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La entrada tardía de Yasna y el offside de la ex Concertación Opinión

La entrada tardía de Yasna y el offside de la ex Concertación

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El desafío es tremendo para tan poco tiempo. Tendrán que conseguir recursos económicos y técnicos, definir una logística compleja, pero principalmente tomar una definición política que no fueron capaces de hacer hace sólo un par de meses: ¿Qué le quieren ofrecer al país?, porque el problema de fondo no es sólo si llevarán a la competencia a un Maldonado que no representa más que un saludo a la bandera del PR para “negociar” cargos después, a un mono porfiado como ME-O que pareciera tener una obsesión personal con la presidencia o a Paula Narváez que siendo una carta refrescante e interesante del PS, Alvaro Elizalde está dispuesto a “entregar” sin problema para mejorar la posición de su partido, como lo intentó hacer antes en las primaria


Hasta hace solo un par de semanas, teníamos una disputa cerrada, en casi todas las encuestas, con un verdadero empate técnico entre Daniel Jadue, Joaquín Lavín y Yasna Provoste como los principales candidatos a llegar a La Moneda en noviembre. Más atrás estaba Sebastián Sichel, y muy muy atrás, con apenas dos o tres puntos se encontraba Gabriel Boric. No sólo el tablero electoral se desarmó completamente, sino que por primera vez desde la vuelta a la democracia –hace 32 años- seguimos sin tener idea quién será el próximo (a) presidente (a). Dos de los favoritos –Jadue y Lavín-, que dominaron los sondeos durante casi dos años, han quedado fuera de carrera, y la dupla Sichel y Boric se convirtieron en dos cartas muy competitivas pese a que los números de las encuestas previas les daban muy pocas chances. Por tanto, Yasna Provoste se convirtió en una especie de “sobreviviente” de lo que los sondeos indicaban como “ganadores” hasta antes de las primarias. De paso, Cadem y otras se deberían preguntar qué están haciendo mal.

Partamos, por qué Yasna Provoste se demoró más de la cuenta en tomar la decisión de ingresar a esta carrera, que ya se encamina a la recta final. De seguro, el diagnóstico de ella y su equipo era que Jadue ganaba el 18 de julio, lo que le habría permitido una entrada triunfal y garantizada, teniendo en cuenta lo que ocurrió en Santiago en la segunda vuelta entre Orrego y Oliva. Pero en política nunca se actúa sobre escenarios únicos y se deben correr riesgos, ese que la senadora y su entorno no estuvieron dispuestos a asumir. Si Yasna hubiera lanzado su candidatura en el momento del peak de su rápida irrupción, hace más de dos meses, las primarias no le habrían afectado tanto. Ahora no sólo parte detrás de los escapados, sino que, además, la ex Concertación deberá enfrentar una riesgosa y enredada definición de su carta presidencial, la que, en el escenario que sea, tendrá menor legitimidad en comparación con una primaria en que votaron, inesperadamente, tres millones de personas. 

Esta semana el conglomerado de oposición deberá escoger el mecanismo con que definirán su carta presidencial, porque pese al “sí acepto” de la senadora, eso no significa que estará en la papeleta en noviembre, salvo que su partido, la DC, intente jugarse por correr en solitario, lo que no es descartable. Primero tendrán que definir si la consulta será presencial –el Servel ya aclaró que no podrán llamarla “primaria”- o electrónica. Ambos mecanismos son altamente complejos, caros y despertarán dudas y sospechas de todo tipo, además de que jamás podrán acercarse al nivel de votación que obtuvieron Sichel y Boric. Para colmo, corren contra el tiempo, porque no pueden pasar de agosto, ya que de ahí en adelante apenas restarán dos meses para la elección.

Y más allá de cómo definan a su candidato o candidata –una gran ventaja para este sector es ser los únicos que pueden presentar una mujer a la presidencia de Chile-, en la corta campaña que habrá por delante, tendrán que demostrar si tienen un factor diferenciador con Boric –compartirán una parte del electorado-  pero sin enemistarse con él para buscar apoyos cruzados en una eventual segunda vuelta y si son capaces de disputarle un porcentaje de gente a Sichel en el centro. 

Pero pese el escenario difícil que tiene por delante, Yasna Provoste es una buena carta del mundo DC y ex Nueva Mayoría. Ha ocupado todos los cargos imaginables en el Estado: gobernadora, intendenta, ministra, diputada, senadora. Es una mujer resiliente, que logró reponerse al golpe de una acusación constitucional y pararse dignamente, volviendo a postular al Congreso. Luce sus antepasados diaguitas con orgullo y está lejos de la elite democratacristiana, esa de los apellidos tradicionales como los Walker o Aylwin. Es una mujer progresista y despierta simpatía en sectores de la centroizquierda. Sin embargo, y de fondo, la pregunta es si el país que tenemos hoy, querrá ser nuevamente dirigido por el conglomerado que gobernó por décadas. Si la ex Concertación no es capaz de refrescar su imagen en estos pocos meses, sus posibilidades serán bajas. 

El desafío es tremendo para tan poco tiempo. Tendrán que conseguir recursos económicos y técnicos, definir una logística compleja, pero principalmente tomar una definición política que no fueron capaces de hacer hace sólo un par de meses: ¿Qué le quieren ofrecer al país?, porque el problema de fondo no es sólo si llevarán a la competencia a un Maldonado que no representa más que un saludo a la bandera del PR para “negociar” cargos después, a un mono porfiado como ME-O que pareciera tener una obsesión personal con la presidencia o a Paula Narváez que siendo una carta refrescante e interesante del PS, Alvaro Elizalde está dispuesto a “entregar” sin problema para mejorar la posición de su partido, como lo intentó hacer antes en las primarias. ¿Cuál es la oferta de un sector político que también salió trasquilado para el 18/0? La tarea es titánica, partiendo por ponerle nombre a un conglomerado que se sigue llamando Unidad Constituyente, pese a lo mal que les fue en esas elecciones. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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