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Buenas y malas prácticas de la pandemia Opinión

Buenas y malas prácticas de la pandemia

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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El aumento de los contagiados probablemente exigirá más camas y recintos para aislarlos. Bien que se piense en ampliar esa capacidad. Mal que ello se nuble con opacidades e, incluso, con eventuales beneficios para privados. De hecho, el estado de catástrofe restringe el derecho a reunión y el derecho a propiedad. En situaciones de este tipo de conmoción, el Jefe de Defensa puede disponer de bienes para atender las diversas necesidades que genera la emergencia. Por ejemplo, podría disponer que algunas aeronaves de propiedad de líneas nacionales se utilicen para transportar de regreso a los chilenos varados en el exterior. Podría hacer lo mismo con recintos municipales, como gimnasios o estadios, para albergar enfermos. Si existe esta capacidad legal y operativa, no queda claro por qué se recurrió a un mecanismo privado –un oneroso contrato de arriendo– para enfrentar este desafío. Bien por la Contraloría que ha ordenado aclarar esta situación.


El país se encuentra inmerso en una emergencia nunca vista, parte de una catástrofe planetaria y, por primera vez en nuestra historia, en una conmoción que afecta a todo el territorio nacional. El virus es democrático, ataca a todos por igual, sin distinción de categorías sociales, lugar de origen, estudio, o de la calidad del auto que se posea. Es un problema nacional y debe ser enfrentado por la nación entera.

Desde inicios de marzo el combate a la pandemia se instaló en el epicentro de la coyuntura. Desplazó al estallido social, postergó el debate constituyente. La urgencia hoy es otra y muy amenazante.

Frente al nuevo cuadro la sociedad reacciona, y en este punto la disciplina y la cohesión social son muy necesarias. La larga experiencia en terremotos, tsunamis e incendios forestales ayuda mucho. Pero esas fueron emergencias que afectaron a algunas regiones, mientras el resto del país se transformaba en una activa retaguardia que enviaba ayuda, víveres y voluntarios. Hoy no existe retaguardia ante la amenaza del virus. Todo el país esta amenazado. En este punto la declaración de estado de catástrofe es una buena medida, porque permite centralizar los recursos del país ante la crisis. Como en todo proceso, conocemos de buenas prácticas, que hay que fortalecer, y también de otras que es necesario corregir.

Partamos por las buenas prácticas.

Lo decíamos, la declaración de estado de catástrofe proporciona una institucionalidad apta para los momentos de crisis. Ojo, hay que saber ocuparla, ya volveremos sobre eso, pero lo primero es decir que fue una medida acertada.

Vemos la disposición de algunas autoridades a poner en primer lugar la sintonía con la población. Esto, que siempre es indispensable, que los gobernados vean que sus gobernantes captan sus preocupaciones y tratan de resolverlas, es más urgente hoy. Porque por un proceso incubado durante años, en Chile hoy los gobernados desconfían de los gobernantes. Todas las mediciones de opinión publica indican los bajísimos niveles de aprobación de las principales autoridades, empezando por la Presidencia, siguiendo por el gabinete y llegando hasta el Parlamento.

Por tanto, las autoridades deben asumir con humildad y realismo este contexto con el cual los chilenos entramos a la crisis. Muchos lo han hecho. Varios alcaldes, y notoriamente el ministro de Hacienda. Mismo que ha sugerido un gesto mínimo a sus colegas: una rebaja a sus sueldos. Nadie piensa que con ello se va a financiar todo el esfuerzo que la crisis demanda, pero es un gesto de comprensión. Bien, ministro, es una medida que debería ampliarse a todos los altos sueldos de la administración pública, con un criterio ordenador: nadie puede ganar más que el Presidente, porque nadie tiene más responsabilidades que él. Y eso vale también para los sueldos (y los bonos) de los altos ejecutivos de las empresas públicas, para el Congreso y sus funcionarios, en fin. Por cierto, también ayuda mucho la labor del contralor, que ha cautelado la correcta normativa para enfrentar el complejo y desafiante cuadro.

Desde la sociedad civil también surgen prácticas muy positivas, como el papel profesional y patriótico del Colegio Médico, empezando por su presidenta. Sin afanes de poder y con rigor profesional, ha permitido colocar temas y medidas que son de universal beneficio. Liderazgos propositivos que superan la queja y la denostación, para transformarse en voz de las aspiraciones de amplias mayorías.

Bien por la disciplina social a la fecha demostrada, un toque de queda ampliamente obedecido, lo mismo con el retorno de los “veraneantes en cuarentena” a la Región Metropolitana. Por el respeto al metro de distancia en las filas, por el privilegio en atención a los adultos mayores, por el cuidado de los niños y la oportuna suspensión de clases.

Lo que hay que corregir

Junto a lo anterior, también hemos sido testigos de factores que hay que corregir.

Empecemos por el diagnóstico de la crisis. Sin lugar a dudas que es una crisis sanitaria. Pero es más que eso. Porque sus consecuencias van mucho más allá de las estadísticas de contagiados. La crisis amenaza con desempleo, con inflación, con acaparamiento, con angustia de chilenos “varados” en el exterior, con oleadas de rumores de todo tipo. No todo es vacuna y cuarentena.

La economía mundial va a sufrir un frenazo, imposible de ocultarlo, y eso nos va a afectar a todos. La sociedad ha experimentado profundas alteraciones a su vida cotidiana. Lo que hacíamos normalmente ayer –como ir de un lugar a otro, trabajar, abastecernos sin angustias, vernos con los amigos, etc.–, hoy es diferente y se genera mucha incertidumbre.

La crisis es de origen sanitaria, pero de múltiples y diversas consecuencias. Es una crisis multidimensional. Por ello, la declaración de estado de catástrofe fue una buena decisión. Porque en ese estado de excepción constitucional es posible centralizar los recursos del país para proteger a la población y asegurar el funcionamiento de los servicios básicos.

El aumento de los contagiados probablemente exigirá más camas y recintos para aislarlos. Bien que se piense en ampliar esa capacidad. Mal que ello se nuble con opacidades e, incluso, con eventuales beneficios para privados. De hecho, el estado de catástrofe restringe el derecho a reunión y el derecho a propiedad. En situaciones de este tipo de conmoción, el Jefe de Defensa puede disponer de bienes para atender las diversas necesidades que genera la emergencia. Por ejemplo, podría disponer que algunas aeronaves de propiedad de líneas nacionales permitan transportar de regreso a los chilenos varados en el exterior. Podría hacer lo mismo con recintos municipales, como gimnasios o estadios, para albergar enfermos. Si existe esta capacidad legal y operativa, no queda claro por qué se recurrió a un mecanismo privado –un oneroso contrato de arriendo– para enfrentar este desafío. Bien por la Contraloría que ha ordenado aclarar esta situación.

En situación de crisis las comunicaciones son vitales. Deben servir para orientar y segurizar a la población. Más aún cuando la mayoría de las autoridades padece de una falta de legitimidad ante vastos sectores de la población. Los que mandan deben asumir con realismo y humildad que el juicio de la población no ha cambiado en pocos días. El tono también importa, porque la arrogancia y la soberbia lo que menos crea es empatía.

Las comunicaciones no se reducen a las conferencias de prensa y la lectura de estadísticas burocráticas, se trata de orientar y dar confianza a los chilenos.

Los medios aquí también tienen su cuota. Empecemos por aquellos canales que, al momento de dar noticias, agregan música de fondo, generalmente que aumentan la alarma, como el redoble de tambores. No son tiempos para luchar por el rating, más bien es el momento de construir voces comunes. Señalamos recientemente que este sería un gran momento para trasmitir clases a distancia, por los canales abiertos, a fin de ayudar a las familias que tienen a sus hijos en casa. Tarea para los canales, el Consejo de TV y, por cierto, para el Ministerio de Educación. Más clases y menos farándula.

El humor ayuda en tiempos de encierro, ¿por qué no se abren más espacios para el humor en radios y canales? Cantar une, ¿por qué no organizar cantos colectivos en los momentos de encierro? En las trincheras, los chistes y los cantos permitieron a miles de soldados sobrellevar momentos muy difíciles. Elevar la moral de la población es vital en toda emergencia.

Seguiremos los próximos días en la misma tónica. Cuando todos salgamos a la luz, Chile no será el mismo de antes, será el momento de las evaluaciones. Por ahora, hay que cohesionar filas, hombro con hombro, aperremos, que los chilenos sabemos hacerlo.

Tengo fe en Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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