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Colo Colo: jugando así, no existe

Colo Colo: jugando así, no existe

El cuadro albo cayó en su debut en el Torneo de Clausura frente a San Marcos, rindiendo en un pobre nivel. Si esa producción futbolística no sube sustancialmente, a nivel casero tiene poco que hacer y en la Copa Libertadores mucho menos. El llamado “Grupo de la muerte” -con Atlético Mineiro, Atlas e Independiente de San Fe- puede transformarse para el Cacique en toda una pesadilla


La expectación, traducida en más de 25 mil espectadores, se transformó en desencanto. Colo Colo había perdido sin atenuantes en el debut del Torneo de Clausura frente a San Marcos de Arica, un equipo que lucha por la permanencia en Primera División, y había llenado de dudas a sus hinchas acerca de sus posibilidades de ser una vez más candidato al título y, para qué decir, sobre su futuro en la próxima Copa Libertadores de América. Para decirlo pronto, si a nivel casero jugando como jugó tiene poco que hacer, a nivel internacional definitivamente no tiene ninguna posibilidad, mucho menos cuando en su grupo aparecen el Atlas mexicano, el Atlético Mineiro brasileño y el Independiente de Santa Fe colombiano.

El cuadro de Héctor Tapia careció de velocidad, ritmo competitivo y solvencia en la marca. No tuvo a Julio Barroso, es cierto, pero cuando se habla de posesión de la pelota la responsabilidad no puede recaer en un solo hombre. Colo Colo marcó mal en todos los sectores, comenzando por sus delanteros, que jamás apretaron la salida del rival, y siguiendo con sus volantes, que debieron ir casi siempre sobre hombres que ya venían con el balón dominado.

Frente a un cuadro que llegó al Monumental con la clara intención de no perder, y que para eso pobló al máximo su zona defensiva, Colo Colo careció además de juego por las bandas, claridad en los últimos metros y remate de distancia, arma imprescindible cuando se trata de abrir defensas cerradas. Ausente Esteban Paredes por lesión, y Emiliano Vecchio por acumulación de tarjetas amarillas durante el anterior campeonato, Tapia pensó que adelantando unos metros al “Pajarito” Valdés y ubicando a Humberto Suazo como hombre de área, podría soslayar de buena forma las ausencias. No fue así. Valdés demostró que resulta mucho más preponderante y clarito cuando viene más de atrás y el Chupete, aclamado como ídolo a la hora de darse las alineaciones por los parlantes, hizo un partido incluso más desafortunado incluso que el que le cupo el pasado lunes frente a Unión Española.

El jugador, retornado desde el Monterrey mexicano tras siete temporadas ausente del Monumental, nunca fue gravitante. No lo fue metido en el área, entre los centrales ariqueños, y tampoco saliendo de ella, para engancharse con sus volantes o intentar alguna buena habilitación. Dicho en chileno, “no la agarró ni con la mano”, coronando su mal partido con ese penal desperdiciado en el minuto 34, en que anunció el lado elegido con letras de molde y facilitando además la reacción del buen meta Carrizo con un tiro a media altura, especial para el lucimiento de cualquier arquero.

En ese mediocre primer tiempo, Arica, atacando mucho menos, lo hizo mejor. El habilidoso zurdito Kevin Harbottle armó una buena jugada en que dejando defensores albos atrás tocó para Grondona, recibió la precisa devolución de este y quedó solo frente a Villar, que fue abajo en excelente forma para bloquear el disparo del volante nortino cuando ya el gol se palpitaba. Corría el minuto 43 y esa jugada fue, para el cuadro nortino, casi una revelación: de que había que seguir cuidando el cero a cero, pero que frente a este Colo Colo era posible el atrevimiento y dejar de lado la casi absoluta tacañería ofensiva que hasta allí había evidenciado.

Porque si se esperaba que en el segundo tiempo Colo Colo despertara, que se sacudiera de su letargo y de su absoluta mediocridad, fue sin embargo Arica quien salió mucho más decidido y más claro de que el partido, con algo de audacia y un poquito de suerte, se podía ganar. En esos minutos iniciales, con una defensa alba a ratos zarandeada, fue Justo Villar quien impidió en dos o tres oportunidades la apertura de la cuenta.

Carente de luces, de claridad y de profundidad, Colo Colo seguía chocando una y otra vez contra el férreo dispositivo defensivo de San Marcos. Por la derecha, Figueroa y Fierro no tenían entrada; por la izquierda, a Delgado y Bousejour les pasaba algo similar. A lo más podían meter un centro, pero que nunca encontró un receptor con posibilidades de convertir. Y por el centro, ni hablar. Los jugadores albos jamás pudieron armar una pared que despejara el camino al gol, ya sea porque eran una y otra vez anticipados o porque, en lugar de devolver la pelota redondita, aquel que intentaba la combinación recibía de vuelta un ladrillo.

Estaba el partido para el cero a cero clavado, cuando una pelota perdida infantilmente por los albos en mitad de cancha, significó el gol ariqueño y la instalación de la sorpresa y el estupor en el reducto colocolino. Renato González la jugó rápido para Pablo González que entrando al área, por la derecha, metió un violento centro que buscó el pie de cualquiera, sabiendo que la pelota igual podía meterse. El balón sólo pudo ser manoteado por Villar, Baeza no pudo rechazar y al recién ingresado Leonardo Ramos le rebotó en una pierna para que la pelota entrara lentamente en la portería popular.

Quedaban aún 18 minutos, más los descuentos, pero bien pudieron jugar una hora más y el 1 a 0 a favor de San Marcos habría permanecido inamovible. Así de insulso e impotente fue el ataque de Colo Colo, que vio cómo se consumían los minutos sin tener una respuesta anímica -ni menos futbolística- para intentar al menos empatar.

Es más: en esos minutos si alguien estuvo más cerca de otra conquista fue San Marcos. Cuando el partido expiraba, Fernando Ramos, solo frente a Villar, quiso picarla para ponérsela por arriba al paraguayo y este, atento como toda la tarde, impidió el gol que habría hecho de la derrota algo todavía más catastrófico.

Ni banca tenía en su debut Colo Colo. Salvo el meta suplente Garcés, el resto eran todos juveniles. Y Tapia, en medio de su desesperación, mandó a la cancha a dos de ellos: el volantes Lagües y el delantero Orellana, sólo que dos chicos menores de 19 años no iban a solucionar en esos pocos minutos problemas que los grandes no habían podido arreglar durante todo el partido.

San Marcos, agobiado por el fantasma del descenso, volvió feliz a Arica con los tres puntos cosechados. Colo Colo se quedó con las manos vacías y, lo que es peor, dejando en claro que jugando como jugó ayer no tiene nada que hacer en ninguna de las dos competencias que deberá afrontar en este primer semestre. Y que si a nivel local los contrastes pueden sumarse, en la Copa Libertadores estará sencillamente expuesto a un bochornoso papelón.

 

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