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¿Nos volvimos locos los chilenos? (segunda parte) Opinión

¿Nos volvimos locos los chilenos? (segunda parte)

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Desde hoy se inicia una elección completamente distinta, pero también un ciclo político en que el populismo pasará a ser relevante, donde veremos el fin y nacimiento de nuevas coaliciones y pactos, partiendo por el entierro de la Concertación-Alianza, con un Parlamento en que nadie tendrá mayoría, pero con nuevos actores que harán más difícil avanzar en los proyectos de cambio social iniciados hace dos años, comenzando por los 14 diputados del Partido Republicano. Sin embargo, quizás el signo que grafica mejor nuestra locura es que en la RM tengamos de senadores a Fabiola Campillai, una víctima, y a Rojo Edwards, que planteó en su campaña que volvieran las detenciones ilegales en las protestas, lo que hizo recordar a la CNI.


La verdad es que puse este título –»¿Nos volvimos locos los chilenos? (segunda parte)«– en alusión a mi reflexión de hace solo una semana, porque los resultados de ayer darían para escribir un nuevo tratado de psiquiatría acerca del comportamiento de los chilenos. Hace apenas nueve meses, se elegía una Convención que reflejaba el rotundo 80% obtenido en el plebiscito, con lo cual –a su vez– se encauzó el estallido social del 18-O. Sin olvidar que estamos terminando de vivir 16 largos años entre la bipolaridad de Bachelet-Piñera. Dos personajes que hablan de las dos almas que parecen cohabitar en los chilenos: uno católico, de derecha, rico, estudiante en Estados Unidos, versus otra atea, de izquierda, de clase media y que vivió en la antigua RDA. Algo nos está pasando que nos volvimos locos o, al menos, tenemos que asumir una incoherencia muy preocupante. 

Ya tendremos tiempo de decantar las consecuencias políticas de una elección en que la ex Concertación y ex Alianza por Chile –sus nombres originales– iniciaron su funeral después de 30 largos años en que se disputaron alternadamente el poder, en lo que, en lenguaje de ME-O, sería “un duopolio”. Porque anoche se inició un nuevo ciclo en que, por un lado, la expresión de extrema derecha y el debutante Partido de la Gente –una versión light de lo que fue hace unos meses La Lista del Pueblo y, antes, el Frente Amplio– le dieron una verdadera bofetada a los bloques tradicionales, esos que por años capitalizaron la “administración” de la transición. Décadas con sus parlamentarios instalados en el Congreso –varios terminaron un ciclo de 30 años de “servicio público” ayer–, repartiéndose cargos y pensando que esto sería eterno, como los demócratas y republicanos en EE.UU.

Tanto Kast como Boric deberán replantearse sus programas, ampliar la mirada y negociar si quieren alcanzar el poder y, claro, tratar de buscar el centro. Sin duda, quien más “concesiones” deberá hacer es Kast, porque la verdad es que su programa original –ese que lo descolocó en el último debate y no fue capaz de explicar– plantea reducir el Estado eliminando ministerios, despidiendo a 30 mil empleados públicos, impugnar la ley de despenalización del aborto en tres causales, privatizar Codelco, entre otras ideas. Esa es su propuesta real al país, esa que pasó inadvertida por el foco en la seguridad ciudadana, su posición radical para enfrentar la migración y la violencia en La Araucanía, algo sobre lo que Sichel muy poco podía mostrar, siendo en representante de un Gobierno que fracasó rotundamente en dichos temas. 

Si ME-O –que además logró su propósito y quedó con buena capacidad de negociación al subir su votación y lograr, inesperadamente, 8 diputados tuvo un acierto, fue el de la frase del “Dr. Miedo”, porque la verdad es que JAK –que tuvo una muy buena campaña y es por lejos el ganador de esta primera fase alcanzó el primer lugar gracias a su brutal relato y, por supuesto, la pésima partida de Sichel, que lo hizo cometer errores propios de su soberbia.

Pero el factor clave en este mes será Parisi, la sorpresa y batatazo de ayer. Porque, aquí sí, la locura de los chilenos se vio en todo su esplendor. Un candidato que no pisa suelo nacional hace dos años, que no vino ni para la campaña, que no votó, que debe 207 millones en pensión a sus hijos, y que declaró ante el Servel un sueldo miserable, pese a que Mega mostró ayer su casa en EE.UU. Porque, más allá de que Parisi demostró el peso de las redes sociales y medios digitales, cuesta entender que “la gente” –su partido obtuvo la impresionante cifra de 8 senadores y 7 diputados le compre su discurso populista y pase por alto todos los factores mencionados del candidato. Parisi será relevante en la segunda vuelta –es mucho más cercano a Kast, sin duda, aunque diga que no es “de izquierda ni derecha”, pero será aún más importante en el Congreso, donde el populismo capitaliza rápido.

Desde hoy se inicia una elección completamente distinta, pero también un ciclo político en que el populismo pasará a ser relevante, donde veremos el fin y nacimiento de nuevas coaliciones y pactos, partiendo por el entierro de la Concertación-Alianza, con un Parlamento en que nadie tendrá mayoría, pero con nuevos actores que harán más difícil avanzar en los proyectos de cambio social iniciados hace dos años, comenzando por los 14 diputados del Partido Republicano. Sin embargo, quizás el signo que grafica mejor nuestra locura es que en la RM tengamos de senadores a Fabiola Campillai, una víctima, y a Rojo Edwards, que planteó en su campaña que volvieran las detenciones ilegales en las protestas, lo que hizo recordar a la CNI.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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