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Patricia Putkin, directora de Fundación Amanoz: “Tener una nueva pareja a los 77 es como haberme sacado la lotería” PAÍS

Patricia Putkin, directora de Fundación Amanoz: “Tener una nueva pareja a los 77 es como haberme sacado la lotería”

La viuda del empresario Juan Carlos Kantor, emparejada desde hace más de tres años con el histórico director de TV, Sergio Riesenberg, cree que la mutua compañía ha sido clave para sobrellevar la pandemia. Afirma que hay 450 mil personas mayores viviendo solas en Chile y que ese es el peor mal de la adultez mayor, que el COVID-19 y las cuarentenas han acentuado. Compara su presente en compañía con la soledad de sus amigas y se congratula de haberse atrevido a defender su derecho a tener una vida propia.


Su himno de vida es la canción “What a wonderful world”, cantada por Louis Armstrong. “Escuchen la letra”, pide y se pone a traducirla: “El mundo es maravilloso, por su cielo azul, por el verde de los árboles, porque la gente se da la mano y se saluda, por todo lo positivo que a mí me gusta. Es una canción que habla de que entre los seres humanos hay amor y cercanía”. 

Patricia Putkin Rattinoff (77) es fundadora y directora de Amanoz, que desde la trágica muerte de su marido, el empresario israelita Juan Carlos Kantor, dueño de Dimacofi, agregó su nombre al de la fundación como tributo. Energética, positiva y siempre impecable. hace 21 años creó Amanoz, anticipándose a las necesidades de apoyo y compañía de las personas mayores, dada la evolución demográfica de un Chile, cada vez más envejecido. Hoy, adulta mayor ella misma, habla con Piensa en Grandes, sin guardarse nada. 

¿Qué es lo más difícil que te ha tocado enfrentar en la vida?

-Para tener a mis tres hijos, tuve que estar en cama durante todo el embarazo, durante cada uno de ellos, porque había peligro de pérdidas, así es que nacieron bastantes chiquititos, de 8 meses. Después de los partos tenían que volver a enseñarme a caminar. Diría que esa fue una parte muy difícil de mi vida. También fue duro meterme a estudiar ya de adulta la carrera de orientación familiar, porque a mi marido no le gustaba. Se burlaba: “¡Ay, eso lo leíste en la página 340!”, cuando yo opinaba de algo, estaba además tremendamente celoso. Yo entré a estudiar a los 30 años y eso me cambió la vida. La gente del Instituto Carlos Casanueva eran todos unos amores, ahí me encontré con otro mundo. Yo venía de colegio particular, por lo que ir a trabajar a las poblaciones, a los colegios públicos de Pudahuel, fue realmente un descubrimiento. Finalmente y de a poquito, a mi marido le terminó gustando lo que hacía.

-Su muerte tan sorpresiva, ¿me imagino que fue un golpe muy duro?

-Fue terrible. Estábamos en Pucón y él se fue a nadar al lago. Yo lo vi y bajé un poco después a la playa y no estaba por ninguna parte. Nadie lo había visto. De repente vi que estaban sus zapatillas y su polera en el muelle. Ahí sentí algo fuertísimo en el corazón, un dolor, una certeza y empecé a gritar Juan Carlos, Juan Carlos, Juan Carlos, y no contestaba. ¿Sabes a qué hora lo encontraron? A las 9 de la noche. A él le dio un infarto justo cuando estaba subiendo por la escalera al muelle después de nadar. Fue terrible no poder despedirme de él, que se fuera así y verlo luego dentro una bolsa plástica horrorosa. 

Ahora, con la serenidad que da el tiempo, cree que fue bueno que Juan Carlos Kantor no conociera el deterioro propio de la vejez. “Murió en su plenitud, sin achaques, vital. Se fue a los 74, con tres años menos que los 77 que tengo yo ahora. Y creo que fue bueno, porque, por su personalidad, le habría sido muy difícil aceptar los costos y dolores del envejecimiento”.

-Te casaste muy jovencita, a los 17, estuviste casada 51 años, enviudaste en 2014 y hace tres te volviste a emparejar, ¿cómo se construye la vida en pareja en la etapa otoñal de la vida?

-Toca la casualidad que Sergio me conocía a mí y a mi marido. Una vez, incluso, estuvimos comiendo todos juntos en la casa de mis padres. Hoy me dice que él me miraba y me miraba, porque me encontraba muy bonita. Yo no me acuerdo para nada de ese episodio. Él, después se casó, tuvo dos hijas. Y, cuando nos encontramos hace 3 años y medio, lo primero que le pregunté fue la edad. Me dijo 76 y yo pensé que me servía, que me acomodaba –dice, risueña y práctica.

El Sergio del que habla Patricia es el director pionero de la televisión chilena, Sergio Riesenberg. Con 50 años de trayectoria, a partir de las transmisiones del Mundial del 62, pasando por estelares, el Festival de Viña, debates políticos, programas franjeados, tras su retiro ha escrito y publicado varios libros, además de ser comentarista esporádico en radio y TV. Aclarado el punto, ella sigue contando la historia de su nuevo amor: “Después de ese encuentro, me fui de vacaciones a Miami y desde ahí lo contacté por Facebook. Así empezó todo y hasta el día de hoy tenemos una relación, una relación amorosa de personas adultas. No es para nada como cuando estaba con Juan Carlos, él era un marido muy exigente, quería que estuviera siempre súper flaca, toda impecable, pirulín, pirulín. Sergio, en cambio, no es para nada demandante. Disfruta de sus temas, del fútbol, por ejemplo, mientras yo veo una película en mi IPad, no nos estorbamos, así funcionamos.

«No es bueno pasarse la cuarentena en pijama»

-¿Es la soledad el mayor problema de las personas de la tercera edad en Chile?

-Así es. En Chile hay 450 mil adultos mayores que están solos. Nosotros en la fundación Amanoz tenemos un sistema muy lindo, que la pandemia ha fortalecido. Con 600 voluntarios capacitados, llamamos por teléfono a unas 400 personas mayores y solas de manera permanente. Lo hacemos simplemente para conversar con ellos. Los que llaman saben cómo hacerlo, porque no es llegar y hablarle a un adulto mayor. Muchos tienen problemas de audición o de visión, lo que dificulta que respondan a veces, o de comprensión, pero con conocimiento, empatía y mucho cariño, se logra la comunicación. Una de las cosas más importantes en Amanoz es el cariño, el amor que sentimos todos y yo en particular por las personas mayores, más ahora que yo también soy mayorcita. En pandemia, las personas que atendemos están felices, porque los llamamos, los acompañamos. Es tan duro estar solo. En mi caso, cuando partió la pandemia, Sergio nunca más volvió a su casa. Ahora estamos viviendo juntos en la mía. Yo les digo a mis hijos, que tanto alegan: “Imagínense cómo habría sido para mí pasar sola la pandemia”. Ahí se quedan callados. 

-¿Sientes que por un bien intencionado afán de protección todos se sienten llamados a opinar, a criticar, a juzgar las decisiones de los mayores, como, al parecer, ha sido en tu caso?  

-Sí, en mi caso, ha sido difícil. Me han juzgado, ahora, eso sí, mis hijas Pauline y Denisse también se han sentado conmigo y Sergio a la mesa, y tengo la impresión que, de a poco, han ido entendiendo que es mi vida y que estoy muy feliz con él. Pero, al comienzo, no fue fácil, fue duro. 

-¿Hay en esa actitud una suerte de infantilización? ¿Has sentido que te tratan como una niña chica?

-Absolutamente. Hay mucho de eso. Por eso es tan importante que cada 15 de junio sea el Día del Maltrato al Adulto Mayor, para visibilizar todos esos maltratos, los graves y los más sutiles. Yo tengo muchas amigas solas, por viudez o separación, y ninguna   tiene pareja. Yo creo que he sido la única valiente al decidirme a tener una pareja, porque no se ve mucha gente mayor que dé el paso, que se atreva. En general, es como haberme sacado la lotería, porque hay mucha soledad entre las personas de edad. Mis amigas tienen hijos, nietos, yo también los tengo, tres hijos y 11 nietos en total, pero uno debe tener una vida propia. Eso es algo que les cuesta entender a los hijos, que uno quiera una vida propia.

La hija mayor de Patricia es la periodista Pauline Kantor, ex ministra del Deporte de Sebastián Piñera, que fue reemplazada por Cecilia Pérez, y que fracasó en su afán de integrar la Convención Constituyente, por lo que le preguntamos: 

-¿Qué piensas de la carrera política de tu hija? ¿Sufriste el que no saliera electa constituyente? 

-Yo creo que a ella le dolió mucho no salir elegida, porque se preparó, trabajó mucho, caminó por todas las ferias del distrito, entregaba volantes en las esquinas a los automovilistas. Fue una desilusión, porque de verdad se la jugó y creía que podía aportar. Yo vi su esfuerzo.  

Asegura que ella es cero política, salvo que ve debates y programas de actualidad, pero que jamás se le habría ocurrido postularse a nada. “Esa energía física que se requiere, yo hoy no la tengo, soy operada de la columna”, dice y vuelve a afirmar que lo que la llena es “trabajar por la adultez mayor, entregar amor y compañía a los que están solos y de los cuales no se preocupa nadie”. 

Cuenta que su Fundación Juan Carlos Kantor Amanoz se financia con donaciones, lo que implica un arduo trabajo, porque, pese a ser una miembro distinguida de la comunidad israelita y estar llena de contactos con personas de alto patrimonio, los aportes no llueven. “Tenemos una gerente que se mueve por todo Chile buscando donaciones para poder seguir entregando cariño a los adultos mayores, pero no es fácil”, comenta.

-Tú has viajado mucho y vivido fuera de Chile, ¿qué iniciativas interesantes te ha tocado ver en el extranjero dignas de imitarse en relación a las personas grandes?

-Yo creo que es urgente hacer un estudio detallado de cuántos adultos mayores solos hay en Chile, conocerlos al detalle y empezar a preocuparnos en serio de ellos. Existen muchas personas solas que no tienen ni cómo prepararse un plato de comida. Me tocó estar en Londres conociendo la labor de una fundación financiada por el gobierno que se dedicaba a dar ese apoyo de manera genial, personalizada.  

-Haces talleres con mujeres de tu círculo para hablar de distintos temas y que hace poco vieron juntas “El Agente Topo”. ¿Qué les pareció? 

-Efectivamente, hago tertulias con amigas y en ocasiones vemos y analizamos películas. Al comienzo, “El Agente Topo” no les gustó tanto. Pienso que no era grato para ellas ver a las personas en abandono, postradas, mirar a esas señoras en silla de ruedas esperando que las cuidadoras las atendieran. Pese a las diferencias sociales, duele verse retratados. Ver la soledad de la vejez. Muchas de ellas tienen 80 años y más, y se están preparando para lo que viene y esa imagen no les gustó, aunque al final, fueron entendiendo. Y a todas nos fascinó el agente, el señor que lo encarna.

Conectada digitalmente desde hace años, cuando clases de computación, es asidua a ver charlas Ted en el IPad; a la red social Pinterest, donde busca ideas de nuevas recetas; a escuchar podcast y ver columnas políticas como las de Tomás Mosciatti y Fernando Villegas; y a Zoom, plataforma donde arma sus tertulias culturales. También es coqueta y muy preocupada de su aspecto. “Yo me visto todos los días como si no estuviéramos encerrados en cuarentena. Me gusta que Sergio me vea bonita. Que vengan a peinarme, porque por el aparato con que me tratan la apnea del sueño, despierto como una leona. Y Sergio me celebra las tenidas, el que me vea bien, le encanta y a mí también. Tengo amigas que se han pasado la pandemia encerradas en buzo o en pijama, lo que no me parece bueno. Hay que darse ánimo. Tener energía. Yo soy así; estoy convencida de que “What a wonderful world”, como canta  Louis  Armstrong.

 

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