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Todo en veremos Opinión

Todo en veremos

Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Los planteles y cuerpos técnicos entendieron lo que otros no supieron leer o afrontar. Había y hay que quedarse en casa, para bajar la tasa de crecimiento de la pandemia del coronavirus. Es una actitud país, pero entendiendo que la “industria” del fútbol da trabajo, depende de muchos factores y todos estamos expuestos, hoy existe un bien superior y mayor que es la salud. Si las autoridades no lo entienden así, debemos ser los ciudadanos quienes tomemos la iniciativa responsablemente y llamar a respetar las medidas que se establecen para estos casos.


A esta hora deberíamos estar hablando del superclásico, estar pendientes de los partido de Vidal u Orellana en España, tal vez esperando que Sánchez tome titularidad en el Inter de Milán. Por estas horas deberíamos estar discutiendo sobre la nómina de Rueda para el inicio de las clasificatorias ante Uruguay y Colombia, pero todo esto es espejismo e hipótesis.

La aparición del COVID-19 fue una verdadera bomba nuclear, que se expandió en un abrir y cerrar de ojos, muchas veces sin tomar real conciencia de lo que significaba esta pandemia, con determinaciones trémulas y faltas de carácter de las autoridades y entre ellas, por supuesto, también las del deporte y fútbol chileno.

El 3 de marzo fue confirmado el primer caso de Coronavirus en territorio nacional. En esos momentos, ya se había tomado la determinación de frenar toda actividad masiva, principalmente en las ligas de España e Italia, dos de los países más golpeados por la pandemia. Ni siquiera se exploraba la opción de jugar a estadios vacíos, sino que definitivamente se cerraba todo hasta nuevo aviso. La Champions también tomaba sus precauciones, al igual que el ATP, que decidió parar por seis semanas todos sus torneos y no exponer a los jugadores y público en las gradas.

[cita tipo=»destaque»]En Chile, hubo tardanza en tomar decisiones. Se esperaba que las autoridades del fútbol fueran más reactivas. Más allá de las sugerencias y protocolos que sugería el Ministerio de Salud, a la luz de todo era evidente que se estaban cometiendo errores de criterio y juicio. Evaluar suspender el torneo era una de ellas con mayor inmediatez. Lo habían hecho casi todas las ligas sudamericanas, pero no en Chile, se jugaba con aforos reducidos cuando todo aconsejaba suspender. Después se determinó jugar sin público entre el 19 de marzo y 19 de abril, habiendo ya varios casos oficializados y cientos más en vías de ser reconocidos.[/cita]

La Fórmula 1 comenzaba el 13 de marzo en Melbourne, pero el equipo McLaren detectó al primer infectado en sus filas y optó por retirarse de la competencia. A la vez la FIA, inmediatamente y previniendo la ola masiva de contagios, determinó aplazar el calendario y buscar opciones. Y así se ha hecho con los principales eventos o competencias deportivas.

En un mes se conocerá la nueva fecha para los Juegos Olímpicos de Tokyo. Las autoridades olímpicas quieren que se lleve adelante y, si bien Japón ha preparado, una vez más, una barrera sanitaria eficiente contra el COVID-19, no se pueden permitir ni una sola falla, al tener en cuenta que pueden exponer a miles de atletas y estos a su vez seguir expandiendo la pandemia. La alternativa que se maneja es moverse a octubre, que sería otoño-invierno en el hemisferio norte, con lo cual las condiciones climáticas alterarían el normal desarrollo de la cita de los cinco anillos.

La UEFA decidió aplazar un año la Eurocopa, para así darles margen a los países de poder intentar, en el papel, terminar sus ligas. Algunas o la gran mayoría recién planean, como una idea inicial, tratar de retornar la primera semana de mayo, siempre y cuando las condiciones de la epidemia estén en mayor control. Hoy nadie, pero absolutamente nadie puede ofrecer fechas categóricas para algo. Y de esta forma la Conmebol reaccionó a la par de su ente europeo, trasladando la Copa América de Argentina-Colombia para el 2021. Eso sí, el presidente del ente sudamericano del fútbol, Alejandro Domínguez, anunció este viernes que la Copa Libertadores podría retomar la primera semana de mayo, pero así como está evolucionando el COVID-19 parecería una utopía.

La industria del deporte, una que mueve millones y millones de dólares está afectada, como toda la economía mundial. Las esquirlas de esta pandemia aún no son tan visibles, a pesar que ya existen evidentes muestras de deterioro en muchas actividades y otras que se verán afectadas en el corto plazo. El fútbol no escapa a eso.

En Chile, hubo tardanza en tomar decisiones. Se esperaba que las autoridades del fútbol fueran más reactivas. Más allá de las sugerencias y protocolos que sugería el Ministerio de Salud, a la luz de todo era evidente que se estaban cometiendo errores de criterio y juicio. Evaluar suspender el torneo era una de ellas con mayor inmediatez. Lo habían hecho casi todas las ligas sudamericanas, pero no en Chile, se jugaba con aforos reducidos cuando todo aconsejaba suspender. Después se determinó jugar sin público entre el 19 de marzo y 19 de abril, habiendo ya varios casos oficializados y cientos más en vías de ser reconocidos.

Y cuando la presión mediática estaba full, respecto de los últimos dos partidos de Primera (O’Higgins-Antofagasta y Curicó-La Calera), fueron los jugadores y planteles de dichos equipos quienes tomaron las riendas y decidieron no jugar. ¿No era de sano juicio suspender antes esos partidos? Valientes los jugadores, que tenían conciencia absoluta de lo que estaba pasando y lo que se venía.

Pero el martes 17, con la infección creciendo minuto a minuto, el fútbol chileno volvió a destacarse por ir contra la corriente. Se jugó en Quillota y San Felipe, exponiendo a los planteles y funcionarios que trabajan en los estadios. ¿Era necesario?

Los planteles y cuerpos técnicos entendieron lo que otros no supieron leer o afrontar. Había y hay que quedarse en casa, para bajar la tasa de crecimiento de la pandemia del coronavirus. Es una actitud país, pero entendiendo que la “industria” del fútbol da trabajo, depende de muchos factores y todos estamos expuestos, hoy existe un bien superior y mayor que es la salud. Si las autoridades no lo entienden así, debemos ser los ciudadanos quienes tomemos la iniciativa responsablemente y llamar a respetar las medidas que se establecen para estos casos.

Hoy volvemos a tener todos una oportunidad como país para crecer, entender y analizar el día a día y darnos cuenta de que esta pandemia, más allá de todo lo que se pronostica, es sobre todo una prueba de humildad y evaluación de cómo queremos ser y cómo queremos aprender.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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