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Papá Ricardo, mamá Michelle y el hijo Gabriel Opinión Crédito: Agencia UNO

Papá Ricardo, mamá Michelle y el hijo Gabriel

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Vamos a ver si la estrategia de Boric de acercarse a los exmandatarios logra traducirse en un hecho político, aunque, por ahora, la sola asociación entre él y Lagos-Bachelet es tremendamente simbólica y positiva para el Presidente, en un momento difícil para su Gobierno. En cierta forma, lo que hizo el Mandatario fue lo más parecido a un acto de desagravio hacia un Lagos que tuvo altura de miras en el balotaje –fue el primero en llamar a votar por Boric– y que, pese a sus intentos de colaborar con el proceso constituyente, fue duramente tratado por algunos sectores.


Ricardo Lagos se ha convertido es una especie de rockstar por estos días. Qué mejor revancha para el ex Presidente, después que hace unos años su propio partido lo “desechó”… por su edad. Visitado por moros y cristianos, en un peregrinaje de dirigentes, especialmente de centroderecha, arribando a su Fundación Democracia y Desarrollo. Desde Francisco Chahuán (RN) a Juan Sutil, pasando por Ximena Rincón y Harboe. Y todos(as) ellos(as) a la espera de que el patriarca, desde el oráculo, pronuncie la palabra que sería la coronación de la estrategia que se planteó la derecha: que el líder del PS diga “Rechazo”. De ahí la importancia y jugada estratégica de Gabriel Boric la semana pasada.

Si Chahuán y Chile Vamos pensaron que rechazar la invitación a la ceremonia del 4 de julio era la prueba final de que Lagos había tomado la opción de votar contra la propuesta constitucional que se entregará ese día, no conocen al ex Mandatario. Si hay algo de lo que Lagos se dio cuenta en estos días, es que sigue teniendo –y tendrá– un liderazgo y un peso político importantes, más aún en la etapa que viene, sea cual sea el resultado del plebiscito del 4 de septiembre. Luego del ímpetu y la revolución millennial que se apoderó de La Moneda desde marzo –y los dos meses previos–, la fuerza de la realidad política ha demostrado que el éxito de cualquier proceso o estrategia para cambiar o mejorar un país requiere no solo de energía, ganas y voluntad, sino también de experiencia, historia y canas. Después de todo, los 30 años, con todas sus imperfecciones, tienen como principal protagonista de la historia a la centroizquierda.

Volvamos a Boric. El Presidente ha transitado, el último mes, entre los errores cotidianos no forzados de varios de sus principales colaboradores –que le han costado una baja importante en las encuestas– y un cambio de estrategia personal evidente. Porque el desequilibrio entre el Gobierno y Boric está siendo notorio. El Mandatario busca reencontrarse con su propio estilo –que tantos dividendos le dio en la campaña y la previa a asumir en La Moneda– y la mejor prueba de ello fue la Cuenta Pública. Pero, lo más trascendente, es que entregó una señal potente al acercarse a Bachelet y Lagos. Un gesto de humildad necesario, luego de responsabilizar a los dos ex gobernantes PS –especialmente a Lagos– de muchos de los problemas de arrastre.

Después de estos difíciles primeros cien días, Boric hizo un giro que puede ser clave para lo etapa que viene, lo que, además, podría significar una apertura de la coalición que hoy da soporte al Gobierno. O, al menos, entendió que necesita a Lagos y Bachelet, más de lo que se hubiera imaginado hace unos meses. Ambos expresidentes pueden aportarle la experiencia política e historia que le faltan, y sensibilizar a un sector afín de centroizquierda que hoy está reticente –incluyendo dudas con el Apruebo–, de manera de dar mayor gobernabilidad. Pero, principalmente, la dupla Bachelet-Lagos puede ser clave para el cambio de la Constitución, en cualquier escenario. Boric sabe bien que el éxito de su Gobierno estará íntimamente ligado al cambio de la Carta Magna, y Lagos y Bachelet saben que los cambios no serán liderados por la derecha, que hoy despliega un relato totalmente opuesto a lo que han hecho durante décadas, incluido el plebiscito de entrada: defender la Constitución firmada por Pinochet.

Es un hecho que cualquier cambio en la Carta Fundamental será acompañado de un largo proceso de negociaciones, considerando que el Congreso tendrá que abordar un nutrido conjunto de leyes –al menos 71 con el texto propuesto– y donde la derecha, de seguro, comenzará a perder el repentino interés que dice tener hoy por modificar lo que jamás estuvo dispuesta a cambiar. Bachelet tiene la ventaja de haber presentado una alternativa –que hoy la derecha pontifica, pese a su total rechazo anterior– y Lagos es un hombre respetado por su capacidad intelectual y trayectoria, pero también porque sabe que en el mundo de la centroderecha y empresarial es un referente.

El Presidente tiene conciencia de que el movimiento que está haciendo en el tablero impactará en su Gobierno y la Constitución. Una jugada de ajedrez que, de seguro, la preparó en solitario. Sabe que algunos de sus socios –y equipo cercano– no ven con buenos ojos el giro, pero Boric está apelando a su inteligencia emocional. Primero comenzó por incorporar el núcleo clave de Bachelet a La Moneda, junto a gestos públicos muy simbólicos, aunque la apuesta con Bachelet es post 4 de septiembre, a diferencia de la visita a Lagos, que es una apuesta doble, porque también puede ayudar hoy a poner un dique de contención antes del plebiscito, amargando el sueño de la derecha y reforzando la opción del Apruebo.

Vamos a ver si la estrategia de Boric de acercarse a los exmandatarios logra traducirse en un hecho político, aunque, por ahora, la sola asociación entre él y Lagos-Bachelet es tremendamente simbólica y positiva para el Presidente, en un momento difícil para su Gobierno. En cierta forma, lo que hizo el Mandatario fue lo más parecido a un acto de desagravio hacia un Lagos que tuvo altura de miras en el balotaje –fue el primero en llamar a votar por Boric– y que, pese a sus intentos de colaborar con el proceso constituyente, fue duramente tratado por algunos sectores.

El viernes pasado, La Moneda anunció su ruta de reformas estructurales para este año –tributaria, de pensiones y salud–, tres proyectos muy importantes para la ciudadanía, pero extremadamente difíciles de lograr, considerando el empate en el Congreso y el ambiente que se ha creado por el cambio constitucional. El Gobierno va a necesitar, entonces, un segundo aire antes de tiempo, pero que no bastará con un nuevo gabinete. De seguro, el Presidente debe estar pensando en que la próxima pieza que moverá en el tablero puede incluir la ampliación de la base de apoyo. Aunque, por ahora, el hijo millennial, rupturista y carismático, pareciera estar recurriendo a la mamá comprensiva y apoyadora, y al papá exigente pero sabio. No es una mala partida. Al menos simbólicamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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