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Chile y Bolivia: mirar fuera de la caja Opinión

Chile y Bolivia: mirar fuera de la caja

Sergio Molina Monasterios
Por : Sergio Molina Monasterios Analista internacional boliviano-chileno, doctor en Estudios Americanos y periodista.
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La reivindicación marítima boliviana contaminará cualquier otro tema que involucre a ambos países, incluido el Silala, y eso no lo resolverá ni este ni el anterior fallo de La Haya. Pensar fuera de la caja sería, tanto desde Chile como desde Bolivia, encontrar la forma de convivir con esa discrepancia (que podríamos denominar histórica), encapsularla y avanzar lentamente con otros aspectos. Ya lo hizo antes Chile con Perú y Argentina.


La actualidad informativa que ha traído el juicio en La Haya nos recuerda nuevamente que dos países vecinos que deberían tener las mejores relaciones vecinales por la escasa distancia que los separa geográficamente y los desafíos en común que comparten, están tan distanciados como si la guerra hubiera terminado solo pocos años atrás.

Cierto que ahora resuelven sus controversias pacíficamente (esta es la segunda vez en menos de una década en que recurren a tribunales internacionales) y no conciben otro tipo de medidas (por asimetría, peso específico y capacidades), pero lo que realmente deberíamos preguntarnos es por qué estamos discutiendo en tribunales en lugar de conversar cómo resolver problemas que sí afectan la vida cotidiana de las personas.

La migración, el narcotráfico, la dependencia de Arica del comercio boliviano y de Bolivia respecto a los productos chilenos, deberían obligar a ambos países a llevarse bien, pero en estos temas, como en cualquier otro relacionado con Chile, existe para Bolivia un trasfondo que no puede borrarse ni desenfocarse: la reivindicación marítima.

Chile ya ganó esa demanda hace unos años, pero eso no significó un cambio respecto al sentir de bolivianas y bolivianos, quienes interpretaron esa escaramuza como una equivocación de Evo Morales, y como un tropezón que no mella en lo más mínimo lo que se considera su derecho adquirido a una salida soberana al océano Pacífico.

A pesar de que en Chile el tema marítimo está resuelto, en Bolivia sigue vivito y coleando, solo que ahora hay más culpables: Morales por su deseo de reelección, los agentes y abogados por su ineptitud en la argumentación y así.

Ese es el contexto que no hay que perder de vista, pase lo que pase con el Silala o con cualquier otro tema que involucre a ambos países, hay un trasfondo que seguirá presente y que siempre contaminará la relación bilateral. En ese escenario es entendible la postura diplomática chilena durante gran parte del siglo XX: “La mejor relación con Bolivia es no tener ninguna relación”.

¿Pero eso es suficiente en el siglo XXI? Nadie lo sabe. Cierto que una piedra en el zapato no enferma ni mata a nadie, pero molesta y puede hacer tropezar a quien no se la saca y resuelve la molestia. También, porque a la larga Chile cada vez se verá más afectado internamente si las dificultades comerciales en el norte no se resuelven, si las migraciones siguen sin ordenarse y si no se combate en conjunto al narcotráfico, para no hablar de recursos naturales que podrían compartirse.

En resumen, la reivindicación marítima boliviana contaminará cualquier otro tema que involucre a ambos países, incluido el Silala, y eso no lo resolverá ni este ni el anterior fallo. Pensar fuera de la caja sería, tanto desde Chile como desde Bolivia, encontrar la forma de convivir con esa discrepancia (que podríamos denominar “histórica”), encapsularla y avanzar lentamente con otros aspectos (ya lo hizo antes Chile con Perú y Argentina).

Esto significa discutir la reanudación de relaciones diplomáticas asumiendo por parte de Chile que Bolivia seguirá demandando una salida al mar, y Bolivia comprendiendo que no es necesario renunciar a esa reivindicación para tener una mejor relación con su vecino.

¿Poner en marcha el tren entre Arica y La Paz para carga y pasajeros?, ¿mejorar el puerto o dejar de subir las tarifas? Son medidas que, desde la perspectiva boliviana, seguirán siendo insuficientes (y muy costosas e ineficientes económicamente), pero que permitirían, en el largo plazo, reconstruir una relación que hoy está prácticamente destruida. Sería una tarea titánica, pero en eso debería consistir el cambio en la política exterior de ambos países de cara al siglo XXI.

Que esto incumbe muchos recursos y mucha incomprensión de la opinión pública nacionalista, sin duda, pero es hora de que Chile asuma las responsabilidades que conlleva ganar en la guerra y triunfar jurídicamente en dos ocasiones (y la de ser más desarrollado que su vecino con recursos extraídos de territorios que un día no le pertenecieron); y que Bolivia asuma las derrotas que ha tenido y su condición geográfica y económica en relación con su vecino.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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