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La plurinacionalidad: ¿al alcance de la mano? Opinión

La plurinacionalidad: ¿al alcance de la mano?

Salvador Millaleo
Por : Salvador Millaleo Profesor Facultad de Derecho U. de Chile Investigador Asociado del Instituto Milenio Viodemos
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La mayor transformación política de la jornada fue el desplome del sector político que siempre ha bloqueado el debido reconocimiento de los pueblos originarios y sus derechos. La derrota de la derecha y el debilitamiento del partido del orden, abren una oportunidad única para que puedan fructificar las demandas de inclusión constitucional que hemos planteado los pueblos originarios. La soberbia proporcionada por la creencia en la propia propaganda de que obtendrían con facilidad el tercio de la Convención, se ha roto como una burbuja frente a la realidad del comienzo definitivo de un nuevo sistema político, donde no podrán bloquear las grandes transformaciones que el país necesita.


Cuando un sector del pueblo mapuche, con un conjunto de organizaciones de los pueblos originarios de todo el país, agrupadas en torno a la Identidad Territorial Lafkenche y los alcaldes mapuche e incluyendo A académicos y profesionales indígenas, afrontamos el proceso constituyente que abrió el estallido social, apostamos por promover la participación en él de los pueblos originarios mediante escaños reservados.

Creímos que el proceso constituyente era la gran oportunidad para empezar a terminar con la exclusión política de los pueblos originarios en la historia de este país, para consagrar la plurinacionalidad, con sus contenidos de autonomía y autogobierno indígena, territorios, lengua, identidad y patrimonio cultural. Ahora esto podría llegar a ser realidad.

Un sector del pueblo mapuche –y también en otros pueblos originarios– planteó que estábamos soñando o, bien, autoengañándonos en otra trampa que nos ofrecían las élites chilenas con sus promesas de participación. Pero insistimos en plantear el proceso constituyente como la ruta por la cual se podía construir la solución política, que permitiera una nueva forma de convivencia entre indígenas y no indígenas, entre la nación chilena y las naciones originarias, y terminar con la conflictividad creciente y las políticas de enemigo interno y militarización, que han caracterizado la visión del Estado en estos asuntos.

[cita tipo=»destaque»]La gran presencia de independientes en la Convención, con el espíritu del estallido social que reconoció en los pueblos originarios el mejor ejemplo de la dignidad que las protestas reivindicaron, así como de otras fuerzas afines, significa la oportunidad de conseguir esos cambios, pero esto requerirá un trabajo de coordinación, alianza y muchas veces de pedagogía, para que los anhelos de los pueblos originarios puedan lograrse dentro del conjunto de los anhelos de los sectores postergados del país.[/cita]

La derecha hizo todo lo posible para reducir los escaños a una mínima expresión y solo con mucha presión pudimos conseguir que el Congreso aprobara 17, incluyendo el gran dolor de no obtener un escaño para el pueblo tribal afrodescendiente chileno. Impusieron un padrón especial en lugar de la autoidentificación plena ante la urna y solo se publicó la reforma constitucional respectiva (Ley N°21.298) el 23 de diciembre de 2020, dejando breves dos semanas para que los pueblos originarios cumplieran los requisitos para presentar candidaturas. Luego, el padrón se cerró a fines de febrero.

Con estas limitaciones, esperábamos que se eligieran, como al fin sucedió, los 17 representantes de los pueblos como convencionales constituyentes. En medio de una serie de problemas por la falta de información del Servel sobre el voto de escaños, errores en los vocales que no ofrecían a los inscritos la papeleta verde y discriminaciones a quienes concurrieron con sus vestimentas tradicionales, se hizo ejercicio del derecho a voto por los escaños. Adicionalmente, en los distritos se eligió a una convencional mapuche en Valdivia, una convencional aymara en Tarapacá y otra convencional diaguita en Coquimbo. De esa manera, existirá una bancada de 20 convencionales de pueblos originarios en la Convención.

Sin embargo, la mayor transformación política de la jornada fue el desplome del sector político que siempre ha bloqueado el debido reconocimiento de los pueblos originarios y sus derechos. La derrota de la derecha y el debilitamiento del partido del orden, abren una oportunidad única para que puedan fructificar las demandas de inclusión constitucional que hemos planteado los pueblos originarios.

La soberbia proporcionada por la creencia en la propia propaganda de que obtendrían con facilidad el tercio de la Convención, se ha roto como una burbuja frente a la realidad del comienzo definitivo de un nuevo sistema político, donde no podrán bloquear las grandes transformaciones que el país necesita.

Uno de los grandes cambios imprescindibles debe ser en los términos de la relación entre los pueblos originarios y el Estado, desde la denegación hacia la consagración de la plurinacionalidad e interculturalidad como principios rectores de nuestro país. La construcción de la nueva Constitución ha de romper con la colonialidad que animaba a la acción del Estado y sustituirla por una relación donde el poder sea compartido con los pueblos originarios.
La plurinacionalidad se realiza, en primer lugar, en la garantía de regímenes de autonomía relativa, tal y como lo viene demandando el movimiento indígena desde hace cuatro décadas. Implica también el establecimiento de representación de los pueblos originarios en todos los niveles de decisión estatal, así como la garantía de derechos colectivos sobre sus tierras, territorios, aguas, lenguas, prácticas tradicionales y patrimonio cultural.

Sin embargo, la derrota histórica de la derecha a un nivel que no se veía desde 1964, no puede hacernos creer que todas estas demandas se conseguirán con facilidad.

La gran presencia de independientes en la Convención, con el espíritu del estallido social que reconoció en los pueblos originarios el mejor ejemplo de la dignidad que las protestas reivindicaron, así como de otras fuerzas afines, significa la oportunidad de conseguir esos cambios, pero esto requerirá un trabajo de coordinación, alianza y muchas veces de pedagogía, para que los anhelos de los pueblos originarios puedan lograrse dentro del conjunto de los anhelos de los sectores postergados del país.

Este es el gran desafío, permear de manera concreta a los demás convencionales de las visiones y aportes de los pueblos originarios sobre los derechos de la naturaleza y de las futuras generaciones, la necesidad de una democracia horizontal orientada al buen vivir y de la redistribución del poder hacia los territorios y las comunidades. Requerirá que los convencionales indígenas se involucren activamente en todas las discusiones constitucionales. También supondrá ser capaces de impedir los intentos de los poderes económicos de las industrias extractivistas de capturar, de otras formas, la Convención y domesticarla para inocular la potencia de los cambios. Todo ello, exige movilizar las capacidades de las organizaciones indígenas y los recursos cognitivos que sean necesarios para esos efectos.

Solo en este sentido, como un desafío posible, podemos pensar que, ahora sí, la plurinacionalidad puede estar al alcance de la mano, de nosotros los miembros de los pueblos originarios del país, para que, a nombre de nuestros ancestros, seamos capaces de dejar atrás el lastre del racismo y la exclusión en la historia constitucional de este país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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