Publicidad
A contracorriente o cómo llegamos al plebiscito Opinión

A contracorriente o cómo llegamos al plebiscito

Fernando Balcells Daniels
Por : Fernando Balcells Daniels Director Ejecutivo Fundación Chile Ciudadano
Ver Más

Es importante introducir una exigencia histórica como horizonte de los debates que vendrán. El asunto consistirá en transformar a los sectores desplazados en motores de un desarrollo productivo sin precedentes para nuestro país. Ninguno de los grandes conflictos que enfrentamos tiene salida fuera de una reconsideración de la dimensión histórica que acarrean. No tiene sentido debatir sobre «calidad de la educación» sin preguntarse por la manera en que los aprendizajes juveniles se convierten en motores de emprendimientos sociales, culturales y económicos. Tampoco es posible construir una política de Estado en el conflicto mapuche sin valorizar la diversidad cultural y sin potenciar los regímenes voluntarios de producción artesanal. Del mismo modo, es necesario estudiar el funcionamiento de las economías del cuidado familiar para dar a la incorporación femenina todo el potencial que tiene para definir el próximo nivel del desarrollo humano. 


1.- Chile es hoy un país más sólido y unido que hace un año o que hace tres

Después del plebiscito se va a poder apreciar cuánta suciedad prejuiciosa se ha despejado y cuánto nos ha acercado el debate constitucional de este par de años. No quiero minimizar los conflictos que enfrentamos, al contrario, afirmo que, después de décadas negándolos, estamos hoy en mejores condiciones para enfrentarlos. Me refiero a disputas que van desde el conflicto mapuche a las barbaridades del Estado subsidiario, pasando por todas las estaciones en que el país hace cortocircuitos acumulativos.

Una vez que se despeje la polvareda pasional y se decanten los factores anímicos que han incidido en el debate previo al plebiscito, se podrá apreciar más claramente que las objeciones al texto constitucional no son fundamentales (por eso han debido basarse en exageraciones e inexactitudes) y que el debate nos ha acercado mucho más de lo que nos ha alejado. Asentadas las polémicas y reposados los guerreros, podremos apreciar hasta qué punto el proceso constituyente ha ido zurciendo los distintos países que hace tres años solo se topaban batallando en las calles. 

Estamos en un punto en que el que ya no habrá retroceso a una democracia sin participación ciudadana directa; no habrá posibilidad de hacernos los lesos con los derechos de las mujeres y con la dignificación de los pueblos indígenas. Ya no será posible imponer al hombre genérico como representante de toda la humanidad ni se podrá seguir insistiendo en aguantar Arauco con la policía, en espera de una salida militar para el conflicto mapuche. 

Las discusiones que vendrán van a ser más procesales y cuantitativas que sustantivas. ¿Cuánta es la autonomía que se concederá a los pueblos originarios? ¿Cuánta regionalización? ¿Cómo se dará forma a la iniciativa ciudadana de ley? Ya nadie cree que sea posible seguir haciéndose los lesos, en serio, con las demandas sociales y políticas que han quedado plasmadas en la propuesta de la Convención. 

2.- Los debates posplebiscitarios sobre la Constitución se van a llevar a cabo bajo la influencia del espíritu del texto propuesto por la Convención

Si bien el resultado del plebiscito no es indiferente en lo que sigue, las variaciones no van a ser trascendentales.

Vamos a permanecer en la línea de un Estado democrático reforzado y ventilado por saludables mecanismos de democracia directa. Es difícil que se retroceda lo avanzado en materia de paridad de género y el Estado nunca más va a definirse por lo que no hace (Estado Subsidiario) sino que estará definido por los derechos humanos y ciudadanos que debe brindar y proteger (Estado Social de Derechos). Y aunque estas obligaciones no tendrán valor ejecutivo, marcarán un compromiso social del Estado que incidirá poderosamente en las instituciones y en las políticas públicas. El debate en este punto lleva años y estará acotado a la mayor o menor exigibilidad de los derechos consagrados en la Constitución.  

Es poco probable que se retroceda decisivamente en el reconocimiento a los pueblos indígenas y tampoco es previsible que se dé marcha atrás desde un Estado Regional a un Estado Unitario. El texto constitucional propuesto no hace más que reflejar las potestades territoriales que los pueblos originarios tienen a disposición en Rapa Nui o en Atacama. Incluso el reconocimiento del derecho de los animales a una vida y a una muerte libre de crueldades va a permanecer en el texto definitivo junto a los llamados Derechos de la Tierra, que no son más que una formulación nueva y de mayor amplitud de los derechos humanos. 

3.- Se ha roto el dique que contenía con pulso tembloroso la autoridad de un régimen de democracia restringida, de abusos excesivos y eficiencia escasa

La propuesta de nueva Constitución no inventa nada. La objeción de que sería portadora de un carácter refundacional no es exacta. Ella responde a necesidades que estaban por demasiado tiempo en espera, que eran palpables, y les da un cauce institucional que estaba bloqueado. 

Es importante recalcar que la Constitución, tanto como los debates a los que ha dado origen, no hacen más que consolidar un cambio que está en la base de todas las luchas políticas y sociales de los últimos años: la recuperación de la soberanía popular raptada por instituciones que se arrogaban la representación excluyente de la Nación (las FF.AA. en su momento, el Tribunal Constitucional y las instituciones genéricas instaladas sobre, por encima de la ciudadanía). 

En el último año el debate político en Chile se ha enriquecido como nunca antes. Lo que se ha ganado en cultura política va a ser un factor relevante en el desarrollo del país en las próximas décadas. Los detalles más alejados de la experiencia inmediata de las personas han sido sopesados y debatidos por millones de ciudadanos. Si el Estado debe ser regional o mantener su carácter «unitario» es un asunto que parece abstracto, pero que la gente empieza a entender y a evaluar en sus matices y en su peso. Incluso la bandera ha salido al baile y una vez que se calibre su lugar en la convivencia, en las instituciones y en la historia, su arraigo como símbolo de unión se verá fortalecido. 

No hay motivos para cerrar este debate que se ha iniciado recién y que ha costado tanto empezar. Todavía nos falta mucho para sopesar lo que nos pide la historia.

4.- ¿Qué nos trae el plebiscito?

Si en el plebiscito gana el Apruebo, tendremos que seguir trabajando para que las leyes, los reglamentos y las instituciones se adecuen al espíritu de la nueva Constitución. Qué duda cabe, seguiremos trabajando para pulir el texto y despejarlo de sus ansiedades y de sus pesadeces. Para decirlo de buena forma: el Apruebo puede perder el plebiscito pero la gente no va a perder lo que ha ganado. 

¿Y si gana el Rechazo? Hago la pregunta como si lo considerara improbable, no porque tenga una encuesta mejor que las encuestas sino porque sería una pena. 

El Rechazo es un mal escenario. Es un guion de repeticiones en el que todo lo que se ha avanzado en la institucionalización de las «fuerzas sociales emergentes», se pondrá en riesgo. Es necesario levantar un poco la vista y recuperar la dimensión histórica de los trayectos que estamos recorriendo.    

Los sectores conservadores van a sentir el cosquilleo del erizo. Muchos van a sucumbir a la tentación que consiste en aumentar el volumen del cuerpo, como lo hacen los pavos reales, para atraer hembras o para alejar competidores. Otros tantos, argumentando sentenciosamente las necesidades de la prudencia, van a refugiarse en el tiempo, en la esperanza de que pequeñas maniobras populistas evitarán que otra vez la podredumbre se vuelva insostenible. 

Un triunfo del Rechazo implica el riesgo de que el ciclo de una política vacía, apostando a la duración del viejo orden, se reinicie una vez más. No va a faltar el que quiera llevarse la pelota para la casa. Otros se dirán al oído: Ahora que tenemos una Constitución reformable, hagamos todos los cambios que haya que hacer, en el Parlamento. Esa opción equivale a volver a la Constitución del 80 y a tratar de reformarla a pichintunes y pellizcos. No parece una opción viable.

Si el Rechazo se impone será porque muchos de los votantes y de las fuerzas políticas que impulsaron el cambio constitucional no se sintieron representados en la propuesta de la Convención. Son votantes que van a estar de acuerdo en mantener la mayoría de las orientaciones de base del trabajo de la Convención. Es probable que se elija una nueva Convención y que las fuerzas del Rechazo confíen en que el electorado ha seguido, aproximadamente, la misma evolución que ellos han tenido. De todas maneras, el diseño de la nueva Convención va a tener la fuerza suficiente como para impedir el predominio de los independientes en la nueva asamblea redactora. 

5.- Recuperamos una dimensión histórica para la política

Hemos perdido de vista la historia por muchos motivos, entre otros, porque ella ha sido reducida a una curva de crecimiento del PIB. En el otro polo, el socialismo se ha desdibujado y no se ha levantado un modelo de sociedad deseada, capaz de sustituirlo en la imaginación popular. Hemos perdido el hábito de pensar en grande y los acontecimientos capaces de producir una inflexión en el rumbo de la convivencia no han esperado a que nuestra reflexión se ponga a su altura. Estamos en uno de esos momentos en que el destino se pone al alcance de las manos de la gente. 

Incluso en medio de los ventarrones electorales y de las urgencias interminables, Chile se ha dado la oportunidad única de dar un salto histórico en su desarrollo. Todo lo que ha pasado en las calles, en los pasillos, en las cocinerías y en las urnas nos ha preparado para consolidar una sociedad y una economía más cohesionadas y eficientes. Esta posibilidad histórica de sintonía con los mínimos civilizatorios de respeto a las mujeres, a los pueblos originarios, a la naturaleza y a las minorías, que hasta ahora no hemos sido capaces de integrar ni en la economía ni en la política; está oportunidad de diseñar un porvenir para los jóvenes, es el obsequio que nos hemos dado en estos años de movilizaciones y encuentros.  

Es importante introducir una exigencia histórica como horizonte de los debates que vendrán. El asunto consistirá en transformar a los sectores desplazados en motores de un desarrollo productivo sin precedentes para nuestro país. Ninguno de los grandes conflictos que enfrentamos tiene salida fuera de una reconsideración de la dimensión histórica que acarrean. No tiene sentido debatir sobre «calidad de la educación» sin preguntarse por la manera en que los aprendizajes juveniles se convierten en motores de emprendimientos sociales, culturales y económicos. Tampoco es posible construir una política de Estado en el conflicto mapuche sin valorizar la diversidad cultural y sin potenciar los regímenes voluntarios de producción artesanal. Del mismo modo, es necesario estudiar el funcionamiento de las economías del cuidado familiar para dar a la incorporación femenina todo el potencial que tiene para definir el próximo nivel del desarrollo humano. 

Lo que se juega es enorme, pero es necesario no perder de vista tanto el alcance de los desafíos que vienen como el poderoso viento de cola que nos seguirá movilizando.   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias