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Los carraspeos comunicacionales y la encrucijada del COVID-19 Opinión

Los carraspeos comunicacionales y la encrucijada del COVID-19

Gonzalo Bacigalupe
Por : Gonzalo Bacigalupe Sicólogo y salubrista. Profesor de la Universidad de Massachusetts, Boston e investigador CreaSur, Universidad de Concepción
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La comunicación improvisada de los últimos días es un patrón sintomático de la gestión de la pandemia y en gran parte responsable por la continua falta de credibilidad en los anuncios de la autoridad. Pareciera ser que la única curva realmente a la baja es la de la credibilidad. Un Presidente que le pide al virus que se retire del país y nos deje tranquilos puede causar risa, pero tiene un impacto grave en la credibilidad de las autoridades. Quizás, lo más preocupante de estos desaguisados comunicacionales es constatar la poca incidencia que tiene el ministro de Salud en la estrategia sanitaria.


Esta semana que recién pasó fuimos testigos de un episodio repetido en la estrategia COVID-19 en Chile. Una seguidilla de “errores comunicacionales” protagonizada por las autoridades de varios ministerios para implementar permisos para que celebremos en familia. #FondeateentuCasa instaba, en el nombre del encuentro familiar, a que nos quedáramos en casa durante las tradicionales celebraciones de septiembre. Las medidas adicionaban un componente que no estaba en los planes del «Paso a Paso» del Gobierno: autorizar en todo el país a que las familias se reunieran en las casas con permisos especiales entre el 18 y 20 de septiembre.

En un ambiente de confusión, las autoridades –sin un apoyo de sus propios comités de asesores– diseñaron de modo improvisado una estrategia que en pocos días confundió a todos. Expertos, autoridades regionales, políticos de todo el espectro y las comunidades, especialmente en regiones, que recién entraban en cuarentena, rechazaron fuertemente las medidas.

Finalmente, el Gobierno se retractó. El permiso especial quedó reservado para aquellas comunas sin cuarentena. La crisis comunicacional está aún en curso, porque los permisos se implementarán en comunas en fases menos restrictivas, pero parecen diseñados para intensificar los contagios.

[cita tipo=»destaque»]La operación política alrededor de la pandemia es evidente en las vocerías. A veces los carraspeos del ministro dan más luces que las palabras que expresa. Sus citas diarias a autores o líderes mundiales son quizás el deseo de mostrarse como un buen ministro, pero navegando en un mar donde la política de ganar puntos en las encuestas pareciera ser, 6 meses después, aún el objetivo central. Este no era el problema del ministro anterior, quien no necesitaba carraspear para esconder su posición alienada con la de la Presidencia. Mañalich era simplemente parte del liderazgo que cree en una estrategia de inmunidad de rebaño o contagio progresivo.[/cita]

A seis meses de gestión de la pandemia, el corazón de la cual debiera ser una buena estrategia de TTA –Testear, Trazar y Aislar–, es insuficiente, deficiente y sin recursos adecuados para su implementación. Con planes de trazabilidad recién comenzados a cinco meses de empezar la epidemia, pero sin ser aún efectivos en implementarla adecuadamente. Se mantiene una alta tasa de contagio que ya lleva semanas fuera de control, en algunos casos en expansión, y en algunas regiones en una situación hospitalaria crítica, que requiere el traslado de pacientes a otras regiones.

Desde que asumió el ministro de Salud, Enrique Paris, han fallecido 9.226 personas –considerando las cifras del DEIS–, con contagios que rondan cerca de los 2 mil diarios. Sin embargo, el Gobierno insiste en anunciar que hay descenso continuo de contagios, un hecho que caracterizó el paso de un peak de estos a mediados de junio a una mejoría que se detuvo. Las cifras nos continúan ubicando junto a países como EE.UU. y Brasil, que no son capaces de revertir la situación después de casi seis meses de cuarentenas reactivas e inefectivas. Chile, uno de los dos países con el PIB más alto de Latinoamérica, es aún incapaz de tener bajo control la epidemia. Más aún, los inciertos datos de la pandemia nos hacen aún seguir corriendo a ciegas en la determinación de medidas.

Pasado el esfuerzo por contar con suficientes respiradores, parte central de la estrategia hospitalocéntrica, y que alimentó gran parte de la estrategia comunicacional del ministro anterior, el Gobierno se ve en la delicada tarea de hacer anuncios respecto al desconfinamiento dinámico como parte de una nueva normalidad. Desconfinamiento que se realiza sin tener la capacidad de trazar adecuadamente los contagios.

La comunicación improvisada de los últimos días es un patrón sintomático de la gestión de la pandemia y en gran parte responsable por la continua falta de credibilidad en los anuncios de la autoridad. Pareciera ser que la única curva realmente a la baja es la de la credibilidad. Un Presidente que le pide al virus que se retire del país y nos deje tranquilos puede causar risa, pero tiene un impacto grave en la credibilidad de las autoridades.

Lamentablemente, una mala comunicación del riesgo incide directamente en la percepción del riesgo de los habitantes. Sus consecuencias son trágicas en el control del contagio y, con ello, en la enfermedad y muerte de personas. Los anuncios de medidas improvisadas con un frágil apoyo de la evidencia científica, las posteriores aclaraciones, y confusiones respecto a cuál es el espíritu y concreción de una medida, también se acompañan de “errores” cotidianos que no apoyan la educación de las personas. Por ejemplo, aún las autoridades no saben consistentemente ponerse las mascarillas, dejan al descubierto su nariz y las manipulan inadecuadamente. Se determinan aún medidas que generan gran atención de los medios, pero que no se acompañan de una buena planificación.

Un clásico ejemplo es planificar inadecuadamente qué hacer para prevenir grandes aglomeraciones en espacios cerrados o en el transporte público, que aún opera con la ley de oferta y demanda de pasajeros. Eso, a pesar de la contundente evidencia de la importancia del contagio por la vía aérea y no solo por superficies que contienen el virus.

Quizás, lo más preocupante de estos desaguisados comunicacionales es constatar la poca incidencia que tiene el ministro de Salud en la estrategia sanitaria.

Este fin de semana fuimos testigos no solo de errores circunstanciales, sino de un desconocimiento profundo de las ideas que informaban el #FondeateentuCasa. Quedó en evidencia que ciertas ideas nacen y se adoptan en espacios donde las decisiones no están basadas en la evidencia. El ministro actúa solo como mensajero de las decisiones del “equipo de los 14”, que decide miércoles y domingo las medidas bajo la dirección de la Presidencia. Eso hace pensar que el ministro pareciera haber capitulado a su liderazgo, limitándose solo a sugerir o esperar que le ordenen qué hacer.

Su labor como líder de la estrategia sanitaria pareciera ser solo un rito, sin real poder de ejecución. Al mensajero de los deseos de la Presidencia, por lo tanto, se le nota a veces confundido y cometiendo errores, son los errores de una estrategia que probablemente ni a él mismo le convence. El ministro ha confesado que la estrategia original no va a cambiar. En el mismo plano, el hermetismo de los profesionales que trabajan en el Minsal indica que no les está permitido expresar su opinión informada por la evidencia y el conocimiento de lo que sucede con la pandemia.

La operación política alrededor de la pandemia es evidente en las vocerías. A veces los carraspeos del ministro dan más luces que las palabras que expresa. Sus citas diarias a autores o líderes mundiales son quizás el deseo de mostrarse como un buen ministro, pero navegando en un mar donde la política de ganar puntos en las encuestas pareciera ser, 6 meses después, aún el objetivo central. Este no era el problema del ministro anterior, quien no necesitaba carraspear para esconder su posición alienada con la de la Presidencia. Mañalich era simplemente parte del liderazgo que cree en una estrategia de inmunidad de rebaño o contagio progresivo.

Se nos comunica mal a la ciudadanía, pero no es porque se necesita solo tener una comunicación más amable, más cercana o más tipo matinal. Lo que se necesita es la adopción de una estrategia que se comprometa con todos los recursos a cortar la cadena de contagio. Probablemente una estrategia que el ministro Paris adoptaría efectivamente si esa fuera la estrategia política. Se puede concluir que el ministro más popular del gabinete y la autoridad con más credibilidad en el Gobierno, está atrapado en el lado perdedor de un poderoso equipo político que lo trata como un simple mensajero o un tecnócrata al cual poco se le hace caso y mucho se le ordena decir.

Los errores comunicacionales van a continuar, porque hay profesionales de la salud, asesores y algunas autoridades, junto al propio ministro, que perciben la necesidad de cambiar la estrategia desde la necropolítica a una política del cuidado, donde salvar vidas es lo primero. Se necesita un cambio de estrategia para así prevenir el continuo y progresivo contagio, enfermedad y muerte de miles de personas.

Las palabras cariñosas y las citas de autor no modificarán las dificultades garrafales de comunicación, tampoco los llamados a la unidad de equipo. Los carraspeos son humanos, comunican una disonancia entre el mensaje del otro y las creencias del mensajero.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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