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Baltasar Garzón: el Apruebo es “la llave para abrir la puerta de la verdadera transición” y el Rechazo es volver “a las catacumbas” PAÍS Crédito: ATON

Baltasar Garzón: el Apruebo es “la llave para abrir la puerta de la verdadera transición” y el Rechazo es volver “a las catacumbas”

A tres días de que los chilenos acudan a las urnas para decidir si quieren una nueva Carta subrayó que los presidentes de Chile después de Pinochet “se han visto maniatados por una Constitución y una estructura jurídica que les ha impedido hacer cambios profundos; de hecho ha tenido que ser un estallido social, de la envergadura del que ahora se ha cumplido un año, el que haya hecho que todo salte por los aires”.


Una victoria del «rechazo» en el histórico plebiscito por una nueva Constitución en Chile «sería una vuelta a las catacumbas», afirma el magistrado español Baltasar Garzón, además de un «retroceso evidente» que consolidaría los privilegios que han llevado al estallido social del país del que se acaba de cumplir un año.

A tres días de que los chilenos acudan a las urnas para decidir si quieren una nueva Carta Magna, Garzón, conocedor de la realidad actual de Chile y del pasado marcado por la dictadura de Augusto Pinochet que él mismo investigó, subraya en una entrevista con Efe el momento «crucial» que vivirá el país el próximo domingo 25 de octubre.

«Nadie puede quedarse en su casa en un evento de estas características, porque si lo hicieran todos seríamos responsables», advierte.

Si el próximo domingo gana la opción «Apruebo», ¿se podría decir que Chile concluyó por fin la transición que empezó con el plebiscito de 1988? ¿Qué significa para Chile esta oportunidad constituyente tras décadas de una Carta Magna hija de la dictadura?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el «Apruebo» de la Constitución no concluye con la transición realmente. Es la llave para abrir la puerta de la verdadera transición. Hasta ahora todo, todos estos años, ha estado amarrado primero por la dictadura, después por una Constitución que se hace en la dictadura y que deja todo muy amarrado para que se mantengan unas posiciones claramente neoliberales que no han abierto el camino hacia ese cambio necesario.

Luego, después del plebiscito hay que redactar la Constitución. Hay que implementar el cambio político que la ciudadanía pide. No podemos olvidar que el estallido social, aunque también han influido otros factores, se hizo por fuera de los propios grupos políticos, por fuera de la política tradicional, e incluso en contra, por tanto, si se quieren ofrecer las mismas recetas que ya fueron rechazadas masivamente, vamos a estar en la misma situación. No cumplir con esa esperanza sería como decir que no, aunque se hubiese aprobado.

Y además, hay que revisar todo el andamiaje jurídico de la dictadura que sigue vigente en gran medida: por ejemplo, el sistema de pensiones, ¿qué pasa con las administradoras de fondos?; el de salud privada, que no está dando la respuesta y la pandemia está dando buen ejemplo de ello. Y el problema de los recursos naturales, ¿cómo se van a aprovechar?. El derecho al agua, ¿qué tratamiento va a tener?. No puede estar privatizado de la forma tan brutal como lo está en Chile, donde es más fácil cultivar aguacates que darle agua a una comunidad que vive en la misma zona. También el cobre, el litio y otros recursos naturales.

Esta es la puerta que se abre con el «Apruebo», y el desarrollo va a depender de la fórmula y de la voluntad de los chilenos y las chilenas.

Al margen del estallido social, ¿qué otros factores han llevado a Chile a este plebiscito tres décadas después?

Ha sido un largo y difícil proceso desde el final de la dictadura o desde la propia formulación de la Constitución, y para entenderlo hay que traer al presente algo, que siendo obvio no se recuerda lo suficientemente bien: Pinochet no fue derrotado, se fue cuando se quiso ir. Es verdad que hubo un plebiscito que perdió y dejó el poder, pero dejó todo atado y bien atado, es decir todo estaba previsto y así ocurrió.

Los nuevos presidentes de Chile se han visto maniatados por una Constitución y una estructura jurídica que les ha impedido hacer cambios profundos; de hecho ha tenido que ser un estallido social, de la envergadura del que ahora se ha cumplido un año, el que haya hecho que todo salte por los aires. Y el poder en este caso de (Sebastián) Piñera, ante el riesgo inminente de que todo el país se le fuera de las manos, cedió a esta posibilidad. Después se han conjuntado una serie de elementos que ya no le han dado opción a volver.

Estoy seguro de que si hubiese podido, tanto él como a quien representa, hubiesen vuelto a atrás, a que todo siga igual, por tanto la matriz constitucional sigue siendo neoliberal e incluso a veces es ultraneoliberal y es lo que hay que cambiar.

El sistema ha generado unas desigualdades irritantes, insoportables. Chile está entre los países más desiguales del globo y no hay motivo para que sea así. Por la riqueza, por los recursos naturales, por la población, por todos los elementos que concurren no debería de haber esa desigualdad que sin embargo existe. Estos factores son los que ahora hay que estudiar y decidir cómo afrontarlos. Si no se llega a este fondo vamos a tener un parcheo que no va a afrontar las necesidades que precisa Chile.

Las encuestas dan por ganadora la opción «Apruebo», pero tenemos los ejemplos del Brexit y Colombia. ¿Qué pasaría en Chile de imponerse la opción «Rechazo»?

Ni me lo planteo, pero es que es verdad. En el plebiscito de Colombia decía ojo, que las cosas no se conquistan hasta que no se tienen en las manos. Hay que dejar pasar como una semana para saber si esto es cierto o estamos todavía envueltos en un sueño. Muchas veces el exceso de confianza genera una dejación y, por ejemplo, que la gente no vaya a votar.

La primera advertencia que hay que hacer a quienes dan por hecho que el ‘Apruebo’ está garantizado es que hay que participar, hay que movilizar hasta el último momento y hay que explicar. La pedagogía de lo que significa esta votación en este momento histórico crucial es fundamental. Que saliera un ‘no’ sería una vuelta a las catacumbas, un retroceso evidente, consolidar una serie de privilegios que son los que han llevado al estallido social. A mí no me gusta ser catastrofista, pero las consecuencias serían harto negativas.

La gran mayoría de chilenas y chilenos son de clase media. También hay mucha gente pobre, pueblos originales que tienen su voto… Nadie puede quedarse en su casa en un evento de estas características, porque si lo hicieran todos seríamos responsables.

¿Los incidentes violentos de los últimos días podrían repercutir en que la gente recele de ir a votar?

Hay mucha gente que no cree en la política, que no cree en los partidos, en la democracia representativa, porque cuando ha tenido que estar junto al pueblo a veces ha fallado. Pero no se puede generalizar, ha habido personas del ámbito político que han dado la piel y la siguen dando, por tanto quienes están en la dinámica de confrontación tienen que pensar que en todo caso necesitamos un vehículo a través del cual se hagan efectivos esos cambios, incluso revolucionarios.

Ese vehículo comienza el día 25 aprobando esa Constitución y la forma cómo se va a hacer. La violencia no es justificable en ningún caso, pero también cuando se manipula la violencia desde el poder se hace mucho más perverso, porque no solamente se pierde la protección a los ciudadanos, si no que se les estigmatiza como los responsables únicos de un mecanismo que tiene un origen y unas causas que no son ubicables en la responsabilidad del pueblo.

Yo creo que el pueblo lo tiene muy claro y espero que lo haga valer, participando y cambiando.

De ganar el «Apruebo», ¿Qué significaría para otros países de la región?.

Hay un lema que se hizo súper famoso desde Salvador Allende y hasta el día de hoy que es ‘el pueblo unido jamás será vencido’. Es un mensaje muy potente que se ha producido en Chile, que está siendo el ejemplo de que frente a un Gobierno de derechas, ultraconservador y autoritario, como se ha visto en la represión, se ha unido, no ha bajado la guardia ni con la pandemia, ni con las arbitrariedades de forma sistemática, ni con la brutalidad policial que se ha ejercido contra él, ni con los miles de detenciones y de prisiones existentes, ni con las pérdidas de globos oculares…

Toda esta presión no ha hecho que el pueblo ceje en la necesidad de que tiene que producirse un cambio. Y en ese cambio va a ir también exigida la responsabilidad de quienes han hecho estos ataques y tropelías. Ese es el mensaje que se ha dado y han aprendido en otros países.

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