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Y el sur, ¿en qué quedamos? Opinión

Y el sur, ¿en qué quedamos?

Pierre Lebret
Por : Pierre Lebret Cientista político, experto en asuntos latinoamericanos, magister en cooperación y relaciones internacionales (Paris III), ex funcionario de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo y ex consultor de la Cepal. Actualmente trabaja en una ONG para asuntos humanitarios.
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Confiar un poco más en el vecino, avanzar un poco más junto a él, no significa cesar relaciones con tus mayores socios comerciales. No significa interrumpir los intercambios y la cooperación sobre buenas experiencias. Significa darles un mejor futuro a tus jóvenes en su propia región, entenderse más, pensar y construir juntos. Es creer en el potencial de Latinoamérica y el Caribe. Para ello, a veces sería bueno encontrar un equilibrio entre esa pasión que tanto caracteriza a la política latinoamericana y un cierto pragmatismo desde lo regional. En este escenario global tan inestable y preocupante, el nuevo momento que vive la región es propicio para grandes acuerdos. No dejemos escapar la oportunidad.


¿Quién lo hubiera dicho hace más de un año? La invasión rusa en Ucrania está cambiando el tablero geopolítico global y tendrá consecuencias a largo plazo. Las grandes maniobras operaron en el marco de la cumbre del G7 y de la OTAN. Venezuela nuevamente se encuentra en las discusiones, pero esta vez no para reconocer un presidente interino, sino para avanzar hacia una normalización de las relaciones y reincorporar su preciado recurso energético.

Mientras una segunda delegación norteamericana arribó hace unos días al país de Bolívar, el presidente francés pidió que Irán y Venezuela vuelvan al mercado petrolero para frenar el alza de precios. Las potencias y el mundo en aprietos, deben sustituir la dependencia del gas y petróleo rusos. Arabia Saudita y los Emiratos pueden aumentar su producción, pero con muy poco margen.

Para algunos la historia es cíclica. Pero ciertamente la política internacional es a conveniencia. A las potencias no les importan los regímenes de turno, nos hacen creer que sí para mantener una cierta imagen ética, mientras Francia, por ejemplo, vendió masivamente armamento a Arabia Saudita, que le ha servido en su guerra contra Yemen. O el acuerdo de la OTAN con Finlandia y Suecia, países que evitan el veto de Turquía para su ingreso a cambio de la extradición de militantes kurdos y el cese de apoyo económico. Por otro lado, las multinacionales siguen multiplicando sus utilidades sin una participación financiera proporcionalmente justa para el desarrollo y la lucha contra el cambio climático, siendo ellas unas de las principales emisoras de CO2. Los ejemplos sobran, pero los teóricos “realistas” normalizan, mientras los “idealistas” no dejan de creer en posibilidades más óptimas para la humanidad.

¿Y desde el sur? Lo importante, para no volver a caer en situaciones que han provocado la peor crisis migratoria en la región, para no seguir viviendo bloqueos económicos e inhumamos contra los pueblos, para no seguir en proyectos cortoplacistas, para que los derechos humanos sean respetados, para que la democracia siga siendo la mejor opción para nuestra sociedades, para todo ello, es necesario construir un diálogo sostenible, y la puesta en marcha de una acción colectiva a favor de grandes procesos de integración debe ser una prioridad absoluta de las cancillerías de la región.

¿Queremos que las potencias cesen de actuar solo en virtud de sus intereses? Pero solo dejarán –en parte de comportarse de tal manera si el sur actúa distinto, en este caso, si América Latina y El Caribe demuestran más fortaleza colectiva, donde sus países logran sincronizar una parte de sus intereses, entendiéndose sobre lo fundamental y negociando lo segundario.

Los temas son múltiples. Pero tomamos el ejemplo del cambio climático: durante la conferencia de Bonn para la preparación de la COP27, los países “desarrollados” se han negado a la creación de un mecanismo de financiamiento para los países más afectados por el cambio climático, siendo estos los menos responsables de las emisiones de CO2. Para esos casos y más, una voz regional es clave para poder ejercer una presión suficiente y exigir cambios en el escenario global.

Confiar un poco más en el vecino, avanzar un poco más junto a él, no significa cesar relaciones con tus mayores socios comerciales. No significa interrumpir los intercambios y la cooperación sobre buenas experiencias. Significa darles un mejor futuro a tus jóvenes en su propia región, entenderse más, pensar y construir juntos. Es creer en el potencial de Latinoamérica y el Caribe. Para ello, a veces sería bueno encontrar un equilibrio entre esa pasión que tanto caracteriza a la política latinoamericana y un cierto pragmatismo desde lo regional.

En este escenario global tan inestable y preocupante, el nuevo momento que vive la región es propicio para grandes acuerdos. No dejemos escapar la oportunidad. En resumen y citando a la canciller de Chile: “América Latina necesita una sola voz ante el resto del mundo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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