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Sistema político: razones de una mala combinación Opinión

Sistema político: razones de una mala combinación

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Guillermo Larraín
Por : Guillermo Larraín Economista, Facultad de Economía y Negocios Universidad de Chile
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Hay que preservar un sano equilibrio de poderes, ex ante. Supongamos un Congreso unicameral que adopta una medida discriminatoria. Un Poder Judicial independiente puede ex post corregir excesos o abusos. Sin embargo, el daño a la fe pública ya habrá sido hecho. La fe pública requiere que el equilibrio de poderes exista antes que la ley se apruebe, no solo después cuando se ejecute. El argumento de eficacia no se puede desligar del de justicia y equilibrio de poderes.


La Convención Constitucional acaba de tomar las primeras decisiones de régimen político. Chile se encaminaría a un régimen Presidencial a la norteamericana, con un Poder Legislativo Unicameral y con un sistema electoral Proporcional (combinación “PLUP”). Esta es una mala combinación que la Convención debe repensar.

Un sistema político tiene varias piezas, no una. Aquí el malo es el sistema más que cada pieza. El presidencialismo o el sistema proporcional no son malos en abstracto, pero juntos sí. Y el unicameralismo agrava los problemas de esta mala mezcla.

Lo paradójico es que, aunque nadie defiende esta combinación, es la que ganó. Esto ilustra un riesgo conocido en economía: cuando hay poca colaboración entre participantes en un proceso (un “juego”), si cada uno maximiza su posición, el conjunto puede terminar peor. Es, calcado, lo que pasó aquí. El dilema del prisionero.

Más allá de llamar al diálogo entre los constituyentes y apelar a su responsabilidad histórica, es crucial que se debatan y voten combinaciones más o menos armónicas de medidas.

En esta primera columna critico las justificaciones dadas a la tríada PLUP. En la siguiente columna discutiré por qué PLUP no resuelve nuestro problemas, más bien los agudiza. Finalmente en la tercera discutiré algunas soluciones que se han esbozado.

Presidencialismo por miedo al caos

Quienes justifican el presidencialismo presentan antecedentes históricos que terminan por justificarlo apelando al miedo al desorden. Sin embargo, lo que eventualmente explica el pasado no es buena guía para el futuro.

La historia, por supuesto, es de gran ayuda. La historia nos enseña que el sistema presidencial fue caótico y colapsó en los años setenta cuando el Presidente Allende gobernaba con minoría parlamentaria, pero sentía que tenía un mandato legítimo para hacer reformas radicales. También ayuda para entender que, en la transición, el presidencialismo funcionaba en parte porque el binominal forzaba la formación de dos coaliciones. Pero también debiera ayudarnos a entender por qué ese sistema fue cambiado en 2015. O sea, la historia también nos advierte que el sistema presidencial es un arma de doble filo.

PLUP no corrige una debilidad fundamental de un sistema presidencial y del cual hay pocos antecedentes en el pasado, aunque Piñera es uno: la fragmentación del Congreso es receta ideal para conflictos recurrentes entre el Ejecutivo y Legislativo. En estas condiciones, no se puede justificar la idea de que presidencialismo es igual a orden.

El unicameralismo, equilibrio de poderes, cooperación y horizonte de discusión de lo político

Hay dos justificaciones del unicameralismo: eficacia y fin de la Cámara “aristocrática”.

Viniendo desde Apruebo Dignidad, es curioso que el argumento de eficiencia se eleve por sobre el de igualdad/representatividad de las regiones. También llama la atención que, en materia constitucional, la eficiencia no se debata en conjunto con equilibrio de poderes. Por supuesto, el trauma de las “trampas de la Constitución” sirve para entender que muchas veces, detrás del equilibrio de poderes, había un esquema diseñado para proteger ciertas estructuras. Pero las trampas de la Constitución volaron por los aires. No podemos invocar nuevamente hoy ese argumento.

Hay que preservar un sano equilibrio de poderes, ex ante. Supongamos un Congreso unicameral que adopta una medida discriminatoria. Un Poder Judicial independiente puede ex post corregir excesos o abusos. Sin embargo, el daño a la fe pública ya habrá sido hecho. La fe pública requiere que el equilibrio de poderes exista antes que la ley se apruebe, no solo después cuando se ejecute.

El argumento de eficacia no se puede desligar del de justicia y equilibrio de poderes.

Respecto de la aristocracia, la crítica es vaga. La interpreto como que en el Senado el comportamiento es distinto. Pero no es distinto porque son “aristócratas”. Es distinto porque son menos y duran más. Esos dos cambios alargan el horizonte relevante de sus miembros y les permite cooperar más, porque deberán interactuar frecuentemente en un grupo cerrado. Las estrategias de cooperación son dominantes en ese escenario.

El Presidente electo, Gabriel Boric, ha planteado esto como un desafío: que avancemos hacia una sociedad donde haya más cooperación y menos competencia. Es curioso que miembros de su coalición propongan eliminar la Cámara, que es donde se produce más cooperación.

En cualquier caso, las justificaciones que dan quienes, separadamente, defienden mantener el presidencialismo y para proponer un sistema legislativo unicameral, son malas.

Mañana además mostraremos que, como sistema, PLUP funciona muy mal.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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