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 ¿A qué se dedican las Fuerzas Armadas? Opinión Crédito: Aton

 ¿A qué se dedican las Fuerzas Armadas?

Richard Kouyoumdjian Inglis
Por : Richard Kouyoumdjian Inglis Experto en Defensa y Seguridad Nacional
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No hay que confundir lo principal con lo accesorio, a pesar de que lo segundo sea muy noble y bien recibido por los ciudadanos. ¿Por qué traigo esto a la atención de los lectores? Porque no vaya a ser que, cuando se llegue a la sección de las Fuerzas Armadas en la Constitución, alguno se confunda o no tenga claro para qué existen o, bien, determine que no son merecedoras de ser mencionadas en la Carta Magna, algo a lo que tienen un derecho indiscutible, producto de poseer el monopolio de las armas y el uso de la fuerza junto a las policías.


En una reciente columna indiqué que el propósito de las Fuerzas Armadas es defender la independencia y la soberanía, y proteger el interés nacional donde sea que esté ubicado.

A algunos les llamó la atención que dejara fuera de su propósito una serie de actividades secundarias o no principales, pero que para muchos pueden parecer muy importantes, más aún en los tiempos que corren. Esas son actividades que la legislación chilena considera, o bien que se desarrollan, en tiempos de paz, producto de las capacidades polivalentes de sus equipos humanos y materiales. El problema está cuando, producto de que estas se vuelven muy habituales, más de alguno se confunde y asume como habitual que tengamos a las Fuerzas Armadas desplegadas en modo estado de excepción constitucional por pandemia por más de 16 meses, o que todos los veranos conformen brigadas forestales, o que estén a cargo de los locales de votación, algo que al presidente del Servel le parece digno de aplauso, y así muchas otras tareas que cada vez se vuelven más normales y que las alejan de sus roles principales.

¿Por qué traigo esto a la atención de los lectores? Porque no vaya a ser que, cuando se llegue a la sección de las Fuerzas Armadas en la Constitución, alguno se confunda o no tenga claro para qué existen o, bien, determine que no son merecedoras de ser mencionadas en la Carta Magna, algo a lo que tienen un derecho indiscutible, producto de poseer el monopolio de las armas y el uso de la fuerza junto a las policías.

[cita tipo=»destaque»]El problema está cuando, producto de que estas se vuelven muy habituales, más de alguno se confunde y asume como habitual que tengamos a las Fuerzas Armadas desplegadas en modo estado de excepción constitucional por pandemia por más de 16 meses, o que todos los veranos conformen brigadas forestales, o que estén a cargo de los locales de votación, algo que al presidente del Servel le parece digno de aplauso, y así muchas otras tareas que cada vez se vuelven más normales y que las alejan de sus roles principales.[/cita]

No hay que confundir lo principal con lo accesorio, a pesar de que lo segundo sea muy noble y bien recibido por los ciudadanos. Digo esto porque lo que no es principal solo debe ser excepcional y no debe distraer los esfuerzos y presupuestos del trabajo y tiempos que la preparación para defender la independencia y soberanía requieren, y las capacidades humanas y materiales que se necesitan para defender los intereses nacionales donde sea que estén ubicados.

Lo anterior también aplica a los criterios con que se eligen los sistemas de armas, tanques, aviones de combate y de apoyo, y buques que requiere la Marina, ya que es muy fácil caer en la trampa de elegir lo que es más polivalente versus lo que es más efectivo en combate, en donde el criterio que prima es la eficacia por sobre la eficiencia.

De ninguna manera quiero negar los eventuales apoyos que las instituciones puedan dar conforme no las distraigan de lo importante y principal, y solo sean esfuerzos excepcionales.

Las Fuerzas Armadas de Chile han sido efectivas en evitar guerras porque tienen un capital humano muy bien entrenado y el equipamiento adecuado. Actúan por disuasión, la que requiere, para ser efectiva, tener la capacidad de convencer a otros de que tendré la voluntad de emplear la fuerza, y que las fuerzas de las que dispongo son altamente efectivas y letales, y que, de ser necesario, se pueden desplegar fuera del territorio nacional, llevando la guerra a donde más les duela a nuestros potenciales adversarios.

Si alguien tiene dudas, por favor que lea la política de Defensa de Chile recientemente publicada, el documento más completo que se ha producido en los últimos tiempos y que deja muy claro los puntos anteriores.

Capítulo aparte merece la Marina, la que tiene además el rol de la autoridad marítima y custodia de las riquezas que nos da el mar de Chile y una muy extensa zona económica exclusiva, y junto con ello, la obligación de mantener abiertas las vías de comunicaciones marítimas por las cuales circula lo que exportamos e importamos, y que nos mantiene vivos, y que bien pueden estar ubicadas en el estrecho de Malaca o el Canal de Panamá.

La Fuerza Aérea, junto con su rol primario en términos de la contribución que hace a la defensa de la soberanía e independencia de Chile, se encarga de que nuestro espacio aéreo funcione y sea seguro para el tráfico de pasajeros y de carga y, junto a la Armada, son responsables de la cuarta zona más grande del mundo de búsqueda y rescate, una responsabilidad que muchas veces no recibe la debida atención y presupuesto de parte de las autoridades políticas.

Por otro lado, el Ejército ha tenido un rol clave en el hecho de que llevamos más de 200 años sin que nos hayan invadido, ha llevado la guerra al territorio enemigo cuando ha sido necesario, siempre ha sido vencedor y jamás ha sido vencido, y ello ha sido posible porque no ha olvidado cuál es su propósito, a pesar de las múltiples distracciones que frecuentemente se les cruzan por delante, y que cada 9 de julio recuerdan al honrar la memoria de los 77 jóvenes de La Concepción.

Espero que esta columna les sirva para mejor entender qué hacen las Fuerzas Armadas, lo que es principal y lo que es secundario, y que el éxito de la defensa nacional está en no olvidar cuál es su propósito.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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