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El control fatal del malabarista: la chispa que amenaza con encender la mecha en marzo Opinión

El control fatal del malabarista: la chispa que amenaza con encender la mecha en marzo

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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La muerte del malabarista Francisco Martínez dejó en evidencia que el pasto está muy seco, por lo que basta la mínima chispa para encender la mecha de manera insospechada y se queme la pradera. Recordemos que el estallido social se detuvo solo por la pandemia y que, en cierta forma, quedó “entre paréntesis”. Las causas que se expresaron en la calle no han cambiado mucho, salvo que tendremos una nueva Constitución, pero hecha por los partidos y “rostros” de siempre. Veremos si el Gobierno logra entender la complejidad de lo que ocurrió en Panguipulli, así como de lo que está pasando en La Araucanía y Colchane, porque esta vez no podrán decir “no lo vimos venir”. Y aunque estamos a inicios de febrero, ya parece que a La Moneda se le está apareciendo marzo, pese a que el Presidente y la mayoría de los ministros, parlamentarios y dirigentes políticos estén de vacaciones, incluso algunos en la comuna vecina a Panguipulli.


En mayo de 2020, un policía de Minneapolis asfixiaba a un afrodescendiente en pleno centro de la ciudad, a vista y paciencia de cientos de personas que grabaron con sus teléfonos el episodio y luego denunciaron el hecho. En unas pocas horas, el asesinato de George Floyd, 46 años, se tomaba las calles de la ciudad y de gran parte de Estados Unidos. Incendios de edificios y autos fueron el reflejo descontrolado de la indignación. El viernes pasado, e igualmente ante la mirada estupefacta de gente –que también grababa el momento–, el carabinero Juan Guillermo González asesinó a Francisco Martínez, de 27 años, en pleno centro de Panguipulli. Al igual que en Minneapolis, luego vendría la furia que arrasó con edificios públicos. La violencia policial, a la que nos hemos ido acostumbrando, genera la misma reacción en todas partes, en un mundo que se cansó del abuso.

El hecho, además de indignante, hizo recordar el asesinato de Camilo Catrillanca, a las personas que sufrieron trauma ocular durante el estallido social de octubre de 2019, la pérdida de visión de Gustavo Gatica y, por supuesto, el empujón de un carabinero que terminó con un joven en el lecho del río Mapocho, y del cual nunca más los medios informaron de su evolución y estado de salud, hasta conocer la trágica relación entre el menor y su tío malabarista asesinado en el sur. Una coincidencia que, por supuesto, despertó la sospecha en RRSS. En todos estos hechos, ha estado involucrado personal policial uniformado, lo que demuestra que cada día es más urgente la reestructuración de esa fuerza de Orden y Seguridad, que por ahora solo ha realizado cambios cosméticos. 

¿Cómo es posible que un sargento segundo no tenga la suficiente calma ni la capacidad de discernir en un evento como ese, que es pan de cada día? Lo que refleja esto es una preparación deficiente y poco profesional. Como mencionamos antes, encontramos ejemplos en todos los ámbitos de Carabineros. Fueron FF.EE. los que mataron a Camilo Catrillanca; el policía que empujó al joven al río era de la recién creada Unidad de Orden Público; y el sargento González era miembro de una comisaría rural. Y para qué decir las unidades que están en La Araucanía, que han demostrado una total incapacidad de desplegar una inteligencia adecuada.

Pero de fondo, el asesinato del malabarista Francisco Martínez dejó en evidencia que el pasto está muy seco, por lo que basta la mínima chispa para encender la mecha de manera insospechada y se queme la pradera. Recordemos que el estallido social se detuvo solo por la pandemia y que, en cierta forma, quedó “entre paréntesis”. Las causas que se expresaron en la calle no han cambiado mucho, salvo que tendremos una nueva Constitución, pero hecha por los partidos y “rostros” de siempre. Recordemos también que han vuelto de manera progresiva las protestas a Plaza Italia, las que ni siquiera ya son cubiertas por los medios tradicionales. 

Creo que la frialdad y escasa empatía de las declaraciones del subsecretario Galli constituyen el mejor ejemplo de la falta de comprensión del Gobierno de los fenómenos sociales y las reacciones colectivas y, por supuesto, del actuar policial. Si para el 18/0 la autoridad quedó perpleja, es muy probable que esto vuelva a ocurrir, porque no parecen estar teniendo la capacidad de análisis que requiere la circunstancia. Marzo podría encontrar de nuevo a La Moneda sin repertorio conductual para enfrentar el posible regreso de un estallido social, más las crisis de La Araucanía y migratoria, dos focos, estos últimos, que Piñera acentúo en la campaña presidencial y que hoy están descontrolados.

Pero el caso del joven Francisco Martínez Romero –que por lo demás opacó la puesta en escena del inicio de la vacunación masiva al Gobierno– solo vino a reforzar algo que al Gobierno se le está volviendo completamente en contra: las sobrepromesas de “los tiempos mejores”.  

Otra cosa es con guitarra”, dice el refrán. En la campaña de 2017, el entonces candidato Sebastián Piñera utilizó como puntos centrales de su campaña la seguridad pública, el empleo, la migración y el conflicto en La Araucanía. Sin embargo, a medida que pasaban las semanas, todas las alocuciones del hoy Mandatario se focalizaron en Michelle Bachelet y en refregarle dos problemas que la entonces Presidenta habría sido incapaz de manejar. En el caso de La Araucanía, Piñera afirmó que él devolvería la paz perdida. Sin ir más lejos, el actual Presidente y los candidatos de derecha arrasaron con la votación en esa región. Y en el problema migratorio, Sebastián Piñera y Chile Vamos fueron más allá, llegando a insinuar una cierta complicidad de Bachelet con el ingreso de haitianos. Paradójicamente para Piñera, ambos problemas hoy se han transformado en una crisis inmensamente más profunda de lo que denunció en la campaña. Incluso los camioneros –que alcanzaron el acuerdo con Víctor Pérez– han vuelto a amenazar con bloquear las carreteras. 

Por el norte, cientos de personas están ingresando diariamente al país de manera ilegal. Caravanas se seres humanos que transitan por las carreteras que llevan a Iquique o Arica. Lo curioso es que Chile, salvo el aeropuerto Nuevo Pudahuel, tiene cerrados oficialmente todos sus otros pasos fronterizos. ¿Dónde está la autoridad entonces? ¿Dónde están las FF.AA., Carabineros y PDI que no son capaces de impedir estos ingresos ilegales?

Definitivamente, el tema migratorio se le escapó de las manos al Gobierno. Atrás quedó la mediática estrategia del primer año, que apuntó a ordenar la migración vía un conjunto de leyes y, por supuesto, un relato duro, casi xenofóbico que buscaba dejar contento al “voto duro” de la derecha y cuya máxima expresión fue el triste espectáculo de la expulsión de extranjeros, caminando esposados y con trajes blancos, escoltados por un policía hacia la escalinata de aviones de la FACH. 

Pero si hay un tema que se está convirtiendo en un conflicto completamente inmanejable para este Gobierno, es la megacrisis de La Araucanía. Piñera ha cambiado varias veces de intendente, ha anunciado y vuelto a anunciar el “Plan Araucanía”, sin resultado alguno. Sus cuatro ministros de Interior han sido incapaces de encontrar soluciones, incluyendo a Víctor Pérez, que lo único que hizo fue prender más el fuego. Hoy el nivel de violencia y la falta de capacidad de reacción del Estado son totales. Qué más claro que los 850 policías que no fueron capaces de cumplir con un procedimiento ordenado por la justicia en una pequeña comunidad. Piñera prometió devolver el Estado de derecho en la zona y resolver el conflicto y, de paso, se burló de Bachelet. Tres años después, La Araucanía está en llamas. 

Porque si la PDI hizo un papelón en el operativo en Temucuicui –que movilizó detectives de todo el país con un costo de 120 millones–, Carabineros no lo ha hecho mejor. Cambios de mando permanentes, incluyendo el general de la IX Zona Araucanía, que renunció el día antes de asumir hace solo tres meses, falta de inteligencia para entender el conflicto, el caso Catrillanca, etc. 

Veremos si el Gobierno logra entender la complejidad de lo que ocurrió en Panguipulli, así como de lo que está pasando en La Araucanía y Colchane, porque esta vez no podrán decir “no lo vimos venir”. Y aunque estamos a inicios de febrero, ya parece que a La Moneda se le está apareciendo marzo, pese a que el Presidente y la mayoría de los ministros, parlamentarios y dirigentes políticos estén de vacaciones, incluso algunos en la comuna vecina a Panguipulli.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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