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El ansiado regreso del tren Valparaíso – Santiago Opinión

El ansiado regreso del tren Valparaíso – Santiago

Sergio González
Por : Sergio González Psicólogo y Antropólogo. Universidad de Santiago de Chile
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El presidente Boric ha dicho que ya no es suficiente realizar diagnósticos sino que es tiempo de acciones concretas. Esto implica en esta etapa de definiciones estratégicas y sistémicas superar la lógica sectorial; no basta la coordinación, sino una instancia ad hoc que supere la red de burocracia y las diferencias entre los ministerios de Obras Públicas, Transportes y Telecomunicaciones, Hacienda y la misma Empresa de Ferrocarriles del Estado, en el entendido de que este debe ser un proyecto de colaboración público-privada. Una mirada de Estado como la que se tuvo a mediados del siglo XIX, al cumplirse el próximo año los 160 años de la inauguración del Ferrocarril entre Valparaíso y Santiago, servicio en funciones hasta 1987.


Los últimos tres Gobiernos han establecido la necesidad de reponer un servicio ferroviario moderno para unir las dos ciudades y conurbaciones con mayor población en el país, con trenes de 160 kms/hr en menos de 50 minutos. El Presidente Boric ha sido claro en la urgencia y prioridad de este proyecto, determinando que el trazado debiera estar definido en el anteproyecto el próximo año y que la licitación debiera hacerse el 2025 y llegar a tenerlo ejecutado con trenes en servicio el 2030. Son tiempos acotados ante la urgencia, más allá de las dificultades, como las dudas y objeciones iniciales del ministro de Transportes y Telecomunicaciones, Juan Carlos García. No obstante, el proyecto debe avanzar con la convicción ausente por las postergaciones de décadas de desidia y solo de estudios inconducentes.   

En este sentido, es preciso contemplar que lo que se debe definir no es solo un trazado para pasajeros y carga, existiendo anteproyectos sometidos a consideración de las autoridades, sino la conformación de un sistema ferroviario que entregue un servicio que contemple las necesidades de las poblaciones locales, provinciales y de ambas regiones. Esto significa que, además de la vía central, tendrá que haber ramales y subramales, como en las conexiones con el aeropuerto de Santiago, las extensiones de Limache a Olmué,  de Llay-Llay a Los Andes, entre otros. La vetusta y hermosa estación Mapocho, a solo cuatro cuadras de la Plaza de Armas de la capital y con conexión por Metro, debiera ser el punto neurálgico en Santiago, tal como lo fue por más de sesenta años en el siglo pasado.

El Presidente Boric ha dicho que ya no es suficiente realizar diagnósticos sino que es tiempo de acciones concretas. Esto implica en esta etapa de definiciones estratégicas y sistémicas superar la lógica sectorial; no basta la coordinación, sino una instancia ad hoc que supere la red de burocracia y las diferencias entre los ministerios de Obras Públicas, Transportes y Telecomunicaciones, Hacienda y la misma Empresa de Ferrocarriles del Estado, en el entendido que este debe ser un proyecto de colaboración público-privada. Una mirada de Estado como la que se tuvo a mediados del siglo XIX, al cumplirse el próximo año los 160 años de la inauguración del Ferrocarril entre Valparaíso y Santiago, servicio en funciones hasta 1987.

Esta lección del pasado debe ser inspiradora para actuar con asertividad para el retorno de trenes eficientes y con prestaciones modernas en los ya retrasados planes de conectividad ferroviaria del país. Lo que fue posible alcanzar con una política de Estado en las primeras décadas del siglo pasado, es inspirador para lo que corresponde actualizar en los tiempos presentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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