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¿Intervencionismo electoral del Presidente Sebastián Piñera? EDITORIAL

¿Intervencionismo electoral del Presidente Sebastián Piñera?

La presencia de los precandidatos presidenciales de Chile Vamos en el Patio de los Naranjos –Lavín, Matthei, Sichel y Desbordes–, se ve y huele mal, tiene hálito de intervencionismo electoral y, lamentablemente, tiende a confirmar la tesis de algunos de que la demora del Presidente Piñera para dar los pasos que permitieran destrabar el peligroso bloqueo institucional en que estaba el país, planteando un proyecto propio de tercer retiro de fondos de las AFP, se debió –además de su porfía y su dañina pulsión a la negociación extrema– a un mero cálculo electoral.


Como si se tratara de un proceso de negociación colectiva en una empresa privada en huelga, en que la solución del conflicto depende en gran medida del efectismo con que se realice la “última oferta”, el Presidente de la República anunció este domingo, con una planificada puesta en escena, un proyecto propio de tercer retiro de fondos de las AFP, no obstante haberse negado a ello hasta mucho más allá de lo razonable, llevando a todo el sistema político a niveles de confrontación y bloqueo institucional desconocidos durante las últimas décadas. Incluso, poniendo en riesgo su propio cargo de Presidente y, con ello, la estabilidad política del país.

Todo indica que el Primer Mandatario malentiende lo esencial de la conducción política de un país, pensando que esta se rige por las reglas de negociación en el ámbito privado de los negocios –donde normalmente lo que se busca es ganar, imponiéndose a una “contraparte”–, sin llegar a comprender y aquilatar que, en el ámbito de lo público y la conducción del Estado, lo que debe primar es algo diametralmente distinto, esto es, buscar permanentemente el logro del bien común, construyendo consensos y mayorías, a través de la persuasión, en beneficio del país.

Tras semanas de choque frontal con los parlamentarios de la oposición y, también, con gran parte de los diputados y senadores RN y UDI, puede entenderse que La Moneda haya querido aprovechar el anuncio presidencial –por el cual se mostraba una nueva “carta” en lo que parece ser para el Presidente un juego de póker– para dar una señal de unidad del oficialismo, de una suerte de recomposición de relaciones con su coalición, desgastada y sometida al mismo estrés que el resto del país. Hasta ahí todo bien, pero para eso claramente no era menester sumar a la puesta en escena a los precandidatos presidenciales de la derecha, bastaba con los integrantes del gabinete político y los presidentes de los partidos de Chile Vamos.

La presencia de los precandidatos presidenciales de Chile Vamos en el Patio de los Naranjos –Lavín, Matthei, Sichel y Desbordes–, se ve y huele mal, tiene hálito de intervencionismo electoral y, lamentablemente, tiende a confirmar la tesis de algunos de que la demora del Presidente Piñera para dar los pasos que permitieran destrabar el peligroso bloqueo institucional en que estaba el país, planteando un proyecto propio de tercer retiro de fondos de las AFP, se debió –además de su porfía y su dañina pulsión a la negociación extrema– al mero cálculo electoral.

Porque es sabido que una de las preocupaciones de los partidos de Chile Vamos era que la férrea oposición del Primer Mandatario al proyecto de retiro de fondos de las AFP estaba comprometiendo seriamente las posibilidades electorales de los candidatos de derecha a la Convención Constitucional, a alcaldías y gobernaciones regionales.

La maniobra de dilatar al máximo el anuncio del proyecto propio y presentarlo a dos semanas de las elecciones del 15 y 16 de mayo, parece una estrategia calculada en pos de hacer calzar los tiempos para que dichos comicios coincidan con el inicio del pago del retiro de fondos y, sobre todo, del bono de 200 mil pesos para aquellos a los que no les quedan ahorros previsionales, de modo que la población tenga “platita fresca” en el bolsillo. Esta estrategia, útil en política pero reprochable éticamente, fue descrita en el campo de la psicología a comienzos de los 90, cuando el psicólogo Daniel Kahneman comprobó, tras numerosos experimentos, que las experiencias más recientes, si son de recompensa, influyen de manera determinante a la hora de tomar decisiones, sin que seamos conscientes de ello.

De haber patrocinado el Gobierno el proyecto del Congreso, que ya fue aprobado por amplísima mayoría parlamentaria la semana pasada, sería actualmente Ley de la República, y los cotizantes de las AFP estarían a horas de poder retirar sus dineros. Y si se le hubiera incluido –vía indicación promovida por el Presidente– los 200 mil pesos para las personas que ya no les quedan fondos, también estas estarían próximas a hacerse de esos dineros. Pero no, el Mandatario se guardó esa “carta” para solo incluirla en el tardío proyecto gubernamental, demostrando su ánimo de negociación extrema y evidenciando que siempre hubo más dinero estatal para socorrer a los necesitados, en este caso, a los aproximadamente 3 millones de afiliados a los que no les queda ya dinero propio que retirar.

En ningún país democrático el desprecio o la humillación ejercida por los gobernantes –aunque tampoco la justa ira de los gobernados– son buenos consejeros de decisiones políticas, que requieren diálogos y acuerdos para manejar los problemas y hallar soluciones. Menos aún en una sociedad tan desigual y fragmentada como la chilena, y cuando está de por medio la presión cotidiana de la incertidumbre de millones de ciudadanos por su día a día en materia de salud, de vida, de alimentos y de trabajo.

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