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Negro Matapacos: el símbolo de la lucha social sin dirigentes ni partidos políticos Opinión

Negro Matapacos: el símbolo de la lucha social sin dirigentes ni partidos políticos

León Pascal
Por : León Pascal periodista y escritor
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En un país, donde la mayoría de la ciudadanía, ya no cree en la iglesia, los empresarios, los políticos, el gobierno, la policía y muchas otras instituciones; la imagen del Negro Matapacos, viene a llenar, de forma simbólica, el vacío y la falta de liderazgo de nuevos y motivantes líderes de los alicaídos partidos políticos. Durante este mes y medio de marchas sociales masivas en las calles, solo han flameado la bandera azul, blanca y roja de Chile; la bella y colorida bandera Mapuche; y las banderas de las barras de fútbol del Colo Colo y la U, marchando juntas, por primera vez. No se ha visto ni se verá, ni media  bandera de algún partido político. Esto último es el sabio reflejo que este movimiento, no es conducido ni por la derecha ni por la izquierda: es 100% social y ciudadano.


Negro Matapacos, que en paz descanse, fue un perro callejero chileno que se hizo famoso debido a su participación en las protestas callejeras ocurridas en el 2011, en Santiago. Fue bautizado con ese “fuerte y llamativo seudónimo”, basado en su pelaje negro y característico pañuelo rojo que llevaba amarrado al cuello, colocado como distintivo de lucha, por un(a) anónimo(a) manifestante. Este particular quiltro chilensis se hizo conocido por participar de las marchas callejeras, atacando a miembros de Carabineros de Chile (ladrándoles eufóricamente y tratando de moderlos mientras reprimían a la gente), lo cual generó, la masiva simpatía de los manifestantes. Cómo un divo o un rock star, se hizo querido sin pedirlo, se inmortalizó al ser generosamente fotografiado e inclusive, como un actor de cine, es protagonista principal de un documental que narra su activa participación política y social en este lejano y convulsionado país sudamericano.

Negro Matapacos se transformó en el ícono de la lucha social contemporánea en Chile. Su imagen aparece a lo largo de los murales y grafitis callejeros, en Chile y el extranjero. Su imagen con el pañuelo rojo sangre al cuello circula en las redes sociales, inclusive, aparecieron stickers de él pegados por estudiantes americanos en el metro de NY y otras lejanas latitudes, más allá de nuestra cordillera de Los Andes.

En la salida del Metro Salvador en Santiago, una agrupación de artistas jóvenes le erigió una gigantesca escultura en su honor. Este lugar se transformó en un lugar simbólico, donde cientos de manifestantes, le rindieron culto, fotografiándose con selfies, junto a él. Pero de la noche a la mañana, la escultura fue primero pintada de verde en homenaje a la policía y luego, quemada por desconocidos, contrarios a las manifestaciones sociales actuales. Pero la escultura del Negro Matapacos fue “revivida” creativamente por los jóvenes, rellenándolo con ramas y flores.

En un país, donde la mayoría de la ciudadanía, ya no cree en la iglesia, los empresarios, los políticos, el gobierno, la policía y muchas otras instituciones; la imagen del Negro Matapacos, viene a llenar, de forma simbólica, el vacío y la falta de liderazgo de nuevos y motivantes líderes de los alicaídos partidos políticos. Durante este mes y medio de marchas sociales masivas en las calles, solo han flameado la bandera azul, blanca y roja de Chile; la bella y colorida bandera Mapuche; y las banderas de las barras de fútbol del Colo Colo y la U, marchando juntas, por primera vez. No se ha visto ni se verá, ni media  bandera de algún partido político. Esto último es el sabio reflejo que este movimiento, no es conducido ni por la derecha ni por la izquierda: es 100% social y ciudadano.

A esta altura, Negro Matapacos ya es inmortal. Es nuestro Che Guevara moderno. Encarna la misma calle y la realidad de nuestro país: el hambre, la sed, el frío, la rabia, pero sobre todo: la ternura, lo lúdico y la sobrevivencia, callejera. En cierta forma, los millones de chilenos que hemos salido a manifestarnos en las calles, a lo largo del país: somos quiltros que aborrecemos la sarna y las malas pulgas de quienes nos gobiernan, maltratándonos. Nos hemos sacado los collares que nos oprimían el cuello y la voz, arrancándolos de cuajo, ayudándonos unos a otros, como una jauría sin importar el pelaje, el tamaño o la raza. Somos una jauría de perros y perras dispuestos a no cesar de ladrar contra nuestros ex amos. No dejaremos de aullar hasta respete nuestro derecho a vivir, colectivamente con  “dignidad”.

 

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