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Chile polarizado: aprendiendo de los errores del pasado Opinión

Chile polarizado: aprendiendo de los errores del pasado

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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La construcción de Chile es un proceso, cada generación ha aportado lo suyo. Hoy toca asumir un gran desafío, construir un nuevo Pacto Social junto a la arquitectura institucional y económica que le dé soporte. A fin de evitar peligrosas polarizaciones, cabe recordar que es del todo saludable que lo hagamos mirando nuestra Historia y visualizando un futuro cuyo norte sea Chile y las necesidades de su pueblo.


La segunda vuelta presidencial generó una inevitable polarización electoral, la que fue zanjada con el categórico triunfo de Gabriel Boric sobre José Antonio Kast. No fue la primera vez que los chilenos elegimos a nuestro Mandatario en segunda vuelta. Pero sí es la primera vez en que el caudal de votos que recibió el actual Presidente en segunda vuelta superó con creces los obtenidos en la primera. De un 25% en primera vuelta, se pasó a un 55% en la segunda. Un elevado número de ciudadanos votó por el actual Primer Mandatario, sea por afinidad, sea como forma de cerrar el paso a lo que representaba la candidatura de JAK.

Las elecciones se desarrollaron en medio del proceso constituyente iniciado en julio del 2021. De este modo, al operarse el cambio de mando, se estableció una inédita coexistencia: la instalación del nuevo Gobierno con la fase final del proceso constituyente. Ambos procesos convergerán en el plebiscito del 4 de septiembre próximo.

El plebiscito aprobará o rechazará el nuevo pacto social que organizará la vida nacional en el futuro próximo. En muchos aspectos, este un proceso inédito en nuestra historia. Y como ya es un lugar común señalar, Chile no es el mismo de 1990, pero podemos agregar más, porque la sociedad chilena ha vivido en los últimos años nuevos procesos que la impactan a profundidad. Sumariamente, recordemos los dos años de pandemia con su secuela de encierro, cuarentena y toque de queda. No es todo, este año las nuevas generaciones conocieron algo que las mayores recuerdan bien: la inflación. Agreguemos el deterioro de la seguridad ciudadana, provocado por diversos factores. No es aventurado afirmar que la sociedad chilena de hoy vive varias incertidumbres y conoce de nuevas zozobras.

En este contexto, asistiremos en pocas semanas más al inicio de la campaña plebiscitaria. No se necesita ser cientista político para prever que el país se polarizará fuertemente. Esto ya empieza a notarse. Ojo, cuando hablamos de polarización no nos referimos a que el país opte entre dos opciones, eso es legítimo y lo hemos vivido en varias ocasiones, como lo señalamos al inicio; lo que nos preocupa es la emergencia de una visión dicotómica donde se ahondan las diferencias y se fomenta la exclusión del otro. A modo de ejemplo, basta un rápido vistazo a los temas y calificativos en las RRSS.

¿El plebiscito resolverá la polarización?

Siendo este un problema grave, el de la no aceptación del otro, todo indica que el plebiscito no tendría una mayoría categórica. Es posible que tengamos un resultado estrecho, claro en cuanto mayoría numérica, pero débil en cuanto a cohesión social. ¿Tienen claridad nuestras elites respecto a este escenario? Chile seguirá existiendo después del 4 de septiembre y la inmensa mayoría de los chilenos deseamos que sea en condiciones de paz, mayor igualdad, crecimiento y buen vivir. Por el contrario, una polarización conlleva resaltar las diferencias e incluso la descalificación de los que piensan diferente. La experiencia global muestra que toda polarización de las posiciones termina por llegar a la calle. Peor aún, muchas veces amenaza con contaminar a las instituciones.

Para complejizar más esto, las fechas también juegan. El plebiscito será el 4 de septiembre, una semana después tendremos el 49 aniversario del 11/9. Si habitualmente son fechas emblemáticas y sensibles, imaginemos cómo va a estar el ánimo social después del desenlace plebiscitario.

Por cierto, mientras más apoyo tenga una Constitución, más estabilidad va a generar, dada su capacidad inclusiva y, por ende, su legitimidad. Probablemente eso estaba en la mente de la mayoría de los chilenos que apoyaron en abrumadora mayoría el inicio del proceso constituyente. Ese mismo 80% que voto por abrir un proceso constituyente fue categórico respecto a la necesidad de modificar la actual Carta Magna.

El desafío de la actual generación es ser capaz de visualizar las bases fundamentales del país que quiere la inmensa mayoría. Cualesquiera sean aquellas, debe garantizar la convivencia de la totalidad social, dado que excluir nunca es bueno. Peor es cuando se excluye a la mayoría. En el continente tenemos múltiples ejemplos de aquello: durante décadas en Argentina parte de sus elites trataron de gobernar excluyendo al peronismo. No les quedó más remedio que sostener reiteradas dictaduras. En Bolivia, la minoría propietaria intento gobernar discriminando a la mayoría indígena y popular. Ante una sociedad civil díscola, a las elites altiplánicas no les quedo más recurso que reiterados golpes de Estado. Miremos nuestra propia historia, y recordemos que la Constitución del 80 se promulgó en medio de años de Estado de Excepción, sin partidos, sin Congreso y sin registro electoral, sin independencia judicial y sin libertad de prensa.

Chile, una sociedad diversa, un solo Estado

Aprendiendo precisamente de los errores del pasado podremos construir un país donde quepamos todos. Donde cada quien tenga el legítimo derecho a sostener su opinión, aceptando que la discrepancia no es delito. Un país donde construyamos espacios para dirimir nuestras diferencias y, a la vez, garantizar derechos básicos a todos nuestros ciudadanos. Por cierto, un país donde la fórmula sea reconocer que tenemos una sociedad muy diversa pero que habita un solo Estado, donde todos nos igualamos en derechos y obligaciones.

No partimos de cero, los libertadores, junto con la Independencia, abolieron la esclavitud y los títulos de nobleza.  A la vez, tuvieron visión estratégica y nos comprometimos a fondo en la erradicación del poder colonial en el continente. Han pasado más de 200 años de aquello, y muchas generaciones posteriores fueron aportando a la construcción de nuestro país, con aciertos, con profundos dolores también y muchos rezagos. La construcción de Chile es un proceso, cada generación ha aportado lo suyo.

Hoy toca asumir un gran desafío, construir un nuevo Pacto Social junto a la arquitectura institucional y económica que le dé soporte. A fin de evitar peligrosas polarizaciones, cabe recordar que es del todo saludable que lo hagamos mirando nuestra Historia y visualizando un futuro cuyo norte sea Chile y las necesidades de su pueblo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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