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De máximos y mínimos Opinión

De máximos y mínimos

Cristina Dorador y Enrique Riobo
Por : Cristina Dorador y Enrique Riobo Microbióloga y Convencional Constituyente D3. Historiador y director de la Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades.
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Hacia el año 2100 un cuarto del país será más árido, habrá localidades que ya no existirán; seremos una mezcla de esperanza y de nostalgia. Los bosques, ríos y hielos eternos quedarán en las crónicas y fotografías y en la historia fidedigna de la ley. Para esa época quizás la mayoría de quienes vivimos el proceso no existiremos. Los estudiosos del pasado reflexionarán sobre si el cambio constitucional fue relevante para frenar el desastre ambiental. También se analizará si la Constitución de 2022 tuvo trascendencia cultural, si permitió garantizar un buen vivir, el reconocimiento de los pueblos originarios, disminuir las vergonzosas desigualdades, si profundizó la democracia y abrió el camino para una sociedad basada en el conocimiento.


A veces se siente como estar en una secadora de ropa o una batea que se menea. Con ciclos altos y bajos, mucho calor porque es verano, adelante y atrás. Esta semana se inicia una etapa crucial en el proceso constituyente: se empiezan a votar las propuestas de norma aprobadas en las comisiones de sistemas de justicia y de forma de Estado. Se comenzará a tomar el pulso de los 2/3 (66,66%), se pondrán sobre la mesa los argumentos a favor o en contra, cada convencional tendrá 3 minutos para ello. Serán, probablemente, largas horas de debate. Después de siete meses de funcionamiento se estará ad portas de tener los primeros artículos aprobados para la nueva Constitución. Cada artículo y capítulo deberá reflejar los anhelos de las personas, el espíritu inicial que nos llevó a votar por una nueva Constitución.

No es fácil pensar en colectivo ni tampoco en el futuro cuando estamos viviendo tiempos de deconstrucción continua. Plurinacionalidad, perspectiva de género, feminismo, Constitución ecológica, descentralización son temas claves que han estado presentes en las discusiones estos meses. ¿Quién puede estar en contra de reconocer al otro cuando lo tiene al frente?

Varias comisiones ocupan la palabra “sistemas” para dar a entender la complejidad de los contenidos de la nueva Constitución, como, por ejemplo, Sistemas de Justicia o Sistemas de Conocimientos. Estas visiones provienen de décadas de reflexión en distintos espacios respecto al cómo construir mejor política e institucionalidad, reconociendo injusticias y desigualdades, descolonizando los conceptos. O más simple, pensando en cómo lidiar con la tensión entre continuidad y cambio. Hay muchos quienes creen que la voz propia es la única razonable o legítima para abordar los desafíos constitucionales. Por eso la justicia epistémica puede ser un principio muy significativo, pues supone reconocer como punto de partida la situación injusta donde la perspectiva de unos vale más que la de otros —no necesariamente porque sea más precisa o verdadera—, sino porque reproduce un lugar de privilegio que no siempre se reconoce como tal.

Entonces, ¿cómo podemos abordar las dificultades políticas y temporales del proceso constituyente sin dejar fuera la complejidad de visiones que lo han desbordado? Por eso, reducir a un simple binarismo el contenido final de la nueva carta magna entre constitución maximalista versus constitución minimalista no sirve tanto. La pregunta, más bien, es hasta dónde se puede avanzar en uno u otro caso, y de qué forma esos avances se logran concretar en el texto constitucional. Puesto de esa forma pueden existir maximalismos conservadores y minimalismos transformadores. Las miradas hegemónicas han perdido eficacia. En tiempos de inevitable transformación parece ser contraproducente imponerlas.

Tenemos cerca de 1.300 propuestas de normas constitucionales, cada una con varias páginas de fundamentación y otras de articulado. Cada una de ellas ha sido analizada por las comisiones y votadas en general. Algunos contenidos de normas han llamado mucho la atención, otros no tanto; algunas repiten exactamente artículos de la Constitución de 1980. Algunas han sido aprobadas por unanimidad, otras, al contrario, se han rechazado con cero votos a favor. Sin la apertura auténtica hacia un otro será imposible alcanzar los 103 votos anhelados. Lograr los 2/3 es un ejercicio no sólo político, también de generosidad y grandeza.

Hacia el año 2100 un cuarto del país será más árido, habrá localidades que ya no existirán; seremos una mezcla de esperanza y de nostalgia. Los bosques, ríos y hielos eternos quedarán en las crónicas y fotografías y en la historia fidedigna de la ley. Para esa época quizás la mayoría de quienes vivimos el proceso no existiremos. Los estudiosos del pasado reflexionarán sobre si el cambio constitucional fue relevante para frenar el desastre ambiental. También se analizará si la Constitución de 2022 tuvo trascendencia cultural, si permitió garantizar un buen vivir, el reconocimiento de los pueblos originarios, disminuir las vergonzosas desigualdades, si profundizó la democracia y abrió el camino para una sociedad basada en el conocimiento.

Con el paso del tiempo sabremos si la pulcritud como criterio de verdad fue contraproducente para estos propósitos. Pero sí sabemos hoy que no es posible pensar el futuro con ojos del pasado. Necesitamos eficiencia y eficacia, pero no a costa de podar las complejidades que conforman Chile.

Si cortamos el movimiento porque estamos mareados a medio camino, será imposible llegar al objetivo de convocar en un texto a la altísima diversidad humana y cultural de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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