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Más allá de la Constitución: la crisis climática y otras calamidades Opinión

Más allá de la Constitución: la crisis climática y otras calamidades

Jaime Hurtubia
Por : Jaime Hurtubia Ex Asesor Principal Política Ambiental, Comisión Desarrollo Sostenible, ONU, Nueva York y Director División de Ecosistemas y Biodiversidad, United Nations Environment Programme (UNEP), Nairobi, Kenia. Email: jaihur7@gmail.com
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La guerra de Rusia contra Ucrania impulsa una carrera armamentista generalizada e inestabilidad energética en Europa y países petrodependientes, resultando en una mayor quema de carbón. Las repercusiones no se han hecho esperar, mucha inquietud ha causado la decisión del G-7, en su reunión celebrada en Alemania en junio pasado, de aceptar excepciones al compromiso de evitar inversiones públicas en el sector de los combustibles fósiles. La taxonomía aprobada recientemente por la Unión Europea (EU), según la cual se cataloga al gas con una etiqueta verde para favorecer inversiones, se ha considerado como una traición al Acuerdo de París.


Una cuestión que ha quedado clara, después de tanto debate constitucional, es que nuestro futuro no estará definido solamente por la nueva Constitución. Serán muchas las variables que influirán tanto en el ámbito local como internacional. Aunque no tengo dudas de que ganará el Apruebo, más allá de los resultados del plebiscito, nuestro futuro estará determinado por la capacidad colectiva de todos los chilenos y de la comunidad internacional para enfrentar con éxito una conjunción de calamidades que, además de graves en sí mismas, interactúan entre sí.

Calamidades concatenadas

Entre ellas se destaca la crisis climática, con pérdidas entre 3.000 y 4.000 millones de dólares anuales y cientos de miles de muertes, con sequías, inundaciones, temporales, incendios forestales, olas de frío, que irán aumentando en frecuencia e intensidad de aquí al 2030 y más allá. La consecuente pérdida de hábitats que está provocando una masiva pérdida de la biodiversidad y extinción de millones de especies de microorganismos, plantas y animales.

La guerra de Rusia contra Ucrania, que impulsa una carrera armamentista generalizada e inestabilidad energética en Europa y países petrodependientes, resultando en una mayor quema de carbón. Las repercusiones no se han hecho esperar, mucha inquietud ha causado la decisión del G-7, en su reunión celebrada en Alemania en junio pasado, de aceptar excepciones al compromiso de evitar inversiones públicas en el sector de los combustibles fósiles. La taxonomía aprobada recientemente por la Unión Europea (EU), según la cual se cataloga al gas con una etiqueta verde para favorecer inversiones, se ha considerado como una traición al Acuerdo de París.

Otra calamidad mayor es la pandemia que ha llegado para quedarse. El COVID y sus variantes con más de 600 millones de casos y 6,5 millones de muertes en el mundo, ya se adaptó a los humanos, pero nosotros aún estamos en proceso de adaptación al virus. La situación hoy es claramente mejor que en el 2020, gracias al despliegue de las vacunas, pero no se puede considerar resuelta la emergencia. Por ejemplo, no hay avances significativos en favor de la cooperación internacional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) hoy registra alrededor de 15.000 muertes semanales por COVID y las disrupciones a la economía por los confinamientos, como demuestra China, son consistentes. A estas alturas, África solo alcanza un 20% de población con pauta completa de vacunación. La brecha norte-sur y la desconfianza Oeste-Este marcan este escenario de total inseguridad a mediano y largo plazo.

El comercio internacional es otra área en estado de calamidad, sujeta a fuertes tensiones por razones geopolíticas o por las disrupciones vinculadas al cambio climático, la guerra y la pandemia. El máximo panel de arbitraje de la OMC para disputas entre Estados se encuentra inoperante. La relación entre la UE y China tampoco es positiva. El fracaso del acuerdo entre ambos sobre inversiones, en su momento fuertemente patrocinado por Alemania, es hoy un símbolo de la creciente suspicacia respecto a las actitudes chinas. La invasión rusa a Ucrania, por supuesto, ha dado otra sacudida, con un amplio abanico de sanciones de represalia contra Rusia por parte de unos 40 países democráticos.

Otro golpe a las esperanzas de definir soluciones globales a problemas globales llegó este mes de julio, al constatarse que la fiscalización internacional no avanza. Las negociaciones para poner en marcha un sistema global de impuestos para grandes multinacionales, están afrontando muchas dificultades y no podrán concluirse este año. El año pasado, 140 países acordaron en la OECD establecer un marco que permita recaudar impuestos de forma más justa de las grandes multinacionales que aprovechan su tamaño y las características de su negocio para eludir el pago de tributos sobre sus ganancias. El acuerdo prevé un impuesto mínimo de sociedades del 15% y que al menos una parte de los beneficios sea registrada en las jurisdicciones donde están sus clientes, y no donde están sus sedes, ubicadas a conveniencia.

Todas estas calamidades que afligen al mundo están restringiendo la cooperación internacional, dando una vuelta más a un torniquete que bloquea la búsqueda de soluciones globales. Ello se nota especialmente en una: el combate a la crisis climática.

El combate a la crisis climática se ha paralizado

La crisis climática es la peor de todas las calamidades que afectan hoy a la humanidad y al planeta. Frente a ella, la alternativa es clara: acción de un mundo unido o de un mundo desunido. Los primeros entre los grandes emisores en millones de toneladas de CO2 anuales son China (10.100), EE.UU. (5.416), Unión Europea (4,500 de los cuales el mayor es Alemania 759), India (2.654), Rusia (1.711), Brasil (1.229), Japón (1.162), Irán (815), Canadá (774), Corea del Sur (659), Arabia Saudita (621) e Indonesia (615). Si estos emisores no reducen pronto sus emisiones, el Acuerdo de París (diciembre, 2015) pronto será letra muerta. Ni más ni menos.

Desde la COP25 Madrid-Chile (2019), pasando por la COP26 en Glasgow (2021), hemos ido observando una creciente polarización entre Occidente con Rusia y China, así como entre el Norte y el Sur del planeta. Una prueba contundente de aquello fue el fracaso de la reunión celebrada en la Secretaría de la Convención Mundial sobre Clima en Bonn en junio recién pasado, preparatoria de la COP27 que se realizará en Egipto en noviembre 2022. Los incumplimientos al Acuerdo de París se siguen acumulando sobre la mesa de negociación. Definitivamente, el poder de la industria ligada a los combustibles fósiles no cesa de ralentizar la transición energética a las renovables

Con el telón de fondo del gran quiebre causado por la guerra de Ucrania, esta situación no se condice con los eventos climáticos extremos del 2022. Un frío polar, inundaciones, nevazones y lluvias gélidas no acostumbradas en el hemisferio sur, y olas de calor abrasadoras sobre Europa, con terribles sequías e incendios que han devastado cientos de miles de hectáreas en el hemisferio norte. Además, no podemos dejar de recordar las disrupciones en el mercado energético vinculadas a la guerra de Ucrania, cuyos coletazos han subido los precios de los combustibles y precipitado en varios países europeos una vuelta al carbón.

China, por su parte, ha iniciado la construcción de varias plantas de carbón. En el primer trimestre de 2022 quedaron autorizadas centrales para una potencia de 8,6 gigawatts, casi la mitad de la capacidad aprobada a lo largo de todo 2021, cuando Xi Jinping dio un impulso para avanzar con fuerza en la descarbonización. Decidió, también, romper el diálogo con EE.UU. sobre crisis climática, medioambiente y reuniones militares de alto nivel, en respuesta a la visita a Taiwán de congresistas  norteamericanos. Esta ruptura es un golpe tremendo, ya que se trata de los dos más grandes emisores de CO2 del mundo.

Todos estos impasses que incrementan el impacto negativo de las calamidades señaladas, son producto de las pugnas políticas de aquellos que auspician el colapso del Acuerdo de París y bloquean la cooperación internacional. Es preciso que el Estado chileno esté atento, ya que estas confrontaciones siempre terminarán afectando de una u otra manera nuestros intereses. No podemos seguir ignorando que hoy las probabilidades de avanzar consistentemente en la reducción mundial de las emisiones de CO2 son nulas. El combate a la crisis climática se ha paralizado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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