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Expectativas de inflación Opinión

Expectativas de inflación

Patricio Valenzuela
Por : Patricio Valenzuela Académico Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de los Andes e investigador del Instituto MIPP.
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Existen al menos dos razones que explican las mayores expectativas de inflación de los hogares. Primero, los hogares tienden a prestar más atención a su propio costo de vida, y sus patrones de consumo no son necesariamente representativos de la canasta agregada capturada en el Índice de Precios al Consumidor. Segundo, los hogares tienden a prestar mayor atención a los productos que consumen con mayor frecuencia. Para una familia que se debe movilizar y debe comprar pan todos los días, el aumento en julio en el precio del transporte (3,4%) y de los alimentos y bebidas no alcohólicas (1,9%), no es necesariamente compensado con la caída en el precio del vestuario (-2,7%). Además, el precio de productos tales como los alimentos y las bencinas están excluidos de las medidas de inflación subyacente en las que los bancos centrales suelen centrarse, ya que los precios de estos artículos tienden a ser más volátiles.


Nuevamente la inflación sorprendió al mercado y al Banco Central al superar la barrera del 13%, un nivel que no se observaba desde marzo de 1994. Por su parte, las expectativas de inflación siguen al alza, alimentando cierta inercia inflacionaria. Los resultados de la encuesta de expectativas económicas del mes de agosto proyectan una inflación anual de un 12% y de un 5,5% para fines del 2022 y del 2023, respectivamente.

El contexto actual presenta desafíos importantes para el Banco Central. Alzas en las Tasas de Política Monetaria van a tener un efecto negativo en la inversión y crecimiento, mientras que estas están teniendo un efecto acotado en apaciguar la inflación. Lo anterior, debido a que los factores de oferta asociados a las repercusiones del conflicto en Ucrania, los cortes en las cadenas logísticas y las secuelas de la pandemia están teniendo un efecto importante en el precio de productos de primera necesidad. Es poco probable que tasas de interés más elevadas puedan tener un efecto significativo –al menos a través del canal del crédito– en productos tales como los alimentos y las bencinas.

Afectar las expectativas de inflación es crucial para domesticar la inflación al menor costo económico posible, especialmente ya que entraremos en un proceso de estanflación. Para ello, el Banco Central debiese potenciar su política comunicacional, la cual en mi opinión ha sido extremadamente pasiva en temas desde el debate de los retiros previsionales hasta el alza del dólar sobre la barrera de los mil pesos. Además, el instituto emisor debiese validar su credibilidad, la cual ha sido mermada al verse sistemáticamente sorprendido durante este año por las cifras de inflación y del valor del dólar.

Si bien el instituto emisor mide las expectativas inflacionarias a través de la Encuesta de Expectativas Económicas y de la Encuesta de Operadores Financieros, es fundamental estimar y analizar las expectativas de los hogares. Estas generalmente reciben menos atención en comparación con otras medidas de expectativas de inflación más fáciles de generar.

Las expectativas de inflación de los hogares son importantes para las decisiones de consumo, de ahorro, y de financiamiento y adquisición de una propiedad. Las expectativas de inflación de los hogares afectan las negociaciones salariales y las decisiones de oferta laboral. Finalmente, las expectativas de los hogares están alineadas con las expectativas de las pequeñas y medianas empresas y, por lo tanto, con sus decisiones de inversión, contratación y fijación de precios.

Las proyecciones de los analistas económicos y financieros no están necesariamente alineadas con las de los hogares. Dado un nivel de inflación, los hogares tienden a tener expectativas de inflación a corto y mediano plazo más elevadas que las de los analistas económicos.

Existen al menos dos razones que explican las mayores expectativas de inflación de los hogares. Primero, los hogares tienden a prestar más atención a su propio costo de vida, y sus patrones de consumo no son necesariamente representativos de la canasta agregada capturada en el Índice de Precios al Consumidor. Segundo, los hogares tienden a prestar mayor atención a los productos que consumen con mayor frecuencia. Para una familia que se debe movilizar y debe comprar pan todos los días, el aumento en julio en el precio del transporte (3,4%) y de los alimentos y bebidas no alcohólicas (1,9%), no es necesariamente compensado con la caída en el precio del vestuario (-2,7%). Además, el precio de productos tales como los alimentos y las bencinas están excluidos de las medidas de inflación subyacente en las que los bancos centrales suelen centrarse, ya que los precios de estos artículos tienden a ser más volátiles.

Durante este año la inflación ha sorprendido sistemáticamente al mercado y al Banco Central. Probablemente la inflación efectiva esté más alineada a cómo los hogares la sienten y la proyectan. Quizás el Banco Central debería no solamente hablarles a analistas y profesionales económicos, sino también poner más atención en los hogares y en su comunicación con ellos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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