caer, una prueba más de que los mismos errores provocan siempre, irremediablemente, las mismas consecuencias.


Hace setenta años exactamente, en agosto de 1949, el escritor y filósofo francés Albert Camus (1913-1960) visitaba Chile. Acreditado por el éxito mundial de El Extranjero y de La Peste (una trayectoria que lo llevará al premio Nobel en 1957), un joven Camus de 36 años aceptó un contrato para dar una serie de conferencias en Sudamérica. En Diario de Viaje (Paris, 1978, publicación póstuma), el filósofo relata sus peregrinaciones por el continente. Camus está triste: la ausencia de su amante (la actriz española María Casares) es un suplicio y la deflagración de la segunda guerra mundial, aun fresca en su espíritu, gatilló en él un profundo proceso pesimista. Para colmo, la tuberculosis contraída durante su humilde infancia en Argelia, resurge y lo agota.

No es de extrañar en este contexto que al autor del Mito de Sísifo no le guste Sudamérica. La encuentra liviana, desentendida de los dramas vividos por los europeos. Ve en Brasil un país violento y sin futuro, y se decepciona de Argentina donde la censura peronista lo obliga a cancelar sus conferencias. Pero al cabo de este tedioso viaje, Camus cree encontrar un oasis en Chile (en esto coincide con el presidente Piñera): le seducen su gente, el sutil paisaje dominado por la maciza cordillera, el olor de los aromos en primavera. Sin rencor con la prensa local (La Nación tituló “Ha llegado a Chile el número dos del Existencialismo” sin saber probablemente de su violenta ruptura, meses antes, con su mentor Jean-Paul Sartre), Camus, escribe “Chile es un país encantador donde con gusto me hubiese quedado más tiempo.”

Pero Camus tiene que emprender rápidamente el largo viaje de vuelta a Francia, y en su último día en Santiago, el 17 de Agosto de 1949, lo sorprende la Revolución de las chauchas (una semana de disturbios que remeció el gobierno de Gonzalez Videla y forzó un cambio de gabinete): “Hoy, escribe, fue un día de saqueos y disturbios. Ayer, ya habían empezado las manifestaciones, pero hoy fue como un terremoto. El motivo es el aumento del precio de las “micros” que son los autobuses de Santiago. Cada vez que pasa una, la voltean, la saquean, le rompen los vidrios, y luego la queman. Mi conferencia en la Universidad de Chile fue anulada porque estudiantes se la tomaron. Cuando salí a la calle, todos los almacenes habían bajado su cortina metálica. La tropa, con casco y armada, ocupa la ciudad. A veces dispara al blanco. Es el estado de Sitio. Durante la noche oigo disparos aislados.”

Como Camus, yo observo en calidad de foráneo los eventos del Santiago de hoy. Probablemente no entiendo las sutilidades ni los trasfondos. Mi vida en Chile me ha llevado a recibir, con igual jerarquía, las opiniones radicalmente opuestas sobre los acontecimientos de esta semana. Escucho con respeto a ambos bandos, pero me llama mucho la atención la similitud de la crisis actual con la que describe Camus. Su texto podría haber sido escrito hoy. Claramente, la historia tiende a repetirse, y nuestros gobernantes (los de aquí como los de allá) tienden a actuar sin considerarla. En otras palabras: ¿habrá aquí un complot “alienígeno”, o simplemente, como la piedra de Sísifo que siempre vuelve a caer, una prueba más de que los mismos errores provocan siempre, irremediablemente, las mismas consecuencias?

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