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«Croquis urbanos, mi ser silencioso» de Patricio Hales: vocación por la mejor arquitectura CULTURA|OPINIÓN

«Croquis urbanos, mi ser silencioso» de Patricio Hales: vocación por la mejor arquitectura

Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Por : Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega Abogado, Comunicador Social. Tiene estudios de postgrado en Comunicación Social, Humanidades y Filosofía. Ha sido directivo en el sector de la educación superior privada. Profesor universitario y columnista.
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Las páginas de esta obra también nos transportan a latitudes lejanas, al medio oriente, al norte de África y a los legendarios confines del Asia, mediante prolijas capturas a mano alzada, a veces de una simplicidad rotunda, inapelable, otras con más elaboración, argamasa y estructura. Así, van apareciendo ante la mirada atenta el mismísimo rutilante sky line de la globalizada y pujante Shanghai, o el aún más imponente de la vigilada opulencia de la bahía de Hong-Kong.


Se ha presentado recientemente el libro «Croquis urbanos, mi ser silencioso», del conocido arquitecto Patricio Hales Dib.

Además de su labor como arquitecto, Hales acredita una dilatada y nutrida trayectoria en la vida pública como dirigente gremial y político, diputado y embajador de Chile en Francia, aunque lo que exhibe y ofrece al lector en esta cuidada obra es una faceta completamente diferente, poco conocida, más íntima, sensible, afincada plenamente en el campo de la estética y de la búsqueda artística.

Esta obra recoge una colección muy variada de croquis que mediante trazos esenciales, mínimos en algunos casos, consiguen capturar y mostrar lugares, edificios, monumentos, entornos, atmósferas. Son imágenes fugaces que transmiten la sorpresa, la admiración, el respeto, la nostalgia y la dignidad que en el autor suscitan el magnífico espectáculo de la arquitectura y de los entornos en que esta consigue erigirse en hito, monumento o referente.

Las imágenes revelan su admiración por las grandes construcciones y los grandes artistas en Chile, en Francia o en Italia; las páginas van revelando vistas esenciales, en escorzo, de nuestro Museo de Bellas Artes, del Palacio de la Moneda, de nuestra digna Estación Central de Ferrocarriles, o del Mercado Central, junto a otras no menos evocadoras del Café des Flores o la catedral de Notre Dame en París.

También nos cautivan otras que nos colocan en la intrincada urdimbre citadina de Valparaíso, en la otrora distinguida y orgullosa Viña del Mar, o simplemente nos ofrecen escenas cotidianas, instantáneas, elusivas de nuestra austera capital bajo la lluvia.

Las páginas de esta obra también nos transportan a latitudes lejanas, al medio oriente, al norte de África y a los legendarios confines del Asia, mediante prolijas capturas a mano alzada, a veces de una simplicidad rotunda, inapelable, otras con más elaboración, argamasa y estructura.

Así, van apareciendo ante la mirada atenta el mismísimo rutilante sky line de la globalizada y pujante Shanghai, o el aún más imponente de la vigilada opulencia de la bahía de Hong-Kong.

El libro asimismo registra breves, expresivos y muy humanos relatos, reflexiones e impresiones que muchos de estos lugares despertaron en el dibujante, que fascinaron y acicatearon su mirada, alborotaron su mente y movilizaron su mano inquieta para plasmarlos con trazo firme en la blanca pulcritud de la croquera.

De esta forma, página tras página Hales va transmitiendo su depurada vocación por la mejor arquitectura y su búsqueda inteligente y sensible de la belleza, siempre asociada con la experiencia humana real, con personas que habitan los entornos y con su presencia les agregan dignidad. Hay en el libro detalles que a la vez retratan y escrutan obras formidables, como la Victoria de Samotracia, esa antigua escultura que con su etérea robustez alada, emociona y conmueve al más desaprensivo visitante del Louvre.

En este caso, el autor consigue robarle a esa impresionante obra de arte clásica, trazas, jirones y destellos de verdadera belleza que enriquecen y mejoran la vida de quienes la contemplan.

Es un libro que reconforta y acompaña, un libro para mirar, pensar, recordar y descubrir visos no evidentes de obras, monumentos, construcciones, entornos urbanos. Se trata de una peculiar bitácora de viaje, una memorias visual, fragmentos sensibles de plena compenetración con la mirada; un libro que, de alguna manera enigmática, nos comunica el aura, ese espíritu oculto que le confiere esplendor a las magníficas y portentosas obras que han nacido del inagotable genio humano.

Vale la pena leerlo, o más bien mirarlo y dejarse llevar por la atractiva adustez de las imágenes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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