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El amigo alemán de los chilenos Opinión

El amigo alemán de los chilenos

Carlos Huneeus
Por : Carlos Huneeus Director del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC).
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Católico practicante, culto y estudioso, con gran capacidad oratoria y hábil polemista, dotado de un fino humor, Blüm se convirtió en una figura nacional y respetado hasta por sus adversarios, quienes le reconocían la consistencia de su postura política en favor de los trabajadores, la política social y la defensa de los Derechos Humanos, el ideal republicano alemán de posguerra, el de una generación marcada en forma indeleble por la dictadura de Hitler, el Holocausto judío y de otros pueblos, y el horror al que arrastró al mundo con la Segunda Guerra Mundial: un compromiso inclaudicable con la democracia y la defensa de los DDHH, en todas partes, sin concesiones.


El reciente fallecimiento de Norbert Blüm (CDU), uno de los políticos alemanes más destacados de la segunda generación de posguerra, nos entristeció a muchos chilenos que lo conocimos o que se informaron de su defensa de los Derechos Humanos durante el régimen de Pinochet y por el apoyo que dio a los gobiernos democráticos.

Numerosas e importantes personalidades desde jefes de Gobierno a dirigentes de base, académicos y periodistas de otros países ayudaron a la oposición durante el régimen de Pinochet para que Chile restableciera la democracia. Uno de ellos fue Blüm, ministro del Trabajo y Asuntos Sociales de Alemania durante los 16 años del gobierno de Helmut Kohl (1982-1998), el único secretario de Estado que permaneció durante este largo período en el gabinete.

Blüm condenó las violaciones a los Derechos Humanos desde los primeros días después del golpe militar de 1973 y criticó en Alemania Federal a quienes simpatizaban con la dictadura chilena, incluso en su partido, la CDU, especialmente durante los años setenta. Su posición en la CDU era compartida por la directiva del partido y asociaciones como la universitaria (RCDS), la de la juventud (JU) y de los trabajadores (CDA). Era muy minoritaria en la bancada y rechazada por la CSU (Unión Social Cristiana), el partido con el cual tenía una bancada común en el Bundestag, el Parlamento alemán.

Norbert Blüm nació en 1935 y comenzó a trabajar a los 14 años como obrero metalúrgico en una planta de Opel, sin haber terminado su educación media. Recién la concluyó en 1961, a los 26 años. Después, entró a la Universidad de Colonia para estudiar filosofía, germanística y teología, carrera esta última que prosiguió en la Universidad de Bonn, donde alcanzó el doctorado en Filosofía en 1967.

[cita tipo=»destaque»]También fortaleció el Estado de bienestar, durante la gestión de Blüm como ministro del Trabajo, con la creación del seguro de dependencia (Pflegeversicherung) en 1995, al incorporar un nuevo pilar, que se hizo cargo de todos quienes no se podían cuidar por sí mismos debido a su edad avanzada o por una enfermedad grave y dependientes del cuidado de terceros. Esta reforma cerró una brecha de desigualdad de ingresos y de género, porque la inmensa mayoría de los beneficiados carecían de recursos para financiar ese cuidado y esta tarea era asumida por sus familias y, en especial, dentro de ellas, por las mujeres.[/cita]

Durante su trabajo como obrero se integró a la organización sindical, la poderosa IG Metall, una organización interempresa y fue elegido presidente del consejo juvenil de su compañía. Se integró a la CDU en 1950 y se afilió a la CDA, una de las asociaciones de la CDU cuya función era articular los derechos económicos y sociales de los trabajadores. Fue miembro del Bundestag durante 30 años, desde 1972 a 2002.

Fue secretario general y presidente de la CDA desde 1968 a 1975 y entre 1977 y 1987, respectivamente. Alcanzó altas posiciones en la CDU, de la que llegó a ser uno de sus vicepresidentes.

Católico practicante, culto y estudioso, con gran capacidad oratoria y hábil polemista, dotado de un fino humor, Blüm se convirtió en una figura nacional y respetado hasta por sus adversarios, quienes le reconocían la consistencia de su postura política en favor de los trabajadores, la política social y la defensa de los Derechos Humanos. No temió erigirse como un disidente en su partido, al ser uno de los cuatro parlamentarios de la CDU que apoyó la “Ospolitk”, la política exterior hacia la Unión Soviética y los países de Europa del Este del canciller federal, Willy Brandt (SPD) (1969-1974).

Tras su carrera parlamentaria se mantuvo activo, al aceptar invitaciones de organizaciones de la CDU y los medios de comunicación, interesados en conocer su opinión sobre el acontecer nacional e internacional. En 2018 realizó su último viaje a Chile, invitado por la Fundación Konrad Adenauer y la Fundación Patricio Aylwin, a participar en las celebraciones por los 30 años del triunfo del No en el plebiscito de 1988, victoria a la cual él había colaborado. Pocos meses después contrajo una enfermedad que lo dejó paralizado desde el cuello hacia abajo, aunque mantuvo su lucidez mental y alegría de espíritu hasta su fallecimiento.

Su biografía profesional y política le llevó a ser ministro del Trabajo de Alemania cuando en 1982 la CDU/CSU llegó al gobierno de Alemania.

Fortalecimiento del Estado de bienestar

La ola neoliberal que se extendió por el mundo, y en Estados Unidos y Gran Bretaña en particular, desde los años ochenta hasta comienzos del siglo XXI, no llegó hasta la CDU y a la política económica de los gobiernos de Helmut Kohl. La CDU conservó su identificación con la economía social de mercado y la profundizó incorporando la defensa del medio ambiente, lo que se tradujo en políticas que redundaron en una nueva industria de alcance global.

También fortaleció el Estado de bienestar, durante la gestión de Blüm como ministro del Trabajo, con la creación del seguro de dependencia (Pflegeversicherung) en 1995, al incorporar un nuevo pilar, que se hizo cargo de todos quienes no se podían cuidar por sí mismos debido a su edad avanzada o por una enfermedad grave y dependientes del cuidado de terceros. Esta reforma cerró una brecha de desigualdad de ingresos y de género, porque la inmensa mayoría de los beneficiados carecían de recursos para financiar ese cuidado y esta tarea era asumida por sus familias y, en especial, dentro de ellas, por las mujeres.

La reforma de Blüm fue muy controvertida. La rechazaron las organizaciones empresariales y numerosos economistas, que advirtieron sobre sus altos costos que devendrían para el Estado y las empresas, con una economía fuertemente tensionada por las necesidades provenientes de la unificación alemana.

Compromiso con los Derechos Humanos y Chile

La defensa de los Derechos Humanos y el rechazo a la tortura fue una constante en su trayectoria y, por esto, Chile fue un país al que brindó especial atención. Blüm hizo declaraciones y tomó iniciativas en múltiples oportunidades sobre la situación chilena, sin apelar a eufemismos ni eludir las discusiones, incluso en su partido. Apoyó en 1975 a Hans Matthöffer (SPD), ministro de Ciencia y Tecnología del gobierno de Helmut Schmidt, quien calificó como “banda de asesinos” al régimen de Pinochet, lo cual generó un pequeño sismo en la política alemana.

Visitó Chile en julio de 1987, mientras la dictadura enfrentaba las protestas sociales, recién comenzando a salir de una recesión. Durante su estadía desarrolló un intenso programa. Se reunió con personalidades de la oposición, no solo del PDC, sino también con los abogados y directivos de la Vicaría de la Solidaridad, de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, con familiares de las víctimas y tuvo un encuentro con Carmen Gloria Quintana, la joven quemada por una patrulla militar en una protesta un año antes. El caso le impactó profundamente. Con ella pudo constatar a los extremos a los cuales podía llegar la violencia de una dictadura. Recuerda que le miró con “sus grandes y hermosos ojos negros” y sus palabras “sin tener un ánimo de revancha, ni odio contra sus agresores”.

“Una rata izquierdista”

La embajada alemana organizó una recepción en su honor e invitó a numerosos dirigentes de la oposición y del PDC, como también a los altos ejecutivos de las empresas germanas establecidas en Chile. Esto le permitió conocer cuán profunda era la división producida por la dictadura en la sociedad y a los extremos a los que llegaba la odiosidad de los empresarios hacia los opositores, incluso contra el PDC.

Uno de los empresarios alemanes en Chile se refirió al presidente del PDC, Gabriel Valdés, como “una rata izquierdista” en una conversación con el encargado internacional del ministerio del Trabajo alemán, quien integraba la delegación que acompañó al ministro Blüm.

También tuvo Blüm un encuentro reservado con el general Fernando Matthei, comandante en Jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta de Gobierno y una entrevista con el general Pinochet.

El diálogo con Pinochet

La entrevista con Pinochet fue por una invitación de este que le sorprendió. Probablemente fue persuadido a ella por ser un destacado ministro federal alemán que visitaba Chile. Tres meses después de la visita al país del papa Juan Pablo II, el general estaba empeñado en mostrar una mejor cara al mundo y se preparaba para enfrentar el plebiscito sucesorio de 1988. Qué mejor manera de sondear a un político europeo que en esta reunión. Pinochet no sabía quién era Blüm.

Comenzó la conversación con estas palabras:

“Señor Presidente, vengo como amigo del pueblo de Chile y comparto el principio de la no intervención en los asuntos internos de otros países. Sin embargo, este principio tiene una poderosa excepción: los Derechos Humanos. Aquí la intervención se convierte en un mandamiento. Por eso, señor Presidente, termine usted con las torturas”, le pidió.

Después del comentario de Pinochet aludiendo a la falta de legitimidad de un alemán para hablar de esto, Blüm le replicó que, justamente por su nacionalidad, tenía “no solo el derecho, sino también la obligación de contribuir a la defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo. Esta es mi forma de reparación”.

Blüm se refirió al caso de Carmen Gloria Quintana. Pinochet le respondió que la joven se había autoprovocado las quemaduras. El ministro alemán replicó cáustico: “Qué raro, caminó 17 kilómetros hasta que se le encontró”.

Le expuso a continuación las torturas contra los 14 condenados por la posible participación en el atentado contra Pinochet, tema sobre el cual había preguntado a cada una de las personas y organizaciones con las cuales se reunió antes. “No encontré a nadie que pusiera en duda las torturas”, explicó después Blüm.

La conversación se extendió en temas similares. Pinochet le advirtió a Blüm que los democratacristianos chilenos nada tenían que ver con los de Alemania, porque colaboraban con los comunistas. El ministro alemán le respondió de nuevo tajante: “Los demOcratacristianos en Chile y en Alemania creen en la misma idea: libertad y justicia. Los mejores colaboradores del comunismo son la represión y la violencia”.

Blüm no le admitió nada al dictador, mientras el embajador alemán observaba perplejo la conversación. Hacia el final, Pinochet le señaló un crucifijo en una pared de su despacho, diciéndole que cada noche le rezaba a Dios. Blüm le respondió: “Dios conocía los nombres de cada uno de los muertos y usted deberá rendir cuentas a Él de lo que usted ha hecho”. Le recordó que la democracia iba a llegar, que era una cuestión de tiempo. Antes de abrir la puerta, concluye Blüm, Pinochet le “apretó fuerte y por algunos segundos la mano y tuve la impresión más bien de tristeza, que seguridad del triunfo”.

Apoyo al Gobierno de Aylwin: la cumbre social de Naciones Unidas

Blüm regresaría a Chile invitado por Patricio Aylwin, presidente electo, pocos días antes que asumiera, para participar en los actos con ocasión de la inauguración de la democracia. Se reencontró con viejos amigos y reiteró su voluntad de seguir colaborando por Chile.

Destacaría dos decisiones entre las iniciativas tomadas por él en esa dirección. La primera fue lograr que Alemania apoyara la realización de la cumbre social de las Naciones Unidas, una iniciativa del Gobierno del Presidente Aylwin aprobada en 1992 por la Asamblea General y realizada en Copenhagen en 1995. El tema social estaba en el marco de la competencia de su ministerio, Trabajo y Asuntos Sociales.

La Cumbre de Desarrollo Social tuvo una enorme relevancia política y fue un logro internacional del gobierno democrático, pues fue la primera ocasión en que se discutieron a nivel mundial los problemas del desarrollo social.

El caso Honecker

La segunda fue con ocasión del “caso Honecker”, cuando a fines de 1991, el exdictador de la República Democrática Alemania (RDA), Erich Honecker, fue acogido por razones humanitarias en la embajada de Chile en Moscú. Esta decisión provocó conmoción en Alemania, porque Chile aparecía otorgando asilo a Honeker, a quien un tribunal de Berlín exigía su comparecencia por su responsabilidad por la muerte de los ciudadanos de la RDA que intentaron cruzar la muralla de alambres que la separaba de la República Federal.

Los canales diplomáticos tienen sus rituales y sus tiempos, pero la justicia ante los crímenes contra los Derechos Humanos, otros, que son breves. Blüm siguió este segundo camino y envió una carta pública, que apareció en un influyente diario alemán, pidiéndole al Presidente Aylwin “no recibir al asesino del muro”. La misiva interpretaba a los alemanes y a los militantes de la CDU, incluyendo a su presidente, el canciller Kohl.

Ese mismo día el Gobierno chileno tomó la decisión de solucionar el problema, con el envío de un embajador especial a Moscó con la finalidad que Honecker saliera voluntariamente de la embajada y fuera trasladado a Alemania. Ello tomaría varios meses por la negativa de Honecker a seguir la decisión del Gobierno chileno.

Blüm encarnó el ideal republicano alemán de posguerra, el de una generación marcada en forma indeleble por la dictadura de Hitler, el Holocausto judío y de otros pueblos, y el horror al que arrastró al mundo con la Segunda Guerra Mundial: un compromiso inclaudicable con la democracia y la defensa de los Derechos Humanos, en todas partes, sin concesiones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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