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Una “Comunidad de Energía, Minería y Agua”  para relanzar la integración latinoamericana Opinión

Una “Comunidad de Energía, Minería y Agua” para relanzar la integración latinoamericana

Héctor Casanueva y Mario Silberman
Por : Héctor Casanueva y Mario Silberman Académico, ex embajador de Chile ante la ALADI y el Mercosur, y ante la Organización Mundial de Comercio/Ingeniero, ex embajador de Chile, ha sido Chief Technical Advisor ONUDI/PNUD y Gerente de CORFO.
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La conformación de una “Alta Autoridad Común” para dar curso a este proceso, mediante un protocolo ad-hoc en el marco del TM80, significaría un paso gigante para los cinco países, y el embrión de una integración regional progresiva. Se puede aprovechar la experiencia de la UE, con la que ALC tiene establecida desde 1999 una Asociación Estratégica, y con la que prácticamente todos los países tenemos acuerdos vigentes.  Cuando el pasado es factor de división, y la pandemia y el deterioro ambiental ensombrecen el presente, se debe mirar al futuro y encontrar la convergencia mediante solidaridades concretas, para dejar atrás las diferencias que lastran nuestra integración.


«No unificamos estados, unimos personas. Europa no se hará de golpe, ni con una construcción de conjunto, se hará a través de realizaciones concretas creando primeramente y, ante todo, una solidaridad de hecho».

Con esta sentencia, el político y diplomático francés Jean Monnet, uno de los “padres de Europa”, primer presidente de la Alta Autoridad de la Comunidad del Carbón y del Acero, embrión de la actual Unión Europea, inspiró, junto a Robert Schuman, Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer, el proceso de integración en 1951. Parte de un principio político fundamental, que podríamos llamar “humanismo pragmático”, presente en todas las decisiones que se toman en la UE: “solidaridad de hecho, mediante realizaciones concretas”.  

La decisión de unir a Europa se atribuye, con mucha razón, a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, si bien casi un siglo antes intelectuales como Víctor Hugo, abogaron por la creación de los Estados Unidos de Europa. También hubo proyectos fallidos, generalmente debido a la rivalidad franco-alemana. Pero el acicate, en la línea humanista-pragmática de Monnet, fue eliminar la posibilidad de otra guerra, asegurando la paz y el desarrollo. 

Se suele decir que en América Latina no hemos tenido un conflicto de tales magnitudes, y ha faltado ese factor aglutinante. Nuestros primeros esfuerzos integracionistas modernos son contemporáneos de los de la Europa comunitaria, sin embargo, no hemos logrado esa unidad esencial, que hace de la integración un proyecto político, con una base económica, centrado en la cooperación. Pero la pandemia es en sus efectos devastadores como una guerra continental. La necesaria reconstrucción económica, social, ambiental, que deberemos enfrentar -que ningún país por sí solo puede acometer- en un contexto global de transición digital, ecológica, energética y geopolítica, impele a construir en la región solidaridades concretas, empezando por integrar lo integrable y uniendo a quienes tengan la voluntad política y las condiciones para iniciar el proceso. Contamos para ello con el marco institucional del Tratado de Montevideo de 1980 (TM80, hoy vigente y operativo a través de la ALADI.

En esta línea, vemos factible nuclear estructuras basales siguiendo el mismo principio “Monnet-Schuman”. Por ejemplo, y sin querer excluir a nadie de entrada, partir por una integración sectorial, e integrar tres sectores: minería (cobre, litio, molibdeno, etc.), energía (solar, eólica, mareomotriz, hidrógeno verde, etc.) y agua (recursos hídricos, acuíferos, uso racional, agricultura de precisión y digital, etc.) y cinco países (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Perú), abierto a los demás, como de hecho el TM80 lo prescribe.

Se podría constituir una “Comunidad Latinoamericana de la Minería, la Energía y el Agua” considerando los siguientes factores:

  1. Vecindad geográfica, que facilita la conexión de rutas, líneas de acceso y comunicación, uso de puertos, etc. 
  2. El alto expertise minero de Chile y Perú, unido a la decisión de Argentina y Colombia de emprender un vigoroso proceso de desarrollo de su minería. 
  3. El desarrollo en curso de las ERNC en esta región, que se acentuarán con la mayor disponibilidad de radiación y de viento a consecuencia del cambio climático.
  4. La escasez creciente de recursos hídricos que la integración puede mitigar de modo de no destruir la potente agricultura y agroindustria de la zona. 
  5. Las oportunidades que brinda la transición digital y la demanda de productos específicos para la nueva economía.

La conformación de una “Alta Autoridad Común” para dar curso a este proceso, mediante un protocolo ad-hoc en el marco del TM80, significaría un paso gigante para los cinco países, y el embrión de una integración regional progresiva. Se puede aprovechar la experiencia de la UE, con la que ALC tiene establecida desde 1999 una Asociación Estratégica, y con la que prácticamente todos los países tenemos acuerdos vigentes. 

Cuando el pasado es factor de división, y la pandemia y el deterioro ambiental ensombrecen el presente, se debe mirar al futuro y encontrar la convergencia mediante solidaridades concretas, para dejar atrás las diferencias que lastran nuestra integración.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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